100 deseos para encontrar la felicidad

100 deseos para encontrar la felicidad

100 deseos para encontrar felicidad

Existe una tendencia generalizada en las personas a buscar la felicidad. Podemos observar esta búsqueda constante en distintas épocas y civilizaciones.

Pero, ¿cómo lograrla?¿cómo encontrar la felicidad?

Algunos nos invitan a pensar que la felicidad es algo estandarizado. Es decir, que hay una única y universal forma de encontrar la felicidad. De esta manera parece que la felicidad se consigue en lugares como los centros comerciales, centros de cirugía estética, estancos de loterías o agencias de viaje.

Sin embargo, y a pesar de lo que algunos manuales puedan llegar a sugerirnos, no existe un método de ser feliz o de encontrar la felicidad. Cada uno de nosotros debe encontrar su modo particular de ser feliz. Freud decía que la felicidad es algo absolutamente subjetivo.

Para comprender esta idea es importarte recordar que la felicidad tiene sus raíces en nuestro interior. Nuestra felicidad está relacionada con nuestros deseos y necesidades. No forman parte de ella los deseos los demás.

100 deseos para encontrar la felicidadEn consulta observamos que en muchas ocasiones las personas han estado buscando en el exterior su felicidad. El resultado comúnmente es haber  dado “palos de ciego” dedicando tiempo y energía a propósitos que no terminan de reportar la ansiada felicidad.

Para adentrarnos en el camino de buscar la respuesta dentro de uno mismo podemos empezar estudiando nuestros deseos. Nuestros deseos nos dicen más sobre nosotros mismos de los que inicialmente pueda parecer. Nos informan de lo que es excepcionalmente importante es para nosotros mismos.

Por ello, os proponemos elaborar una lista con 100 metas, deseos, objetivos o cosas que deseamos hacer o lograr o conseguir. Para ayudarte en este ejercicio hemos elaborado una plantilla que puedes descargar aquí.

 Una vez cumplimentada la lista observaremos si hay algo que nos llama la atención, ¿hay algún deseo muy marcado o repetitivo? ¿has descubierto algún deseo que no estaba identificando?

Podemos observar si estos deseos se podrían enmarcar en una necesidad concreta. Para ellos os ofrecemos la pirámide de Maslow que elabora una jerarquía de las motivaciones y necesidades humanas. Según este psicólogo una vez satisfechas las necesidades más básicas, podremos desarrollar otras más avanzadas como los de la autorrealización.

Cristina García, psicóloga en Madrid

 

 

Ampsico, psicólogos y pedagogos en Madrid

El equilibirio entre cuidar y sobreproteger

El equilibirio entre cuidar y sobreproteger

El equilibirio entre cuidar y sobreproteger

Sin duda uno de los principales errores que podemos cometer con los niños es protegerles en exceso. La sobreprotección consiste en proteger o cuidar en exceso a nuestros hijos. Este comportamiento parental puede iniciarse ya en los primeros meses de vida y mantenerse durante el resto del ciclo vital.

En los tiempos actuales el mundo en el que deben integrarse nuestros menores no es un ámbito fácil y complaciente, desde luego, pero los mayores responsables de ellos lo hacemos imposible cuando, con nuestra forma de quererles, les anulamos.

Proteger a los hijos es necesario, pero sobreprotegerlos es dañino. Obsesionarse por los hijos puede cubrir una multitud de necesidades de los padres, pero perjudica a los hijos. No debemos confundir sobreproteger con mimar o querer. El mimar en exceso y meterles “en una burbuja” protectora les quitará la posibilidad de que ellos generen sus propios recursos, sus propias habilidades y sus propias defensas. Cuando crezcan y realmente tengan que salir de “esa burbuja” ¿Qué harán? No estarán preparados para vivir otra realidad llena de obstáculos y adversidades. Evitar a toda costa que nuestros hijos reciban cualquier daño o cometan cualquier error es a largo plazo una solución disfuncional. Sobreponerse a esas equivocaciones forma parte del aprendizaje y del crecimiento como personas.

Hand write on notebook, on bright backgroundDebemos estar a su lado, por supuesto que sí, pero para ayudarles, no para aislarles ni asfixiarles. Los niños tienen que vivir sus pequeñas “crisis” y serán éstas las que les permitan generar sus propios recursos y sus propias “salidas”. Por ejemplo, un bebé no se queda traumatizado porque el padre no acuda cada vez que llora.

