A muchos de nosotros, cuando nos paramos a pensar en la figura del psicólogo, la primera imagen que se nos puede venir a la cabeza es la de una persona sentada detrás de una mesa en una consulta o en un centro escolar atendiendo las necesidades que tienen sus distintos pacientes o estudiantes. Sin embargo, la labor de este profesional se extiende más allá del ámbito clínico, escolar o empresarial. En este artículo queremos centrarnos en el trabajo tan importante, necesario y muchas veces desconocido, que realizan los psicólogos en situaciones de emergencia o catástrofes como las ocurridas recientemente en el accidente ferroviario de Santiago de Compostela.

Ante una situación de crisis, donde se ve interrumpido de forma drástica el funcionamiento normal de los individuos y la respuesta de estrés alcanza niveles muy elevados, pueden darse una serie de reacciones normales ante una situación que no lo es en absoluto:

Reacciones emocionales → Shock, ira, incredulidad, temor, culpabilidad, tristeza, desesperación, irritabilidad, pérdida de la capacidad de disfrute, etc.

Reacciones cognitivas → Dificultades de concentración, confusión, distorsión de la realidad, baja autoestima, pensamientos intrusivos, distorsión de la realidad, etc.

Reacciones biológicas → Fatiga, insomnio, hiperactivación, quejas somáticas, afectación del sistema inmune, pérdida de apetito, etc.

• Reacciones psicosociales → Aislamiento social, estrés en las relaciones interpersonales, abuso de sustancias, etc.

El papel del psicólogo en una intervención en emergencias y catástrofes en fundamentalmente preventivo. Tiene como objetivo ayudar a manejar crisis agudas de ansiedad o fuertes sentimientos de indefensión y desesperanza que suelen aparecer ante estas situaciones. No se trata de rebajar el dolor y el sufrimiento, tan intenso en estos casos, sino de orientar y ofrecer a las personas pautas y estrategias de afrontamiento que puedan evitar la instauración de problemas psicológicos futuros. Datos de estudios realizado en 2004 sobre las consecuencias psicopatológicas tras los atentados terroristas del 11-M en Madrid, indican que en la población general evaluada tras el incidente un 10,9% sufrió ataques de pánico, un 4% trastorno por estrés postraumático y un 8% depresión; en cuanto a las victimas afectadas en el atentado y sus familiares un 45% ha sufrido con posterioridad ataques de pánico, un 35,9% trastorno por estrés postraumático y un 31,3% Depresión (J.J. Miguel Tobal, A. Cano Vindel. I. Iruarrizaga, H. González y S. Galea, 2004); por último, en referencia al personal de emergencias que participó directamente en los operativos de rescate y ayuda a los afectados, un 13,9% experimentó ataques de pánico tras el atentado, un 1,2% trastorno por estrés postraumático y un 2% depresión (H.Gonzalez Ordi, J.J. Miguel Tobal, A. Cano Videl e I. Iruarrizaga, 2004)

Pero, ¿cómo interviene un psicólogo/a ante estas situaciones?

• Es fundamental elegir un lugar y un momento que reúna las condiciones estimulares adecuadas para poder poner en prácticas de forma efectiva las distintas habilidades.

• Sin duda la comunicación, tanto verbal como no verbal, es la herramienta más eficaz que tiene un psicólogo para trabajar en momentos de crisis. Es de gran importancia proporcionar a las personas afectadas la mayor información posible de lo que ha ocurrido, reduciendo así su incertidumbre. En este momento de la intervención se pone en conocimiento de los interesados datos fiables, como el personal implicado, los recursos que se han movilizado, los lugares de información constante, las intervenciones que se han realizado hasta el momento, etc.

• Explicar a los afectados la normalidad de sus respuestas tanto físicas como emocionales y cognitivas puede ayudar a
reducir su activación. Estas reacciones son normales, lo que no es normal es la situación a la que se están enfrentando.

• La facilitación de claves para poder hacer frente a sentimientos de indefensión, impotencia, juegan un papel fundamental en este tipo de situaciones, favoreciendo la vuelta a la normalidad.

• La expresión emocional por parte de los afectados se convierte en uno de los principales objetivos de estas intervenciones. Es importante mostrarse cercanos y respetuosos, especialmente con aquellos que no desean esa intervención. Mostrarse empático, mantener el contacto visual y sobre todo realizar una escucha activa, donde el afectado no se sienta juzgado sino arropado, permitirá una mayor descarga de emociones, pensamientos, etc. que aliviarán su malestar.

• Es esencial intentar que los niveles de activación no se disparen, para evitar así la aparición de un ataque de pánico. Para ello, se emplean distintas técnicas de relajación que permiten una reducción de la activación tanto a nivel cognitivo como fisiológico y motor.

Sin embargo, la labor del psicólogo en situaciones de emergencia no sólo se limita a los afectados y sus familias, sino que se extiende también al personal de emergencias que participa directamente en las labores de rescate y ayuda a los mismos. Estos profesionales no son inmunes a las secuelas psicológicas que producen las situaciones de crisis. Las respuestas que se producen ante la actuación en los momentos del rescate pueden afectar a estos profesionales a distintos niveles:

• Cognitivo: Hipervigilancia, confusión, pensamientos intrusivos, etc.

• Afectivo: Miedo, irritación, ansiedad, estado de shock emocional, etc.

• Fisiológico: Fatiga, mareos, taquicardia, dolor de cabeza, etc.

• Motor: Habla acelerada, incapacidad de descanso, gritos, etc.

No debemos olvidar que el personal de emergencias se ve sometido con frecuencia a la exposición repetida de situaciones de crisis. Por ello, para evitar reacciones negativas como las citadas anteriormente es de gran importancia reconocer el propio estrés e identificar los síntomas que aparecen. El terapeuta deberá mostrarse empático, realizar una escucha activa, explicarles la normalidad de sus reacciones ante situaciones de este calibre, proporcionarles apoyo y elogiar su esfuerzo además de facilitar descanso cada cierto tiempo o indicarles la posibilidad de cambiar de tarea si se considera oportuno, para no permanecer durante un espacio de tiempo prolongado ante el mismo estimulo aversivo. En los días posteriores al suceso, es importante realizar una reunión con el personal implicado donde se realizará una recapitulación de los hechos ocurridos con el objetivo de aliviar tensiones, ansiedad o cualquier sensación de malestar que pueda dar lugar a síntomas más duraderos.

A modo de conclusión, queremos destacar la importancia de la labor que realizan los equipos de psicólogos en situaciones de emergencia, donde es fundamental la necesidad de una intervención inmediata y eficaz, con el fin de que los afectados puedan pasar este difícil proceso de la mejor manera posible, evitando así la instauración de problemas emocionales posteriores. Por ello, la coordinación con el resto de personal de emergencias es imprescindible para lograr un mayor éxito en la intervención, donde cada uno de los equipos constituye un “eslabón fundamental de la cadena”

 

 

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