Oct 29, 2018 | Aprendizaje, asertividad, críticas, Inteligencia Emocional, mindfulness, Psicología
LORD STRITH
O ese Pepito grillo estricto que hay en ti
A lo largo de nuestra vida vamos construyendo nuestras propias opiniones, formas de ver las cosas o nuestros propios valores. De esta manera nuestra personalidad va tomando forma, o lo que es lo mismo, se va determinando la tendencia que tenemos a actuar, pensar o sentir. Empìeza a crecer nuestro personaje congnitivo. Es lo que nos hace únicos e irrepetibles. Nuestro sello.
Alba (nombre ficticio) llegó a nuestra consulta porque tenía una determinada conducta (a partir de ahora vamos a llamarla «conducta XXX») que repetía cada semana. El problema llegaba cuando le venía su resaca moral, aquella que nos invade cuando reflexionamos sobre algo cuando ya ha pasado, ya que no le hacía sentirse bien. Todo lo contrario. Le hundía casi en la miseria emocional.
«Eres una pringada. Antes moladas y ahora no».
A lo largo de varias sesiones empezamos a quitar la tela de araña que había bajo ese sentimiento desagradable que experimentaba Alba cada vez realizaba la «conducta XXX». Antes de continuar con esta historia, tenemos que aclarar que la «conducta XXX» no provocaba daño físico alguno ni a Alba ni a otras personas. Por lo que el reproche moral estricto no tenía sustento. A simple vista.
«Eres una pringada. Antes molabas y ahora no. La has vuelto a liar».
En uno de nuestros encuentros Alba me confesó: «No puedo seguir haciendo esto», a lo que le contesté: «Dime porqué no, ¿cuál es la razón?». Y su respuesta seguía siendo un silencio desorientador. No alcanzaba a encontrar la salida a ese laberinto emocional en el que estaba metida y no sabía como salir. La única información que recibía eran esos mensajes negativos desde no se sabe dónde:
«La has vuelto a liar. Qué mal lo haces todo».
En nuestro día a día, consciente o inconscientemente, sometemos lo que vivimos a juicio. Tanto a nosotros mismos como a lo de los demás. Un juicio en el que las normas o las reglas las ponemos nosotros mismos, aquellas que hemos ido construyendo a lo largo de nuestras vidas. Esas normas son la base de nuestro filtro cognitivo, o mejor dicho, las que lo moldean o dan sentido. Para que nos entendamos, imagínate que te estás poniendo unas gafas con el color de la lente roja y de repente tu alrededor se vuelve de ese color. Mires donde mires solo hay color rojo. Pasaría lo mismo si tus cristales tuviesen rayas o si estuviesen distorsionados. La visión que tienes depende de la lente con la que lo mires.
¿Qué pasa cuando crecemos en un entorno que nos envía mensajes estrictos? Como por ejemplo: «debes de ser buena niña y estudiar mucho», «las relaciones sexuales solo y exclusivamente si son con tu pareja estable», «si estudias ahora, triunfas seguro de mayor», «las relaciones de pareja son siempre maravillosas», «eres perfecta»… Pues que la tendencia de tu filtro cognitivo irá en la misma línea. Es como si tuviéramos algún personaje cognitivo, una voz interna que nos va guiando y dando instrucciones. Puede ser un personaje positivo o alentador que nos manda ánimos: «¡Al menos inténtalo! Otras veces lo has conseguido». Uno pesimista, agorero o aguafiestas: «Ni lo pienses, eso es muy difícil para ti». O incluso estricto o reprochador, como el personaje de nuestra protagonista, Alba. Hay tantos tipos como personas que somos. Cada uno con sus características y cualidades.
Para Alba fue un alivio descubrir su filtro, su personaje cognitivo. Le puso lógica a su malestar, a esa resaca emocional que surgía tras la «conducta XXX». Descubrió el hilo conductor entre lo que hacía y cómo se sentía, es decir, el razonamiento o pensamiento que hace de conexión entre ellos. Esta revelación es el primer paso para cambiarlo.