La seguridad del menor no es algo que le venga de repente sino que se va configurando a través de nuestras conductas y actitudes como padres/madres y educadores. Viene condicionado, por tanto, por la visión que éste percibe de su entorno más cercano y que transmitimos mediante la comunicación y nuestra relación con los demás “Que ganen confianza en ellos mismos es ganar en su felicidad”

Una causa de esta sobreprotección puede deberse al miedo de los padres a lo desconocido, a no saber cómo actuar y a “tratar a mi hijo como se merece”. “Prefiero que no haga esto a ver si…”, “mejor que no vaya por si…”, “esto no le ha pasado nunca me temo que…” El condicional se apodera de nuestras vidas y nos impide avanzar y aprender cosas nuevas.

El criar a nuestros hijos no es fácil y no podemos tener experiencia previa de todos los ámbitos y esferas de la vida, pero si hay un principio universal que nos ayudará en cualquier situación: el sentido común.

En el ámbito familiar el niño parte de la base de un aprendizaje por observación y modelado en el que los progenitores se convierten en el ejemplo más cercano a seguir. Si no transmitimos confianza en nosotros mismos y firmeza ¿cómo pretendemos transmitir seguridad en nuestros hijos?

Hay personas que parecen haber nacido con mucho sentido común, y otras con muy poco, pero afortunadamente el ser humano puede aprender a desarrollarlo. Este sentido común requiere de:

  • Una buena capacidad de observación
  • Buena disposición para aprender
  • Mucha calma

Por el contrario, la inseguridad y la desconfianza serán unos pilares fundamentales que hay que ir superando si queremos confiar en nosotros mismos.

Sobreproteger a un hijo es lo contrario de respetarlo, es suponer que por sí mismo no es capaz de casi nada, que todo hay que hacérselo, de esta forma ellos responderán a lo vivido y supondrán que no son capaces de hacer nada por sí solos. Es importante para conseguir que crezcan seguros, confiar en ellos. Lo agradecerán más que tanta protección.

Algunos de los signos que presentas los hijos sobreprotegidos son:
  1. Sentimientos de inutilidad y dependencia.
  2. Falta de iniciativa propia, creatividad, seguridad y autoestima.
  3. Desinterés por conocer sus talentos y habilidades.
  4. Indiferencia por las necesidades del resto de las personas.
  5. Insatisfacción por sus propios logros.
  6. Cierto nivel de egocentrismo y necesidad de atención.
  7. Conductas poco sanas para conseguir sus deseos personales, como la manipulación.

Los niños protegidos, pero no sobreprotegidos, asumen más responsabilidades y desarrollan mejor sus capacidades, tienen más herramientas para desarrollar estrategias para resolver problemas, tienen una visión más positiva de la vida y sufren menos miedos que aquellos que no han tenido la oportunidad de resolverlos por sí mismos. Estarán acostumbrados a que mamá o papá los defienda o les resuelva sus problemas.

La autoconfianza, la autoestima y el autoconcepto bien merecen un artículo a parte, siendo tan importante durante todas las etapas de nuestra vida. La desconfianza en nosotros mismos nos crea frustración e insatisfacción permanente, nos ofrece una visión de la vida tan sesgada como errónea, y nos impide alcanzar la seguridad y el equilibrio que son tan importantes tanto para los adultos como para nuestros pequeños.

El día a día, con sus diversas situaciones, constituye la principal fuente de aprendizaje del menor. Podemos facilitarles el camino, podemos incluso, de vez en cuando, correr con ellos, pero nunca debemos hacer la carrera en su lugar.

 

Andrea González

 

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Queridos Reyes Magos

Queridos Reyes Magos

En fechas navideñas es muy común sentirnos abrumados. Reuniones, cenas,compromisos, regalos … Además de la imposición de felicidad que muchas veces podemos llegar a experimentar.

Resulta complicado ver la tele o mirar un escaparate sin recibir el mensaje claro de la necesidad por ese nuevo perfume, ese brillante juguete  y un largo etcétera. Existe un sutil pero efectivo mensaje detrás en que se vincula la posesión de estos regalos con la felicidad. Todos hemos experimentado el placer de estrenar algo que nos gusta o ver la cara de alegría de nuestra pareja al recibir ese esperado regalo. El problema es que esta felicidad es muy pasajera y nos hace vulnerables a la sensación de insatisfacción frecuente. Ya que tan pronto como consigamos el regalo que queríamos aparecerá otro objeto que no tenemos.

