EL CONSEJO GENERAL DE PSICOLOGÍA DE ESPAÑA Y OTRAS INSTITUCIONES, NOS ACERCAN ESTOS CONSEJOS PARA AFRONTAR A NIVEL PSICOLÓGICO LA SITUACIÓN ANTE EL COVID-19
Incertidumbre, miedo, ansiedad, frustración… son algunas de las emociones y sensaciones que nos están acompañando en estos días difíciles. Todos estamos dispuestos a colaborar para así ayudar a mejorar la situación que nos encontramos ante esta pandemia del COVID-19.
Desde AMPSICO queremos aportar nuestro granito de arena y hemos creado para una recopilación de documentos que están al alcance de todos. Nos aportan diferentes consejos y recomendaciones psicológicas para ayudar y tener un mejor proceso de recuperación durante la cuarentena y el confinamiento que estamos viviendo desde el pasado marzo.
Aunque la adolescencia es un periodo de cambios, rebeldias y disputas continuas, hay que intentar vivirlo como una experiencia positiva, por muy extraño que te parezca. Es un momento de aprendizaje y la familia debe ser partícipe de ese proceso y dar su apoyo.
Tenemos que tener claro que nuestro hijo va a pasar por esta fase, y es mejor que sepamos a qué atenernos. “Es una etapa de mucha crisis y los padres no saben manejarse en las situaciones nuevas que presenta”.
Sin darnos cuenta educamos en el miedo, anticipamos los problemas de la adolescencia antes incluso de que ocurran. Y del miedo pasamos a la sobreprotección, que deja a los adolescentes sin capacidad de autodisciplina, control de impulsos y tolerancia a la frustración”
¿Es malo? No, sin conflicto no hay convivencia, pero hay que saber manejarlo. A los padres les cuesta mucho mentalizarse de que a partir de ahora tienen que negociar, es decir, ceder unas cosas para conseguir un objetivo común con el adolescente”. ¿Y por que en esta etapa nos cuesta entender esto? …Porque el adolescente ya no depende de nosotros para muchas cosas, es un sujeto distinto que tiene ideas propias.
“Es verdad que los adolescentes viven una etapa difícil en la que deben tomar decisiones clave. Pero esta experiencia de estrés vital, de desorientación, lo que puede dañar es mucho más importante: su autoestima. Cuando los jóvenes llegan con sensación de fracaso es porque han asumido el miedo a no ser nada en la vida. Debemos eliminar esta presión y fomentar su seguridad”.
Ángel Peralbo. Licenciado en Psicología y postgrado en Psicología Clínica del Niño y del Adolescente.
A continuación enunciamos 6 prácticas que SÍ funcionan con las y los adolescentes.
Hablar, hablar y hablar. Aunque a veces creamos que no se lo merezcan y estemos dolidos o decepcionados por su comportamiento, no rompamos la comunicación con los hijos e hijas adolescentes, porque también tienen “derecho” a equivocarse. La educación se realiza hablando y si perdemos la comunicación, perdemos la capacidad de educar.
Algunas pautas para preparar el diálogo son:
Buscar el momento y el lugar oportuno para hablar.
Esperar a que todos estén en condiciones de hacerlo.
Utilizar formas y tonos adecuados.
Concretar al máximo los acuerdos.
Si no se cumplen, pedir explicaciones también de manera adecuada.
Elogiar, halagar. Pocas cosas recibimos mejor de los demás que el reconocimiento por lo que hemos hecho, por nuestras capacidades, por
nuestros esfuerzos, por nuestros comportamientos,… Solamente desde la percepción de cosas buenas en nuestros hijos e hijas podremos solicitarles que se esfuercen en cambiar otros aspectos menos agradables.
Hagámosles que se sientan “importantes”, queridos. Podemos llamarles la atención, reconducirles, recriminarles determinados comportamientos, solo si son conscientes de que nos importan. Recordemos que el castigo solo funciona
si el que lo pone también importa.
