Secuestros de niños, cómo protegerlos

Secuestros de niños, cómo protegerlos

Pautas para proteger a nuestros niños de un secuestro.

Desde hace unos meses, y tras los sucesos ocurridos en algunos distritos de Madrid, donde han tenido lugar el secuestro o intento de secuestro de varios menores.

El miedo, la preocupación y la indignación aumentan entre las familias.

Todos tenemos en nuestro entorno niños pequeños, ya sean nuestros hijos, nietos, sobrinos, vecinos o simplemente conocidos. No podemos evitar que el miedo se apodere de nosotros pensando en la remota posibilidad de que alguno de nuestros pequeños sea la siguiente víctima de los secuestros de niños tan sonados últimamente.

Ante estas circunstancias, ¿hay algo que podamos hacer para evitar situaciones así? Por supuesto que sí. No podemos actuar como un superhéroe y atrapar a los “malos” de forma tan sencilla como en las películas. Sin embargo nuestro papel, aunque menos activo, es igual de importante.

Madre e hija enriquecimiento personal

Una de nuestras tareas como adulto consiste en informar a los más pequeños sobre los peligros que existen (incluidos los secuestros de niños). Así, evitamos llenarles de miedo y ansiedad. Es importante que los niños continúen con su día a día, sin que informaciones de este tipo rompan con su rutina habitual. Pero debemos darles, al mismo tiempo, la seguridad necesaria para saber qué hacer en esos casos.

Actuaciones de prevención del secuestro de niños:

  1.  Cuando los niños se encuentren en el parque o en cualquier otro lugar de ocio, es importante delimitar una zona de juego de la que no deben salir sin haber avisado antes. Además, es bueno descartar que vayan a comprar chucherías o a hacer algún recado sin la supervisión de un adulto.
  2.  Es importante que los niños sepan no solo su nombre completo sino también el de sus padres También la dirección de casa, el nombre del colegio y un número de teléfono.
  3. Es conveniente que no lleven a la vista su nombre en la ropa o en algún complemento. Pues esto facilitaría al secuestrador ganarse la confianza del menor al llamarle por su nombre. Puede incluso decir que algún familiar le ha pedido que venga a buscarle. Por ello, es imprescindible avisar a los niños de que no deben fiarse de nadie que no conozcan anteriormente.
  4. Siempre que sea posible, trata de evitar que los niños vayan solos al colegio. Es muy posible que algunos de sus compañeros vivan por la zona, por lo que sería una buena idea que pudieran ir juntos. Ellos estarían más seguros y el camino al colegio sería más divertido.
  5.  Enseña a los niños a no esconderse nunca si alguien les está siguiendo. Explícales que deben buscar ayuda de inmediato en alguna tienda o casa cercana.
  6.  En el caso de encontrarse en una situación de peligro, hay que infórmales sobre cómo deben actuar. Por ejemplo, que grite o corra. Cualquier cosa es buena para llamar la atención de alguien que pase por esa zona. En el caso de que un desconocido se dirija a ellos, que acuda rápidamente junto al adulto que esté con él en ese momento.
  7. Si los niños son lo suficientemente mayores para quedarse solos en casa, tenemos que asegurarnos de que la puerta esté cerrada con llave.Además,  nunca deben decir a nadie que llame por teléfono o toque el timbre que se encuentran solos.

 

Seguir estas pautas, entre otras, puede marcar la diferencia y garantizar la seguridad de los más pequeños. Si en algún momento detectas algo que te parece sospechoso, no dudes en ponerlo en conocimiento de la policía. Ellos sabrán cómo actuar en cada caso.

 

 

 

logo-ampsico-web

Aprendizaje e inteligencia emocional

Aprendizaje e inteligencia emocional

Nunca es tarde para olvidar. Digo…aprender

Educación escolar

La educación es un gran campo dominado por el binomio enseñanza-aprendizaje, en el que interactúan varios agentes. Entre ambos componentes existe un espacio común donde ambos se encuentran, nutren e interrelacionan.

En el campo educativo podríamos hablar de la relación alumno – profesor. Al hablar de ellos se suele pensar que la función de uno (el alumno) es exclusivamente aprender y la del otro (el profesor) exclusivamente enseñar, pero la relación entre ambos va mucho más allá. Aunque muchas veces no somos conscientes, realmente alrededor de ellos también podemos encontrar multitud de variables que influyen y que se relacionan de una u otra manera con otros círculos sociales y de aprendizaje.

Uno de los aspectos que nos preocupa en mayor grado actualmente, dentro del sistema educativo reglado, son las pocas ganas e interés con las que se encuentran determinados alumnos; aspecto que influye directamente en el entusiasmo y en la vocación de sus maestros. Es un círculo vicioso del que tenemos que intentar salir y que, por otra parte, requiere un gran esfuerzo tanto de ambas partes como del sistema educativo en general.