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Gratitud

 

En este artículo hacemos una invitación a regalar con consciencia. Es una manera de enseñar a los más pequeños unos valores que contribuirán en su felicidad presente y futura. Además de ser un ejercicio que no nos viene mal que nos recuerden a los adultos.

Inspirados por esta reflexión y por los libros de Loretta Cornejo queremos proponer un ejercicio relacionado con nutrir al principal enemigo de la insatisfacción, el resentimiento y la envidia: la gratitud. La gratitud es una emoción poderosa que nos provoca beneficios psicológicos. Nos ayuda a concentrar nuestra atención en lo que estamos recibiendo en lugar de aquello que no tenemos.

Recuperando la magia que esta época del año intentemos conectar con esa ilusión de la infancia para escribir una Carta a los Reyes Magos muy especial, donde en lugar de desear objetos os proponemos un ejercicio de gratitud.

Tomate un momento para respirar, mirar hacia dentro y concéntrate en cómo te sientes, en como estas aquí y ahora. Desde ahí mira a ver si puedes llegar a percibir tus deseos. Aquellos que van más allá de caprichos momentáneos. Atrévete a preguntarte

¿Qué partes de mi vida me gustaría que siguieran igual el año que viene?

¿Qué me gustaría cambiar?

¿Me gustaría hacer o conseguir algo nuevo/diferente?

¿Te animas a hacerlo tu también? Te lo recomendamos. Queridos Reyes Magos

 Todo el equipo de Ampsico os desea una muy Feliz Navidad

Cristina García van Nood, Psicologa madrid

 

 

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Adiós, miedo

Adiós, miedo

Adiós, miedo

El lenguaje es el vehículo a través del cual expresamos nuestra realidad y le damos sentido a nuestro mundo. Pero, ¿cómo hablamos de los problemas a los que nos enfrentamos? Es una tarea difícil, y más aún, cuando se trata de situaciones en las que el sufrimiento puede bloquearnos y no dejarnos expresar lo que sentimos. Y es que la forma en la que pensamos y hablamos de nuestros problemas influye tanto que puede contribuir a alimentarlo o, por el contrario, ayudarnos a ver otras perspectivas.

Un recurso poderoso para crear nuevos enfoques a los problemas contra los que luchamos son las cartas terapéuticas, ya que nos ayudan a desarrollar un nuevo lenguaje .

A lo largo de los años, en Ampsico hemos podido leer cartas terapéuticas muy poderosas que han ayudado a parejas a ir más allá de los conflictos que les separaban o  a adolescentes a superar situaciones de bullying. De entre ellas hemos seleccionado una muy especial. Y es que nos gustaría compartir la fuerza y energía que contiene esta carta con la esperanza de que pueda aportar luz a otras personas que se viven atrapadas por el miedo.

Esta carta es para ti:

Despedida al miedo

Hola, miedo
 Hoy quiero despedirme de ti, después de haber convivido contigo durante más de 25 años de mi vida.
 La convivencia contigo ha sido horrible.
He temblado, he sentido taquicardias, he llorado y lo peor de todo es que me he sentido anulada como persona.
Digo había porque ya no lo estoy.
Jamás en mi vida había imaginado que una persona podía sufrir tanto y sentir tanto pánico,
Te odié.
Pensé que nunca me enfrentaría a esta situación y podría gritar:»soy libre”.
Eres un cobarde, solo los cobardes se aprovechan de una persona maltratándola pagando los complejos que te invaden.
Eres un egocéntrico, lleno de complejos que jamás pudiste subsanar.
Querías acabar conmigo pero no contabas que yo tenía mis armas y estas armas son mis hijos y las ganas de salir adelante sin mirar atrás.
Ahora ya te he vencido te he cortado las raíces y caes al suelo sin poder ponerte de pie.
Nunca más vas a poder hacerme daño porque eres mi pasado y de mi pasado solo saco la experiencia para vivir mi presente.
Cierro un capitulo que me ha ocupado el 70 por ciento de mi vida, y jamás volverás a tener la oportunidad de que vuelva a sentirte.
Hasta nunca, miedo.