Démosles la responsabilidad sobre su vida. “Responsabilidad” que en muchas ocasiones será “tutelada”. Cuando los y las adolescentes sienten que son responsables de sus actos, suelen funcionar mejor que cuando sienten que están siendo excesivamente controlados. Quieren demostrar que son capaces de hacer las cosas bien.
Eduquemos en valores. Puede sonar a antiguo pero muchos de los comportamientos que les pedimos están íntimamente ligados con valores como la responsabilidad, el respeto, la solidaridad, el esfuerzo.
Vigilemos el Tiempo Libre. Puesto que la Adolescencia es una etapa caracterizada por la acción, facilitemos que participe en diferentes grupos (culturales, deportivos, de Tiempo Libre…), organizados y positivos.
Lo que No funciona con las y los adolescentes es lo siguiente:
Entrar en discusiones, amenazas, enfado, lo que supondrá un empobrecimiento de las relaciones familiares. Esto conlleva:
• No utilizar malas formas o modos
• No dirigirnos a ellos y ellas con tonos fuertes.
• No utilizar el castigo de forma muy frecuente.
• No discutir en el momento del enfado
• No culpabilizar siempre al otro de los errores
• No sacar siempre lo negativo del otro, sin decirle que también hace cosas bien.
Los regalos, los premios “bajo promesa” de cambio. Obtienen buenas palabras, crean ilusión en los padres y madres pero, apenas, ninguna modificación en el/la adolescente. Si transmitimos la idea de que cuando quiera conseguir algo, no tiene más que hacer algo mal, así como a “poner precio” a todas sus obligaciones, convertiremos nuestra casa en un mercado.
“Flojear”, ser excesivamente comprensivos con conductas graves. No todo es negociable, y no todas las conductas se pueden relativizar.
Asumir sus responsabilidades como por ejemplo “llevarle al colegio”, “estudiar por él/ella (con él/ella)”. Llega un momento en que el/la adolescente tiene que aprender a llevar sus obligaciones y responsabilidades a cabo, y no las hará mientras estemos asumiéndolas nosotros.
En todo caso, si la situación familiar es muy complicada y entre todos no pueden lograr soluciones es un buen momento para buscar ayuda profesional.
Ser madre en el siglo XXI, un desafío de ser mujer.
“Madre no hay más que una”. Dicho popular que hace referencia a lo que son las madres para cada uno de nosotros/as. Pero ¿dónde queda la mujer que somos?
El hecho de ser madre es algo a lo que decidimos y tenemos la obligación de hacerlo (si queremos). Esto no tiene que ir en detrimento de nuestro desarrollo personal o profesional. Muchas mujeres han decidido serlo a pesar de que al hacerlo, durante un tiempo nuestro desarrollo profesional y personal se ve modificado. Pero ¿en qué momento esta modificación ha de ser mala en sí misma?
Cuando una mujer decide ser madre, primero ha reflexionado sobre ésta decisión, y seguro que la ha tomado con conocimiento de causa. De ser profesionales, trabajadoras, pareja, tener tiempo para nosotras, y nuestros amigos/as, pasamos a sumergirnos en el proceso de cambio que implica la maternidad. El cambio es algo que al principio no nos da tiempo a procesar, pero sabemos que está siendo un cambio importante. Es una de las mayores propuestas de entrega y amor que una persona hace en la vida, a veces con conciencia o no de lo que eso implica.
Todas y cada una de nosotras tenemos diversos roles, conforme el entorno donde nos encontremos. Así somos la compañera de trabajo, la hermana, la hija, la pareja… Conforme estemos en determinado lugar, así nos comportamos. Nuestra energía se centra en las actividades y vínculos que hacen que nuestra vida sea la que deseo que sea.
Con el nacimiento de nuestro bebe, se reduce el tiempo que empleamos en algunos de los roles que antes desarrollábamos con naturalidad. Pero estoha de ser por un tiempo. El tiempo depende de cada persona y de sus disponibilidades. Pero en todo momento hemos de tener en cuenta que también disponemos de otros elementos importantes para recuperar nuestro espacio, y uno de los importantes es el del padre, pero también tenemos otros (abuelos, tíos, amigos…).