 

Para estimular al alumno podemos utilizar las llamadas estrategias motivacionales. Estas se definen como determinadas formas de actuar, atractivas para el sujeto, con el fin de estimularlo y suscitar interés a la hora del aprendizaje. También las interpretamos como aquellas técnicas que utiliza el docente para que el alumno tenga motivación a la hora de aprender.

En este sentido es importante diferenciar entre estrategia, destreza y táctica. Una estrategia puede pasar a ser una destreza a través del aprendizaje. La estrategia es más reflexiva y consciente que la táctica, en cambio la táctica es mecánica y se puede reproducir sin aprender. Además, es importante distinguir entre motivación intrínseca y extrínseca. En función de donde se sitúe la atribución del fracaso (interna o externa) tendremos que dar una respuesta diferente. No es lo mismo un estudiante que atribuye su fracaso escolar al esfuerzo, a la suerte o a la dificultad en la tarea. Por tanto habrá que dar una respuesta educativa diferente.

La pedagogía es una ciencia que estudia, o bien tiene como objeto de estudio, la educación. Por tanto posibilita establecer la relación entre sujeto y aprendizaje, entendiéndose que el aprendizaje es un proceso de adquisición de conocimientos o experimentación con el objeto de obtener nuevos aprendizajes, y esto se produce a lo largo de toda la vida (aprendizaje permanente), o ¿acaso dejamos de aprender pasada la época de la educación obligatoria en nuestra adolescencia?

 

Se suele pensar que este profesional (el pedagogo) se dedica exclusivamente a la enseñanza dentro del área de la niñez, o en los diferentes campos de la educación institucional.” Cabe destacar, en un primer momento, que no es un psicólogo de niños ni un maestro especializado en esta etapa. Esta disciplina atiende tanto a niños, adolescentes, adultos como a población de la tercera edad.

Es cierto que tradicionalmente se orientaba prioritariamente al periodo de la niñez, ya que durante esta etapa evolutiva es donde se producen, cuantitativa y cualtitativamente, un mayor número de aprendizajes. Quizá podamos entenderlo mejor viendo la etimología del término: la palabra pedagogía tiene su origen en el griego antiguo, del término “paidagogós”. Esta palabra estaba compuesto por paidos (“niño”) y gogía (“llevar” o “conducir”). De hecho, antiguamente se denominaba pedagogos a las personas o “esclavos” que llevaba a los niños a la escuela.

Educación familiar

Los progenitores, como seres sociales, tienen la necesidad de relacionarse y la oportunidad de crear una familia, y para conseguir esto es necesario, obviamente, el poder mantenerla. El trabajo, en mayor o menor medida, resta tiempo a las relaciones personales y familiares, incluyendo también, la importante educación de nuestros hijos.

¿El pasar mucho tiempo fuera de casa, trabajando, significa estar desatendiendo a nuestros menores? Inevitablemente pueden existir casos en los que sí, pero en la mayoría de las veces el trabajo no sustituye a la educación de nuestros hijos, o no debería ser así, del mismo modo que la escuela tampoco debe sustituir a la familia. Por ello se hace necesario un lugar donde se cumpla el derecho de los niños de una educación adecuada y que comparta las necesidades educativas con las familias.

Estamos contemplando en nuestra época actual el nacimiento de una nueva infancia. Por un lado la revolución de las comunicaciones y el cambio del ritmo de vida laboral y familiar han situado a los menores en una relación muy distinta a la que tenía nuestros padres con sus progenitores.

La escuela no es ya el único ámbito en donde circula el saber. Los niños aprenden a manejar las nuevas tecnologías a un ritmo acelerado, recibiendo todo el torrente de información que esto implica de la misma forma que un adulto, pero al estar ubicados en un periodo evolutivo distinto observamos que la infancia se acelera, y consecuentemente se anticipa la adolescencia, demorándose sin embargo cada vez más el proceso de autonomía que insertará definitivamente al joven en la sociedad adulta y en el mundo laboral, algo muy diferente con las normas establecidas en el pasado.

Responsabilidad Social

Unido a la influencia de las nuevas tecnologías cabe destacar la educación como responsabilidad social. La inversión en educación se ocupa del desarrollo propio de los niños para su posterior integración en el mundo adulto, formados por personas críticas y preparadas para afrontar las posibles desavenencias que se nos presenten a lo largo de la vida. Recordemos que nunca es tarde para aprender cosas nuevas y para construir nuevos caminos y respuestas para nuestro futuro. La educación nunca se debe mirar como un gasto sino como una inversión a largo plazo totalmente necesaria para la reducción de las desigualdades sociales y para el desarrollo personal y social.

Una buena forma para comenzar desde pequeños es la comprensión de los problemas de forma crítica y significativa. Cuando trabajamos con niños más pequeños estos problemas se explican a partir de “lo particular” pero, a medida que se van haciendo más mayores se puede partir directamente de lo general. Por lo tanto un elemento importante a tener en cuenta es la edad del niño.