Por último nos gustaría recordarte que estamos a tu disposición si tienes dudas, preguntas o deseas compartir tú experiencia.

 

 

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¿Eres infeliz?

¿Eres infeliz?

Aprende a preguntarte si eres feliz

Todos, absolutamente todos, nos encontramos en una continua lucha por encontrar la felicidad.

Curiosamente nadie se pregunta si es feliz, y cuando lo hace suele ser al final de un ciclo, al final de una relación por ejemplo. Cuando me refiero a una relación puede parecer que solo tienen cabida las relaciones de pareja pero no. También tienen cabida las relaciones laborales, familiares, con amigos, etc.

Después de varios años sometido al constante estrés que suponen determinados trabajos, después de varios años respondiendo infatigablemente a las necesidades y demandas del entorno laboral, decides tomar conciencia de que lo que haces no te gusta. ¿Nunca te gustó? Si, seguro que lo hizo, pero el desgaste psíquico al que nos someten determinadas circunstancias solo dejan libre el camino del cambio, y lo peor, llega un momento en que el desgaste es tan grande, tan brutal, que solo ves un camino, el de la huida. El de alejarse, el de no mirar atrás. Y justo entonces, segundos antes de tomar la decisión de irte, de abandonar, de pasar página… llega la pregunta ¿soy feliz? Claro, la respuesta es no.

Lo mismo se puede decir de otros ámbitos, el día a día te desgasta y entras en la inercia de moverte al compás que lo has hecho en los últimos años hasta que la última gota llena el vaso y entonces la pregunta: ¿soy feliz? Y la respuesta: NO.

En estos casos quizá el momento elegido para hacerse la pregunta no sea el más apropiado. Ese tipo de preguntas existenciales en las que uno se lo juega todo a la respuesta deberían ir acompañadas de sosiego y calma. Lo peor de esta situación es la facilidad para generalizar que tenemos en esas circunstancias porque en un segundo ya no es que no seamos felices en ese momento sino que acabamos viendo que nuestra infelicidad ha marcado los últimos años de nuestra vida.

La decisión que tomemos en ese momento, gobernados por la ansiedad, no será, con toda seguridad, la que más nos beneficie a largo plazo: “jamás tomes decisiones estando enojado ni hagas promesas estando pletórico”. La razón es obvia, seguramente en ambos casos los resultados serán catastróficos.

black Alarm clock

Creo que la pregunta es mejor hacérsela en el día a día, eso nos ayudaría a tomar conciencia de lo que tenemos o lo que nos falta al margen de agotamientos psíquicos. Es como adelantarse al cataclismo e intentar paliar, viéndolo venir, el resultado final. Claro, eso no quiere decir que nada sea inmutable sino que seguramente hacerse la pregunta al final del camino, agotado física y psíquicamente determina la respuesta. Si nos adelantamos quizá, solo quizá, el desgaste sea menor y podamos ver rayos de luz que nos permitan modificar el rumbo trazado evitando llegar al momento final en condiciones de desventaja.

Cuando agotados psíquicamente por las circunstancias que nos rodean decidimos cambiar de rumbo no debemos olvidar que la medida se toma en condiciones complicadas y muchas veces erróneas. Nos hemos acostumbrado a ver películas en las que el protagonista, tras una relación tormentosa con su jefe, decide abandonar su empresa y con sus últimos ahorros monta un pequeño negocio que prospera rápidamente y que le lleva a ser un hombre rico en pocos meses. Esto casi nunca ocurre y los cambios vitales drásticos, salvo que vayan acompañados de un apoyo económico, familiar o de cualquier otro tipo que amortigüen la caída, suelen acabar mal.

En este orden de cosas es donde definitivamente toma importancia la capacidad de cada uno para encontrar la válvula de escape que le permita soltar presión cada cierto tiempo. Aquí es donde aparece la importante capacidad para detectar las emociones, no solo en uno mismo sino también en los demás. Ambas capacidades son importantes. Cuando detectas tus emociones llegas a conocerlas y cuando las conoces puedes limitar aquellas que no te agradan y fomentar las que son beneficiosas.

Las emociones negativas, miedo, ira, tristeza, ansiedad nos merman, nos agotan, modifican nuestros organismos hormonalmente, producen aumentos de tensión arterial, enfermedades coronarias, trastornos graves, disminución de las defensas. Cuando uno esta inmerso en estas emociones como consecuencia de un constante desgaste emocional del orden que sea… ¿Como se supone que va a ver felicidad en ningún sitio? Este demostrado que las emociones negativas bloquea nuestra capacidad de razonar.