Poco a poco, Alba fue siendo consciente de la presencia en su día a día de ese personaje cognitivo que juzgaba, como el juez de la foto, su día a día. Era un filtro poco flexible y con unas reglas estrictas, algo que hacia poco probable que Alba se sintiera bien. Para ponerle un toque de humor, y como técnica terapéutica, lo convertimos en personaje y le pusimos cara. El nombre fue sencillo, el «hombre estricto» o dándole un toque internacional «Lord Strith». Pelo blanco, toga, peluca como las de los jueces y abogados ingleses, rostro tenso y dedo acusador. Eso sí, con una voz de niño puberal con la que conseguimos que Alba se riese cada vez que escuchaba uno de esos mensajes bomba.
«La has vuelto a liar. Qué mal lo haces todo».
Escuchado con voz de pito, ¡tiene otro matiz! ¿No crees?
Y al final, fueron incluso amigos.
Dedicado con todo mi cariño a mi querida Alba y, por supuesto, a mi gran maestra Mayte.
Jul 11, 2018 | asertividad, Buenos hábitos, Comunicación, críticas, estilos de comunicación, Inteligencia Emocional, Psicología, Relaciones personales
Discusiones de verano, que diga, de pareja
Qué bonito sería (al son de la canción de Rosario Flores) que las relaciones de pareja fuesen fáciles, gratificantes a tiempo completo y, ya que nos ponemos a pedir, que la otra persona acertara en lo que a mi me apetece, en el momento perfecto y de la forma exacta. Qué bonito sería que no existiesen los problemas de pareja. ¡Ayyyy! (suspirito de los de madre esperando que sus hijos maduren).
Pues tenemos una noticia mala y otra buena. La primera es que eso es casi imposible (y decimos «casi» para que no rompas a llorar ya por desilusión). Hasta ahora el ser humano no tiene la capacidad de adivinar la mente y si no le dices qué es lo que quieres, no lo sabrá. Lo sentimos mucho. Olvídate de esos adolescentes de las pelis americanas románticas en las que el chico (de esos que estaban potentorros y tan guapos que empalagan) llama a la puerta de su amada para llevarle los bombones o las flores que a ella le encantan justo en la tarde que ella más lo necesita. Que no te engañen, NO EXISTE. Lo volvemos a sentir, y mucho. Si ves que no lo superas puedes llamarnos. La segunda noticia, y buena, es que no está todo perdido. La clave para evitar los problemas de pareja es la comunicación.
Un alto porcentaje de los problemas de pareja es debido a una falta de comunicación o que ésta es llevada a cabo de manera errónea. Algo así como el juego del teléfono escacharrado. Los errores de interpretación, utilizar un tono más alto de lo debido o decir que lo que hoy ha pasado te ha molestado pero en realidad estás pensando en las 6788 veces anteriores que ha sucedido lo mismo, son algunos de los elementos que juegan en contra de una buena convivencia. La pareja, al igual que cualquier otra relación, necesita tener una comunicación sana, clara y empática. De lo contrario nos metemos en un agujero de esos negros, pero negro negro.
Varios estudios relacionan las vacaciones con un aumento de las discusiones de pareja. Y como están a la vuelta de la esquina, si no estás ya disfrutándolas (y discutiendo), queremos proponerte varias cosas para que los malos rollos no entren en vuestra maleta de viaje. ¡Ojo! Si no tienes pareja y te vas con amigos también te sirven estos consejos:
- Dí realmente lo que sientes o piensas, olvídate del sarcasmo o de «los tiritos». Si hoy te apetece playa en vez de ir a pasear al centro dí: «me apetece pasar el día en la playa». Evita: «tú sabrás qué es mejor» (con la intención de reprocharle que su elección del plan de anoche fue nefasta. Ignorando por cierto lo que tú querías hacer) o «ya sabes lo que prefiero». Recuerda, nadie tiene la capacidad de leer la mente o de descubrir qué es lo que quieres hoy. Ni si quiera tu pareja con la que llevas años y debería saberlo. DEBERÍA, más adelante hablamos de esto.
- Piensa en ti pero también en la otra persona (es decir, lo que se llama ser empático): «¿Qué te parece si ahora vamos a la playa y esta tarde damos una vuelta por el centro?» o «Podemos ir por la mañana de turismo y comer cerca de la playa para estar ahí por la tarde». Te tienes en cuenta a ti mismo/a y a la otra persona. Negocia.