El fomento de las habilidades sociales es uno de los elementos más importantes a la hora de trabajar en el aula como en otros entornos. Ejemplos de estas habilidades son: la capacidad de escucha, respetar el turno de palabra, transmitir el respeto de unos a otros, saber cómo expresar desacuerdo, etc. Pueden parecernos aparentemente cosas sencillas y aspectos secundarios dentro del currículo escolar pero realmente su importancia es de igual peso o incluso mayor que el mero aprendizaje de conocimientos.

Nunca es tarde para aprender que, junto a los conocimientos teóricos, estas habilidades son imprescindibles para el desarrollo psicoemocional y social.

sonrie 2

La comunicación interpersonal es un elemento clave tanto entre profesores, alumnos, padres, comunidad educativa, iguales, etc. Por ello es muy importante saber transmitir y recibir información. Todos se merecen que se les preste atención y a todos nos gusta ser escuchados.

Una buena comunicación es clave para nuestro desarrollo, teniendo en cuenta que existen muchas formas de comunicación, atendiendo a nuestro lenguaje verbal (contenidos del mensaje, palabras), no verbal (sonrisa, postura, mirada, etc.) y paraverbal (tono de voz, volumen, pausas, etc.) ¿verdad que hay muchos factores implicados?

Qué decir de la influencia de las emociones, y que está tan de moda últimamente. La importancia de saber qué sentimos en cada momento y cómo reacciona nuestro cuerpo, saber que le pasa a tu compañero/a al ver un gesto en su cara o intentar controlar una determinada emoción que no te deja de molestar. Todo esto forma parte del aprendizaje y la Inteligencia emocional.

Por último, tras hablar del papel de las nuevas tecnologías en la educación, cabe destacar en este artículo un fragmento de un artículo relacionado con las desigualdades sociales y las nuevas tecnologías, donde se deja claro la función de la “gran masa” en esta vida. Según Manuel Vicent, en una columna que tituló Espectáculo:

“… A esta vida los pobres sólo han venido a escuchar. Ahora en el mundo la opinión pública ya es papilla uniforme suministrada desde la cima de la pirámide formada por las grandes empresas de comunicación y el ciudadano siente que en lo alto del cráneo le ha nacido un tercer ojo y una tercera oreja formando una parabólica por donde se le inocula la misma información, los mismos espectáculos y mismos deseos de consumir los mismos productos sin fin bajo un mismo impulso electrónico conectado con las terminales nerviosas del cuerpo. Tú eres ya un ser libre automático… La máxima información se ha convertido en la máxima explotación hasta la lucidez: sólo seré rico cuando no mire ni escuche. He aquí la revolución”.

(M. Vicent. El País, 16-I-2000; p. 64)

logo-ampsico-web

 