Al principio todo parece un caos y que no tenemos el control de lo que nos va sucediendo a nuestro alrededor, pero poco a poco se va acomodando nuestra vida y vamos tomando confianza.
Es en éste momento donde nos podremos empezar a plantear el recuperar algunos de los diferentes roles que antes desarrollábamos, pero el principal es “¿Dónde quedó la mujer que era…?”. En este momento tenemos que recuperar e integrar a la mujer con la madre.
Muchas mujeres nos metemos en la crianza tan de lleno que se nos olvida algo que es importante también para nuestro bebé, nosotras mismas. Este es el mayor desafío, el recuperar ser nosotras mismas, sin pensar que “abandonamos a nuestro pequeño”.
Hay que poder compaginar la crianza, conectando con nuestro bebé o hijos, y hacer el esfuerzo, a veces difícil, de darnos un rato para nosotras mismas. No hablo de hacer cosas gastando dinero, sino de una actitud interna de nosotras mismas para querer estar mejor. Empezar a ocuparme de mi cuerpo, de mi pelo, de poder tomar un café con una amiga, hacer una actividad que me gusta (pintura, yoga, danza), o estar con mi pareja solos por un rato. La idea es poder recuperar cosas que nos nutran y que nos “recarguen las pilas” para estar mejor para con nosotras mismas, y por consiguiente con el bebé.
Hay veces que nos “protegemos” detrás de la maternidad, porque nos da “pereza arreglarnos o salir”. También hay veces que nos genera cierta angustia y miedo de dejar a nuestro bebe y separarnos de él, pero aun así hay que hacerlo. Cuando la angustia es mayor y nos “protegemos” poniendo de parapeto a nuestro bebé, es un buen momento para trabajar ésta angustia.
Hay que ir integrando la maternidad con el resto de cosas que forman parte de nuestra vida, e ir sumando poco a poco los roles que antes teníamos poniendo energía en ellos. Gracias a esto, recuperaremos un rol más rico y fortalecido.
Como Gloria Estefan comentó en una ocasión “La maternidad es difícil y gratificante”, pero lo es más cuando recuperamos el hecho de ser más: Nosotras mismas.
Si la semana pasada, Mercedes nos daba algunas ideas para cultivar nuestro amor propio, hoy queremos reflexionar acerca de las fases del amor en la relación de pareja. Para empezar, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿El amor en la pareja es algo duradero e invariable con el paso del tiempo? Existen mitos y creencias erróneas sostenidas por nuestra cultura a lo largo de la historia que alimentan la idea de que este sentimiento ha de perdurar para siempre y mantenerse con la misma intensidad en el transcurso del tiempo. Sin embargo, a nivel teórico, se han llevado a cabo diferentes estudios e investigaciones para intentar dar una respuesta y objetivar esta cuestión.
En este caso, hemos tomado como referencia un artículo llamado “Curso temporal de los componentes básicos del amor a lo largo de la relación de pareja” de Carlos Yela García, Doctor en Psicología. En esta publicación, se sugiere la existencia de tres fases fundamentales en la evolución del amor: Enamoramiento, Amor Pasional y Amor Compañero. Veamos en qué consisten cada una de ellas:
Enamoramiento. Esta es la fase inicial y abarcaría los primeros meses de la relación de pareja hasta el medio año aproximadamente. Durante este período, se produce un fuerte incremento de todos los componentes amorosos, pero sobre todo de la Pasión Romántica. La persona vive una especie de vorágine emocional, con sensaciones y sentimientos nuevos, caracterizada por un fuerte deseo de establecer un vínculo afectivo con el/la otro/a, además de una alta activación fisiológica y sexual. Se trata pues, de un período de mucha agitación, acompañado por múltiples y variadas reacciones neuroquímicas.
