Carta desde el Mundo de las maravillas,

testimonio de una paciente

 

Uno de los pilares de la práctica como psicóloga es la escucha activa. Me gustaría a invitarte a probarlo a través de este testimonio de una paciente.

 

Dicen que durante las conversaciones dedicamos tanta atención a pensar en nuestras respuestas que nos olvidamos de escuchar. Se ha demostrado que las experiencias compartidas enriquecen y provocan más comodidad y comprensión.  Es por eso que atesoramos los testimonios de nuestros pacientes a través de nuestra iniciativa de “Notas de Genios”, potenciamos que los pacientes se ayuden tanto a sí mismo como a los demás expresando su recorrido en la terapia y construir así una comunidad.

 

En esta ocasión puedes encontrar el camino de una persona que nos muestra que la vida nos pondrá la misma piedra delante, una y otra vez, hasta que logremos superarla.

 

Os dejo aquí su pequeño cuaderno de bitácora:

 

Desde que recuerdo hice pequeñas excursiones a la madriguera de Alicia. Tenía curiosidad por saber si habrá algo más. Durante los primero años, naturalmente, retorné a casa en varias ocasiones. Fue más tarde cuando realmente descendí de forma vertiginosa en un mundo que ahora tiene razón y lógica.

 

Si bien crecí muy cerca de un carácter que pueda recordar a la Reina de corazones, identificó en la oruga más similitudes con las enseñanzas que recibí. Recuerdo útiles consejos (“un lado te hará crecer y el otro disminuir”) con tintes severos y despreocupados al mismo tiempo. Quizás va implícito en el hecho de ser la pequeña esa independencia que no has solicitado.

 

Hoy todo cobra sentido. El ejército de naipes que habitamos en casa comprendimos con el tiempo y con la presencia de El Rey de corazones, vigilante y conciliador, que la reina es un naipe más.

 

Con la adolescencia llegué a una fiesta interminable de la mano del Sombrerero loco. Conocí el bullicio de la liebre de mazó y el lirón. Conversaciones sin sentido. Adivinanzas sin lógica. Cuando finalizaba cada cuento, uno nuevo empezada con nuevos lirones y liebres que se sustituían.

Yo preguntaba por los antiguos anfitriones a mi gran amigo El Sombrerero. Me extrañaba que fueran reemplazados con tanta rapidez. Aparentemente había muchos enigmas sin respuesta por no descubrir y muchas relaciones sin vínculo por fomentar.

 

En mi viaje me crucé con el conejo blanco. Sus prisas y su reloj a contrarreloj me llevaron a pensar que llegaba tarde a ninguna parte. La búsqueda y los esfuerzos unilaterales por encontrar el amor fueron un obstáculo. Hasta que me canse de cruzar océanos por quien no era capaz de saltar un charco. Así pasó el tiempo.

 

Pero no todo el recorrido fue pedregoso. Ni siquiera la Reina de Corazones lo era. Tuvo su parte entrañable y divertida con un sentido del humor que siempre agradeceré haber heredado. Lo considero una habilidad de lo dar réplica a un comentario con ironía.

 

Gracias a ese sentido del humor tropecé una y otra vez con El Gato de Chesire. Intermitentemente ha sido parte de mi vida, dejando flotar su sonrisa cuando creía estar sola.

 

  • Alicia: ¿Podrías por favor indicarme el camino para salir de aquí?
  • Gato: Eso depende en parte del sitio donde quieras llegar.
  • Alicia: El sitio no importa demasiado
  • Gato: Entonces no importa el camino que tomes.

 

Como es bien sabido, la sonrisa del felino brilla en cualquier sitio cuando menos lo esperas. Puede ser que me la encontrara cuando encendí el ordenador y me puse a curiosear, en el día que corría por Plaza de España emulando a El Conejo Blanco porque cuando llegaba tarde a mi cita con con el gato.

 

El aún esperaba para guiarme de nuevo en la salida de la madriguera. Eso sí, me pidió que le dedicara el mismo tiempo que habrá estado esperando.

 

Anónimo

 

Cada Carta de Sabios cuenta una historia diferente y sin embargo hay una parte de nosotros que podría conectar con cada una de ellas. Lo cierto es que en lo profundo somos más similares de lo que podría parecer a simple vista. ¿Y tu, eres una Alicia en busca de tu camino?

Cristina García Van Nood, psicóloga en Ampsico

 

 

 

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