La invención del Trastorno por Déficit de Atención

La invención del Trastorno por Déficit de Atención

El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) esTDAH 1 (2) uno de los trastornos infantiles más diagnosticados en la actualidad, así como también uno de los diagnósticos clínicos en los que más se ha incrementado su prevalencia (número de casos totales en la población) durante los últimos años. Seguramente todos conocemos a un niño o a un adolescente, familiar directo o hijo de alguna persona cercana, que ha sido diagnosticado recientemente y recibe medicación por ser hiperactivo. Multitud de publicaciones exploran esta “supuesta” enfermedad y la cobertura mediática sobre ella es abundante y profusa. Multitud de famosos (en su mayor parte americanos) están saliendo a la palestra reconociendo que ellos mismos han padecido este trastorno, desde Justin Timberlake, pasando por Bill Gates hasta Will Smith. Por citar solo unos nombres representativos. Hasta algún avezado ha llegado a afirmar que Bart Simpson, el dibujo animado, sin lugar a dudas cumple los criterios diagnósticos que estipula el DSM-IV (“la biblia” americana que rige y clasifica los diversos trastornos mentales) para el TDAH.
Pero tras esta desbordante y apabullante reunión de datos y hechos, cabe preguntarse de forma más sosegada y sistemática, qué se esconde tras el TDAH y hasta qué punto son verdades todo aquello que lo rodea.
Lo primero que debe ser dicho es que el TDAH no es una enfermedad. No es equiparable a una apendicitis, a unas paperas o a un glaucoma. Y esto es así porque no existe ningún marcador físico o químico certero que nos indique su presencia. Por muchos estudios que se hayan realizado en pos de encontrar un dato objetivo fidedigno no se puede aseverar que un niño con TDAH tenga tal parte del cerebro mal desarrollada o que el funcionamiento de tales circuitos nerviosos esté alterado.
Centrémonos ahora en los susodichos criterios diagnósticos del DSM-IV:
A-1) Presenta seis o más de los siguientes síntomas de falta de atención durante al menos 6 meses con una intensidad superior a la que normalmente manifiestan las personas de su misma edad:
Desatención
– No suele prestar atención a los detalles. Comete errores frecuentemente en el colegio, el trabajo u otras actividades.
– Le cuesta mantener la atención en tareas o actividades de tipo lúdico.
– Parece que no escucha cuando se le habla.
– No suele finalizar las tareas o encargos que empieza y no suele seguir las instrucciones que se le mandan, sin ser por un comportamiento negativista o por una incapacidad para comprender las instrucciones.
– Le resulta complicado organizar tareas y actividades.
– Intenta evitar realizar tareas que le suponen un esfuerzo mental sostenido (actividades escolares o tareas domésticas).
– Pierde objetos frecuentemente (ejercicios, lápices, libros, juguetes…)
– Se distrae con cualquier estímulo irrelevante.
– Es descuidado en las actividades de la vida diaria.
A-2) Presenta seis o más de los siguientes síntomas de hiperactividad-impulsividad durante un período mínimo de 6 meses con una intensidad superior a la que normalmente manifiestan las personas de esa edad:
Hiperactividad
– Suele mover en exceso las manos y los pies o no se está quieto en el asiento.
– No suele permanecer sentado en las situaciones en las que se espera que lo esté.
– Suele correr o saltar en exceso en situaciones en las que no es apropiado hacerlo.
– Tiene dificultades para realizar actividades o juegos tranquilos.
– Suele estar en movimiento y actuar como si tuviese un motor en marcha continuamente.
– Suele hablar en exceso.
Impulsividad
– Suele dar respuestas precipitadas antes de que se hayan terminado de formular las preguntas.
– Le cuesta esperar su turno y respetar las colas.
– Suele correr o saltar en exceso en situaciones en las que no es apropiado hacerlo.
– Suele interrumpir a los demás y entrometerse en las actividades de otros.
Cualquier padre que haya criado o este criando a un hijo seguramente vea reflejadas muchas de estas características en su propio vástago. Y es llamativo resaltar el criterio general de que la intensidad de estos síntomas debe ser “superior” a la normal en el resto de niños; ahora bien, ¿quién o qué indica donde se encuentra esa normalidad y donde está la línea que llegado un momento se rebasa? Sin lugar a dudas esa vara de medir se encuentra sólo en los adultos, en los progenitores, que al sentirse desbordados por su hijo recurren a llevarlo a un médico especialista para que trate de encauzarlo por el buen camino. Jamás un niño va a dar la voz de alarma o se va a quejar por el sufrimiento que le causa el “ser así”. Es el padre desesperado el que cogido de la mano lo va a llevar hasta la consulta médica para que, por favor, traten de “curarlo”. Nunca nadie dijo que educar fuera tarea sencilla ni tampoco que los niños vinieran con un manual de instrucciones bajo el brazo. El hecho de que en la sociedad actual los padres apenas puedan pasar con sus propio hijo entre semana más que un breve tiempo a la hora de la cena no ayuda ni mucho menos a desarrollar una educación bien cimentada.

Otro punto a señalar es que en la mayoría de estudios sobre el TDAH se hace referencia a que la alteración atencional del niño no ocurre en todos los ambientes, ya que es capaz de dirigirla cuando el estímulo le interesa. Entonces si es capaz de focalizar su atención durante largos periodos de tiempo. ¿Qué alteración emocional de base es aquella que se manifiesta ahora sí, ahora no? ¿No debería una alteración atencional de origen cerebral afectar a todo estímulo sin importar su relevancia para el niño? Cuando es el propio niño el que es capaz de movilizar su atención dependiendo del foco, lo que existe entonces no es un deterioro atencional (ya que el niño demuestra que sí es capaz de usar su atención adecuadamente en ciertas circunstancias) sino un problema motivacional.