Amor Pasional. Esta fase tiene lugar entre el medio año y los cuatro años aproximadamente. Se produce un aumento progresivo de la Pasión Romántica y la Pasión Erótica se acerca a su punto máximo. También se da un papel relevante al Compromiso y la Intimidad que siguen creciendo gradualmente. Es un período en el que se pone a prueba la confianza como base de la relación.
Amor Compañero. Este período daría comienzo a partir de los cuatro años de relación. Se caracteriza por una disminución de la Pasión Romántica y más destacada de la Pasión Erótica, y un mayor nivel de Intimidad y Compromiso.
Hay que tener en cuenta que en esta investigación, el 8% de los participantes llevaban más de 7 años de relación, por lo tanto, no se pueden realizar afirmaciones con suficientes garantías más allá de esas fechas.
En conclusión, podemos decir que el amor en la relación de pareja es un sentimiento que va evolucionando con el paso del tiempo, no siempre tiene la misma intensidad ni las mismas características, y es imprescindible cuidarlo y prestarle atención de forma constante. Terminamos con un toque de humor que tal vez nos ayude a verlo más claro:
Si te gustaría leer el artículo completo que hemos mencionado, lo tienes aquí.
La fantasía, la espontaneidad y la creatividad del juego
a favor de los niños en terapia.
La caja de arena es una técnica proyectiva que permite externalizar los estados internos y desde ahí observar los conflictos internos, las transferencias que se realizan a personas u objetos y un largo etcétera. Tal y como dijo Rapaport, todas las manifestaciones del comportamiento humano, desde las más insignificantes, revelan y explican la personalidad del sujeto, es decir, el principio individual del cual es portador. Desde este punto de vista todo lo que hacemos (y también lo que dejamos de hacer) da información constante sobre quiénes y cómo somos.
Esta técnica apareció de la mano de la pediatra y psiquiatra inglesa Margaret Lowenfeld que empezó a utilizar el juego con la arena, el agua y las miniaturas en las sesiones con los niños. Se dio cuenta de que los niños construían escenarios en los que representaban su propio mundo interior y exterior. Los niños lo bautizaron como “la técnica de los mundos”. Y por tanto se dice muy acertadamente que los auténticos creadores de la técnica fueron los propios niños.
Para quién está especialmente indicada
La técnica de la caja de arena es sensible de ser utilizada con todo tipo de personas, desde niños hasta ancianos. Sin embargo hay poblaciones en las que está especialmente aconsejado por aportar un canal de comunicación que va más allá de lo verbal. Estas poblaciones son:
Personas que han sufrido traumas, malos tratos o abandono.
Personas con retraso en el desarrollo, bajas habilidades verbales o baja inteligencia emocional.
Pacientes con historial de daño neurológico.
Niños con trastornos del apego.
Beneficios de la técnica
La caja de arena permite tender un puente entre la realidad intrapsíquica donde el niño o el adulto y las escenas que elaboran en el exterior.
Otro beneficio clave es la seguridad. El entorno y la actitud del terapeuta crean un clima en el que sentirse tranquilo para poder expresarse.
Además, la técnica es una fuente de metáforas terapéuticas. Algunos ejemplos que José Luis Gonzalo Marrodán da en su libro son superhéroes como sentimientos de seguridad y protección; las vallas como contención, límite y protección; los puentes como elementos de integración y los monstruos para representar la noche, el terror.
El respeto que implica hacer exploración en lugar de una interpretación ya que se valida el paciente es el único experto en su propia caja. Además de que no obliga a elaborar verbalmente después con el paciente.
En conclusión está técnica proyectiva permite facilitar el mensaje cuando las palabras no son tan útiles. Pone la creatividad y el juego a favor de la terapia, tal y como hemos visto con otras técnicas en la terapia infantil y adolescente, desde mi experiencia eso siempre es un acierto. La caja de arena me ha enamorado desde el primer momento en que recibí la formación y espero poder seguir profundizando en ella con los años. Es un placer compartir una breve introducción a este mundo mágico.