- No interpretes. Aguanta los nervios y pregunta porqué no ve bien la opción que tú le has propuesto. Asegúrate de que te has enterado. En ocasiones, y por no hablar claramente, entendemos mal el mensaje y ¡BOOM! comienza una discusión. Cuidado con los agujeros negros. ¡Que son muy negros! Mejor seguir negociando que tirarte de cabeza al abismo.
- Los deberías… ¿sabes esa persona con la que es insoportable estar? Con quién es difícil llegar a un acuerdo o convivir, pues ese es el debería. «Deberías saber que yo quiero playa», «deberías conocerme mejor»… solo conducen a la discusión. Agujero negro.
- Otros amigos a los que no invitar a la fiesta son: nunca, siempre, todo y nada. Mejor que no estén en vuestra conversación. Hacen que el mensaje se haga extremo. Son como los típicos que necesitan llamar la atención a donde quiera que vayan (qué pesados, madre mía).
Y dicho esto, que quede bien claro que siempre voy a querer ir a la playa y nunca voy a preferir otro plan. No hay nada mejor ;-D.
Feliz verano, parejas. Feliz verano, amigos. Y no discutáis, hay mil maneras más de pasar el tiempo.
May 1, 2018 | Aprendizaje, asertividad, Comunicación, críticas, estilos de comunicación, Inteligencia Emocional, Problem Solving, Relaciones personales, Sin categoría, Sociedad, Solución de Problemas
Díselo, pero hazlo de forma asertiva.
Cuando nos comunicamos con los demás, solemos emplear un estilo de comunicación determinado y con bastante probabilidad ese estilo marcará la forma que tomen nuestras relaciones en el futuro.
Existen tres estilos de comunicación diferentes. Aunque empleamos todos en un momento u otro, suele ser uno el que más se repetimos y, por lo tanto, el que más nos representa.
- Estilo PASIVO.
- Estilo ASERTIVO.
- Estilo AGRESIVO.
Las consecuencias que obtenemos al utilizar cada uno de los estilos son muy distintas. Al emplear el estilo pasivo, no tenemos en cuenta nuestros derechos ni deseos y nos centramos en complacer los deseos de los demás, aún sin querer hacerlo, con el objetivo de evitar un conflicto. En el extremo opuesto se encontraría el estilo agresivo, en el que impongo mi voluntad sin ponerme en el lugar del otro, lo que genera tensión y malestar en los demás. Efectivamente, como estarás pensando, es el estilo asertivo aquel que facilita la comunicación y que produce consecuencias más positivas tanto en el emisor como en el receptor de una conversación, ya que tiene su base es el respeto, tanto de mí mismo como de los demás.
Una de las situaciones que más dificultades genera en la comunicación, es expresar aquello que no nos gusta. Podemos llegar a sentirnos atacados y responder, así, con otro ataque, llevando por bandera un estilo agresivo. O darse todo lo contrario, y que decidamos no decir nada para avitar una confrontación. La ira y el miedo serán la emociones que guíen cada una de estas actuaciones respectivamente.
Es por eso que hoy queremos mostraros una fórmula para poder hacer una crítica de forma asertiva. Se asemeja en su estructura a un bocadillo. Estos son los pasos a seguir:
- En primer lugar, iniciaremos la conversación con una expresión agradable, que anime al interlocutor a escucharnos (pan).
- A continuación, pasaremos a explicar qué es aquello que no nos ha gustado (relleno); es importante ser claro y específico. Explica cómo te hace sentir ese hecho y cómo te gustaría que fuera su comportamiento la próxima vez.
- Por último, cerramos con una nueva expresión agradable (pan) que facilite el diálogo.
Recuerda que es importante mantener un tono de voz adecuado, el contacto visual y mostrar firmeza; todo ello tanto en tus gestos como en tus argumentos, pero sin ser brusco.
Prueba esta nueva fórmula y compara los resultados con los que has obtenido en otras circunstancias. Seguro que no te defraudará.
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