Al señalar a nuestro hijo, al colgarle a él el sambenito de su discapacidad, de su mal desempeño, nos estamos eximiendo de nuestra responsabilidad, que es grande y mucha, en la creación y desarrollo de la problemática. Me afirmo: “no soy yo como padre, no es el contexto social, no son las condiciones de vida, no es la normalidad evolutiva la culpable; es el cerebro del niño, sus genes alterados, es un mal interno que se manifiesta y de alguna manera ha de ser erradicado”. Y desde el planteamiento médico-psiquiátrico esta erradicación debe hacerse (¿cómo sino?) por medio de los psicofármacos. Y en este caso el fármaco estrella utilizado es el metilfenitado, en alguna de sus múltiples variantes: Concerta, Rubifen, Ritalin, etc. Estas sustancias son derivados anfetamínicos que se usan con la finalidad de corregir un “supuesto” retraso madurativo de la zona prefrontal del cerebro del niño (una zona del cerebro que se encarga de funciones como la atención, la inhibición de conductas o la planificación de acciones.) Las anfetaminas son famosas, entre otros motivos, porque se usaron ampliamente hace ya más de 3 décadas para potenciar las capacidades de estudio de los alumnos, que las tomaban para ser capaces de estudiar noches enteras sin necesidad de dormir. Sus efectos secundarios como sustancias anoréxicos, excitantes motores y ansiógenas en general son también vastamente conocidas. Por no hablar de mayores efectos perniciosos como la psicosis anfetamínica. Estas pastillas no son, por tanto, inocuas, no son, digamos, pastillas para la alergia o para la tos; son sustancias médicas que actualmente se recetan a la ligera y en cantidades ingentes sin que exista un temor ni una protesta social mínima.
Pero no se queda aquí el alcance de este trastorno. En los últimos tiempos, y visto el jugoso impacto comercial de la creación del TDAH para la población infanto-juvenil, se está creando una nueva ola en torno al TDAH en población adulta. Adecuando pormenorizadamente los síntomas se están empezando a diagnosticar multitud de casos en personas de mediana edad con este trastorno.
TDAH 1 (1)Resumiendo, con este artículo no se quiere defender el hecho de que esta problemática no exista, que no esté presente en la relación del niño con el ambiente que le rodea (es importante de nuevo remarcar que el problema se encuentra en esta interacción, nunca en el niño como ente aislado). Se defiende que su modo de entenderla, etiquetarla y finalmente tratarla no es la correcta ni la adecuada. Que agrupar ciertas características bajo un baile de siglas no va a lograr avanzar en la búsqueda de la solución ideal. Cada niño debe ser evaluado y tratado individualmente, ya que su vida, su desarrollo evolutivo, sus fracasos y sus logros no son los mismos que los de otro niño. Una pastilla “milagrosa” dada a todos por igual no va a variar ese hecho. Lo correcto sería mejorar su educación, inculcar unas adecuadas normas de conducta, ajustar los refuerzos y castigos con los que tratamos a nuestros hijos. Y conocer la motivación que nuestro hijo presenta en orden de mejorarla dado el caso. Es algo que lleva implícito muchas horas diarias de trabajo, paciencia y persistencia. No es la vía más fácil ni inmediata, pero si la más correcta, duradera y enriquecedora, tanto para ellos como para nosotros mismos.

2’2

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

En el momento que otro bebé aparece, la vida de los más pequeños de la casa sufre un cambio drástico. La atención de sus padres se divide, los mimos se reducen y hasta puede que tenga que compartir sus propios juguetes. Todo ello con un claro culpable: el nuevo hermanito.

¡Oh no, no digas eso! Este niño necesita un cariño especial, Merche. No olvides que
hasta hace un año era el rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer todo
para él; hoy nada. Es muy duro, mujer.

El príncipe destronado, Miguel Delibes, 1974

Desde el nacimiento relacionarse significa compartir, coincidir en el espacio físico y coexistir en la esfera de los intereses y las emociones. Desde que nacemos nos relacionamos con nuestros padres, familia y las personas más cercanas a nuestro contexto inmediato. El desarrollo de todo ser humano se realiza bajo la protección paternal, éstos son los encargados de proporcionar el terreno más apropiado para que éste aprenda, ejercite y desarrolle su área social en distintos contextos sociales cada vez más amplios y complejos (familia, colegio, juegos, fiestas de cumpleaños, etc…). Cada uno de ellos tienen características singulares, que hacen que el niño actúe de distinta forma dependiendo de si está con sus padres, con sus hermanos o con sus compañeros de clase.

La familia es el entorno donde además de sentimientos positivos como protección, cui
dado o preocupación también florecen la rivalidad, la envidia y los celos.
Cuando se dan éstos últimos entre los hermanos empiezan las peleas por tener el trozo más grande de tarta, un sitio concreto en el sofá para ver la televisión, tener juguetes… es decir, una lucha continua por ganar el espacio físico o emocional. De algo nos suena todo esto, ¿verdad? Si no somos padres, seguro que algún recuerdo de nuestra infancia se corresponde con esto. No solo con hermanos, también con primos, vecinos o amigos. Cualquier persona que interrumpiese en nuestra rutina familiar.

En su vida, el niño se enfrenta a muchas situaciones estresantes que suponen alteraciones en el ambiente y requieren un periodo de adaptación como: primer día en la guardería/cole, traslado de domicilio o de cole, fallecimiento de un familiar, ausencias prolongadas de los padres, ingreso en el hospital y el nacimiento de un hermano. La llegada de un nuevo hermano es un acontecimiento de bastante estrés para el niño, puesto que todo su esquema familiar, se descompone y se vuelve a componer de una manera distinta. Seguramente los padres no se dan cuenta porque ellos lo viven con ilusión pero, el hermano mayor lo vive con ansiedad, desánimo e incluso sensación de abandono. Los celos son la respuesta normal a la nueva llegada de un hermanito o en su lado opuesto, empieza siéndolo hasta que deja de ser un comportamiento evolutivo para ser patológico. Visto desde la perspectiva de un niño, los celos son el resultado de sentir que le desplazan o que pierde un poder de la noche a la mañana y con un claro “culpable”. Es lo que se conoce como el “síndrome del destronamiento”. Si nos metemos en sus cabecitas seguro que podemos escuchar cosas del tipo: “hasta hoy, yo era el rey de esta casa. Todas las atenciones me las llevaba yo, todos los juguetes eran míos y cada mimo de mis padres eran para mí”. Como cualquier persona que pierde poder, el niño intenta recuperarlo pero con los medio con los que puede contar un niño de su edad.