Bibliografía
Construyendo puentes. La técnica de la caja de arena (2014). José Luis Gonzálo Marrodán. Desclée de Brouwe.
Alzate Vélez, L. y Muñoz Vila, C. (2016) El reflejo de la realidad interna en el juego con la caja de arena. Revista de Psicología Universidad de Antioquía 8(1), 111-126.
Ventanas a nuestros niños: Terapia Gestáltica para niños y adolescentes (1988) Violet Oaklander. Cuatro Vientos Editorial.
Manual de Terapia Infantil Gestáltica (2010) Loreta Cornejo. Desclée de Brouwe.
Cuando catalogamos algo como tóxico, por ejemplo una sustancia, queremos decir que ésta nos puede producir algún daño, que es mala para nuestro organismo. Del mismo modo, podemos hablar de relaciones tóxicas, en este caso, enfocadas en el ámbito de pareja. Son aquellas en las cuales uno o los dos miembros de la relación sufren y les genera mucho malestar emocional. Vamos a describir más detalladamente cuáles son las principales características de este tipo de relaciones.
Para empezar, una de las señales más evidentes tiene que ver con las faltas de respeto y descalificaciones, que pueden darse de forma unilateral o mutua. Se produce entonces una especie de dinámica perversa, en la que el objetivo del ataque es minar al otro y ostentar una posición de dominio y superioridad, creando así una relación de poder asimétrica.
El chantaje emocional es también característico en las relaciones tóxicas de pareja. Esta situación ocurre cuando uno adopta el papel de víctima y tiende a culpabilizar reiteradamente a la otra persona de todos sus males, de sus dificultades y de sus problemas. Se expresa en forma de presión y amenaza hacia el otro, poniendo condiciones y advirtiendo de consecuencias indeseables en el que caso de que la otra persona haga algo que le enfade. Quizás lo entendamos mejor con un ejemplo. A mí me gustaría salir de vez en cuando con mis amigas a tomar algo, pero mi pareja me dice abiertamente que le molesta, y además añade “tú verás lo que haces”, “si te vas es que no me quieres tanto como dices”. Este tipo de comentarios pueden hacer que la otra persona deje de lado sus deseos y preferencias por “contentar” a la pareja y evitar así que ésta se enfade, pero esto no es más que una estrategia de manipulación afectiva que posiblemente se seguirá repitiendo con cierta frecuencia y consolidará un modo de relacionarse culpabilizador y limitante.
Por otra parte, en este tipo de relaciones además pueden aparecer comportamientos de control, la desconfianza y los celos; todo ello, una vez más, lo puede ejercer sólo uno de los miembros de la pareja o darse de modo recíproco. Normalmente, detrás de todo ello, se encuentra el miedo a perder al otro, pero desde un punto de vista de posesión, como un objeto que piensa/n que le/s pertenece. Quien lo sufre se ve sometido/a a una intensa angustia y tensión, porque se ve siempre teniendo que dar explicaciones, y por desgracia, éstas casi siempre son insuficientes para desmontar lo que habitualmente es una creencia irracional relacionada con una supuesta infidelidad (o tentativa de la misma).
En resumen, las relaciones tóxicas suponen para las personas que se encuentran atrapadas en ellas un enorme desgaste emocional. Lo primero para poder salir de ese atolladero consiste en identificar algunos de estos indicadores que acabamos de explicar. Recuerda que una relación sana se construye sobre unos pilares fuertes: respeto, confianza, apoyo mutuo, libertad para decidir y expresar opiniones…Una relación afectiva debería sumar, no restar, que nos sintamos plenos/as y sobre todo, que nos permita ser nosotros/as mismos/as. Si ves que hay algo de lo que has leído hasta este momento con lo que te identificas, actúa, pide ayuda: la línea que separa lo tóxico de una situación de maltrato es muy,muy delgada. Date permiso para elegir quién quieres que esté a tu lado, tienes ese derecho: nuestra recomendación es que lo ejerzas.
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