Es decir, llamando la atención con los recursos que tiene a su alcance: llanto exagerado, conductas regresivas, agresión, introversión…

Pero, ¿hay algo de positivo en todo esto? Quizás para los primeros momentos del hermano mayor esta sea una posibilidad casi inexistente pero, tal y como nos indica el autor Perinat, “a ser hermano se aprende y este aprendizaje es una pieza básica de la socialización (Perinat, 1988)”. La relación fraterna es una contribución directa al desarrollo emocional, cognitivo y social del niño (Boer, Westenberg, McHale, Updegraff y Stocker, 1997). El hermano mayor es el primer contacto con iguales que tiene el niño pequeño; es lo más próximo y parecido a sí mismo que tiene desde su nacimiento hasta que accede a la escuela infantil. A su vez, el hermano mayor tiene todo un campo para experimentar, aprender y consolidar relaciones con otros que implican desde conductas de cooperación hasta de rivalidad. La relación entre hermanos es compleja, diversa, rica en matices y a veces contradictoria. En definitiva, se puede decir que tener un hermano significa tener un compañero de juego, un modelo de imitación, una fuente de conflicto, un vinculo afectivo y un compañero de múltiples experiencias significativas (Arranz y Olabarrieta, 1998).

¿Cómo identificar si un niño muestra respuestas celotípicas? Aquí enumeramos las conductas más características:

  • Llanto y rabietas: es la forma más típica de presionar a los padres y llamar su atención para obtener su deseo. Es una de las estrategias más eficaces con las que cuenta el niño.
  • Retraimiento: introversión, reducción de la autoestima, juegos solitarios y evita salir de casa tanto como hacía antes.
  • Búsqueda de atención: interrupciones, se muestra alborotado o incordia cuando se está atendiendo al menor. Pueden ser de mayor intensidad en cuanto que los padres no le dan la atención que el niño necesita.
  • Alteración en el ritmo del sueño y alimentación: pesadillas e inapetencia son dos síntomas claros del estado depresivo en el que se sumerge el niño. Insomnio, terrores nocturnos.
  • Desobediencia: tiene la doble finalidad de fastidiar a los padres y obtener su atención aunque sea a través de la reprimenda y el grito. El niño encuentra gratificante la atención que recibe su desobediencia y la utiliza en su beneficio.
  • Conductas de fastidio hacia el hermano: paso previo a las conductas agresivas. Comportamientos menos llamativos que las agresiones físicas violentas, pero se producen con mayor constancia.
  • Agresividad: siempre con la finalidad de llamar la atención de los padres.
  • Conductas de evolutivamente inapropiadas: enuresis o habla infantil, conductas ya superadas por el niño. Suponen las más llamativas son volver a utilizar el chupete, deseo de dormir en la cuna, solicitar a la madre que le dé de comer, que le coja en brazos o mostrar mayor apego. Son un proceso de imitación al menor, porque interpreta erróneamente que así logrará la tención y el cariño de la madre.
  • Obediencia y colaboración: el niño cree que comportándose como sus padres esperan de él, obtendrá toda la atención que busca. Pero existe la probabilidad de que esta conducta sea saludable y es significativa de una clara madurez e independencia con la que el niño vive la presencia del hermano.

Ahora que podemos identificar cuando nuestro hijo está celoso, nos queda el último paso: saber cómo actuar. Es importante empezar a “preparar el terreno con tiempo”. Es decir, durante el embarazo ir introduciendo poco a poco el cambio. Hablar del nuevo miembro de la familia que está en la barriga de mamá y dejar que lo sienta. En el caso que se necesite cambiar cosas como la habitación, es aconsejable que se haga con prontitud.

De esta manera, el hermano mayor no asocia la nueva ubicación con el nacimiento del bebé. Por otra parte, cuando el niño vea su hermano por primera vez, es aconsejable que el recién nacido no esté en brazos de la madre. Evitar este “shock visual” al menos en el primer contacto con la nueva realidad.

Y por último, a partir de este momento es más importante la calidad que la cantidad de tiempo que se pasa con el hijo mayor. Hay que buscar momentos en los que no haya interrupciones para que la relación sea productiva. Ambos padres deben involucrarse. Tienen que enseñarles a convivir, compartir, esperar su turno. Pueden utilizar juegos que supongan interacción en el sentido de cooperación, respeto y tolerancia. Aunque es difícil, hay que hacer caso omiso de los comportamientos inadecuados provocados por los celos. Los padres han de saber que cuando el niño advierta de su indiferencia, incrementará la intensidad y frecuencia de sus quejas. Es el momento de ser paciente y esperar que poco a poco vaya cediendo en su actitud.

En Ampsico te proponemos una idea para ayudarte si estás en esta situación. Facilita a tu hijo la tarea de entender que la familia crece, pero con materiales adecuados a su edad. Crea junto al resto de la familia (mamá, papá y si hubiera más hermanos) un árbol genealógico donde aparezca el hueco para el nuevo miembro. Lo ideal sería acompañarlo con fotos de cada persona y el nombre. Dejar al niño que sea él quien diseñe, coloree y decore la obra. Luego, colocar en un lugar de la casa donde se pueda ver a diario y hablar de ella en varias ocasiones. Por ejemplo, que el autor del árbol se lo muestre a las visitas que vengan a la casa y lo presente hablando de todos los miembros. Sin darse cuenta, comienza a construir su nueva realidad.

Con un tratamiento adecuado de la situación por parte de los padres y de las personas del entorno más cercano, se logrará que el niño aprenda a tolerar, compartir y participar tanto con su hermano como con sus iguales. Es una gran oportunidad para que el niño comience su aprendizaje social, los celos son la primera prueba a la que se someten para aprender a relacionarse. Por eso, los celos se consideran un aspecto del proceso de socialización, al igual que se aprende a ser amigo o hijo, a ser hermano se aprende día a día. Y como en todo aprendizaje de un niño, se hace imprescindible la actuación adecuada de los padres y entorno más cercano.

Ortigosa Quiles, J.M. (2007). El niño Celoso. Ojos solares, tratamiento. Editorial Pirámides.

Tierno, B & Giménez Montserrat (2004). Cómo entender y ayudar a tus hijos. La educación y la enseñanza primaria de 6 a 8 años. ¡Juega conmigo! Aguilar, Santillana Familia. Madrid.

Julia Romero Bernal, psicóloga en Ampsico

 

 

logo-ampsico-web

¿Tu hijo impone su ley en casa? Síndrome del Emperador

¿Tu hijo impone su ley en casa? Síndrome del Emperador

¿Tu hijo impone su ley en casa? ¿Evitas decirle “no” para evitar una explosión de ira que se traduce en llantos y rabietas insoportables? En definitiva, ¿Alguna vez has pensado “no puedo más con mi hijo”? Puede que en ese caso estés sufriendo lo que se conoce como el Síndrome del Emperador, también llamado del niño tirano o del niño rey. Estas son las distintas denominaciones de un fenómeno cada vez más común en el que los niños acaban dominando a sus padres, e incluso, en los casos más extremos, maltratándoles.

¿CÓMO SON ESTOS NIÑOS?

En palabras de Javier Urra, doctor en psicología y primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, el perfil del niño tirano se inicia a corta edad. Un niño tirano no es solamente un caprichoso o se caracteriza por ser hiperactivo. No es solamente un oposicionista, es un niño que, desde muy corta edad, siente placer y disfruta retorciendo la muñeca de su padre o de su madre para conseguir lo que él se propone. Es un niño que se caracteriza por un principio fundamental filosófico, que es primero yo y luego yo. Piensa que todo el mundo gira a su alrededor, no muestra empatía y no le importa ponerse histérico o gritar en la puerta de un gran almacén para conseguir sus objetivos. Este es un proceso que se va degenerando poco a poco con muy mal pronóstico si no se actúa adecuadamente.

A continuación enumeramos algunas características específicas de estos niños:

  1. Baja tolerancia a la incomodidad, especialmente si es causada por la frustración, el desengaño, el aburrimiento o la negación de lo que han pedido; entonces, expresan esta incomodidad en forma de rabietas, ataques de ira, insultos y/o violencia.
  2. Sentido exagerado de lo que les corresponde, esperan que las personas que están a su alrededor les proporcionen todo lo que piden y de forma inmediata.
  3. Presentan escasos recursos para la solución de problemas o afrontar experiencias negativas.
  4. Se sienten el centro del mundo y exigen atención de todo su entorno.
  5. Justifican sus conductas mediante factores externos culpando a los demás de lo que hacen, por lo que esperan que sean otros quienes les solucionen sus problemas.
  6. Muestran una baja empatía y les cuesta sentir culpa, no pueden o no quieren ver la manera en que sus conductas afectan a los demás.
  7. Discuten las normas y/o los castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc. Este comportamiento les compensa ya que ante el sentimiento de culpa inducido, los padres ceden y terminan saliéndose con la suya.
  8. Les cuesta adaptarse a las demandas de las situaciones extra familiares, especialmente en la escuela, porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a las figuras de autoridad.
  9. Se sienten tristes, enfadados y/o ansiosos, y suelen tener una autoestima baja.

POSIBLES CAUSAS DEL SÍNDROME DEL EMPERADOR

Los padres son los que deben ejercer su función. Así, padres demasiado protectores y permisivos con sus hijos que tienden a darles todos los caprichos porque creen que “así no sufren”, pueden estar propiciando un clima idóneo para un niño tirano.
Otro factor de riesgo importante dentro del entorno familiar es que exista una discrepancia educativa entre los progenitores. Aunque ello pudiera ocurrir, es fundamental que los padres intenten unificar sus criterios a la hora de educar a sus hijos manteniendo una actitud educativa firme que permita que no haya roturas en la imposición de normas.

Por otro lado, la estructura familiar ha cambiado mucho, con divorcios y nuevas parejas frecuentes, hijos únicos, y el hecho de que cada vez tenemos hijos a una edad más tardía o los adoptamos. En estos contextos es fácil que un niño se convierta en un bien preciado cuyos deseos siempre hay que satisfacer, que no puede sufrir ni conocer disciplina alguna.

Otro aspecto a tener en cuenta es que hoy en día los niños viven en una sociedad consumista, individualista y donde prima el éxito fácil y rápido por encima de todo. Además, puede existir una predisposición genética de carácter que explicaría por qué dentro de una misma familia, y en las mismas condiciones, sólo se ve afectado un hijo.

SEÑALES DE ALERTA

Resulta complicado trazar la línea que separa un comportamiento normal del problemático o patológico y más cuando se trata de nuestros hijos a los que queremos por encima de todo. En algunos casos existe una tendencia a exculpar siempre a los hijos restándole importancia cuando aparecen conductas inapropiadas con un simple “son cosas de niños”. Esta actitud no ayuda a los niños y los padres deben estar atentos a pequeños que imponen de manera sistemática su voluntad o tienen rabietas en lugares públicos delante de toda la familia. Así mismo nos debemos fijar en el niño que siempre se sale con la suya, puesto que, muchas veces hacen girar a la familia siempre entorno a él. Debemos pensar que si se les deja hacer siempre lo que quieren acabaremos en las redes del chantaje emocional.

Es posible que al leer esto alguien piense que casi todos los niños pequeños tienen muchas rabietas. Y es cierto; todos tienen rabietas, pero hay que intentar que no se salgan con la suya. A partir del primer año de edad, en general, hay que marcar límites claros de forma que el menor sepa hasta dónde puede llegar.

Emperador 1ALGUNOS CONSEJOS PARA FRENAR AL NIÑO TIRANO

• Como ya hemos indicado anteriormente, es fundamental que ambos progenitores estén de acuerdo en cómo quieren educar a sus hijos, en cuál va a ser su modelo educativo y actuar ante los menores sin fisuras, porque si las hay, el niño se aprovechará enseguida de ellas.

• Los padres deben ser capaces de admitir que su hijo es un tirano y no buscarle atenuantes. Si no se reconoce que existe un problema será imposible llegar a una solución.

• El día a día del niño debe estar pautado. La rutina es también un aspecto clave en el crecimiento de los pequeños. Se deben establecer horas fijas para comer, para acostarse, para hacer los deberes, etc. También es adecuado establecer una serie de obligaciones en casa acordes a la edad del niño (hacer la cama, poner y quitar la mesa, etc.) de las que no se puede escabullir, así como normas claras sobre su tiempo de ocio.

• Nada de amenazas. Las amenazas transmiten inseguridad al niño y sólo logran aumentar su tendencia a la negación especialmente si nunca llegan a cumplirse.

• No se trata de prohibirlo todo después de haberle dejado hacerlo todo. Una vez dicho una cosa, no hay que retractarse, así que más vale pensar con calma antes de hablar y actuar.

• No hay que ponerse a la altura del niño: si grita, patalea y monta una escena, hay que respirar y contenerse. Nada de chillidos o tortazos, los padres son los adultos y los que deben mantener el control de la situación. Es mejor esperar a que se calme sin hacerle el más mínimo caso haciéndole ver que mientras siga comportándose así no conseguirá nada.

• No sirve de nada argumentar sin fin, el niño tirano no está acostumbrado a las palabras. En vez de discutir, simplemente se le recuerdan las normas que hemos fijado y su deber de respetarlas.

• Tampoco sirve pedirle que se ponga en tu lugar, precisamente un rasgo típico es una baja empatía.

• Los milagros no existen, educar es una carrera de fondo. Puede que no se aprecien resultados inmediatos, pero, según va creciendo, el niño logrará interiorizar nuestras enseñanzas.

Es importante decir que si los padres han llegado al punto límite con sus hijos tiranos, puede que no baste con seguir algunos de estos consejos, sino que deben pedir ayuda externa. Es mejor no llegar hasta ese punto límite por lo que estar atentos a esas posibles señales de alarma es fundamental para atajar el problema antes de que se llegue a una situación insostenible.

Julia Romero Bernal, psicóloga en Ampsico

 

Logo Ampsico, psicólogos y pedagogos

 

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
Habla con nosotros
Hablamos!!!
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?