La felicidad es quizá un estado que no observamos a diario, que no sentimos a diario porque lo tenemos idealizado. Creemos que es algo más de lo que tenemos. ¿Que tal si cambiamos la pregunta? ¿Que tal si la pregunta pasa a ser si eres infeliz? ¿Eres infeliz? La mayoría diréis que no… ergo… SOIS FELICES. Sois felices y ¡no lo sabíais!

Antes de esperar al final de un ciclo para haceros la pregunta ¿SOY FELIZ? es recomendable que os la hagáis a diario y de modo inverso (¿SOY INFELIZ?) y que identifiquéis aquellas cosas que hayan bloqueado o intentado bloquear vuestra capacidad para ser felices durante ese día. Ese es el momento de cambiar cosas, de poner en funcionamiento habilidades sociales si el problema está en las relaciones personales, por ejemplo.

Young beautiful woman raising hands with beautiful view at meadoDe este modo quizá acabéis queriendo un cambio vital pero las condiciones en las que llegareis a ese momento no serán las mismas. Si te ayudas en el día a día a identificar y neutralizar lo malo y fomentar lo bueno que hay en ti, el camino será más cómodo. Quizá la meta es la misma… el cambio… pero seguro que no es lo mismo llegar a esa meta tranquilo, sosegado, feliz y optimista que agotado, triste, con miedo y ansiedad y sin ganas de nada.

La dificultad de esta sugerencia está en desarrollar esa capacidad para preguntarte a diario si eres infeliz. No es nada fácil que nos interesemos en nuestros propios estados emocionales, requiere una atención plena en lo que sentimos en cada momento y eso sólo se puede conseguir mejorando nuestra inteligencia emocional pero… ¿se puede mejorar la inteligencia emocional de cada uno? Por supuesto, pero requiere que un profesional en ese campo te ayude a desarrollarla. No es un proceso difícil, de hecho puede ser muy divertido y ameno. El único requisito es, simplemente, que tú quieras que tu bienestar vital, tu calidad de vida, en definitiva tu felicidad, mejoren… ¿te apetece?

 

 

 

 

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Dile la verdad, pero con cariño

Dile la verdad, pero con cariño

“Mami… ¿Dónde está el abuelo? ¿Por qué no vamos hoy a su casa para comer con él?” preguntó Dani de 7 años dos días después de que su abuelo falleciese. “Cariño, hoy nos vamos al parque… seguro que nos lo pasamos mejor”. Le contesta su madre con lágrimas en los ojos. Tiene miedo a que Dani siga con su interrogatorio y ella no sepa cómo contestarle. Sabe que si le dice la verdad su hijo va a llorar y lo va a pasar mal. Tenía una relación muy especial con su abuelo.

Nos suena de algo esta escena, ¿verdad? Si no la hemos vivido directamente, hemos escuchado en varias ocasiones como nos la contaban. Y es que, la muerte es una etapa de nuestra vida. Algo natural que tarde o temprano tenemos que afrontar con mayor o menor distancia emocional y física. Aunque es difícil aceptar la idea ya que significa no volver a ver a una persona nunca más, tenemos que convivir con ella y hacerlo parte de nuestra vida. En ocasiones no terminamos de afrontarlo y se convierte en un problema. Sobre todo cuando se trata de hablar con los más pequeños de la casa y explicarles lo sucedido. ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Demasiadas preguntas que ni nosotros mismos los adultos nos podemos contestar.

“Se ha ido muy lejos, se ha quedado dormido, está en el cielo…” son algunas de las razones que se les da a los niños para responder a sus inquietudes con respecto a las personas fallecidas. Así los mayores no nos vemos obligados a tener que volver a explicar qué ha pasado o porqué, y creemos que estamos evitándoles pasar un mal trago. Pero nada más lejos de la realidad, lo que sucede es que evitamos hablar sobre la muerte y de alguna manera, estamos dando un mensaje de “tema prohibido o tema tabú” a los propios niños, creando una incertidumbre e inquietud en ellos. El hecho de que no sigan preguntando no significa que hayamos resuelto sus dudas o inquietudes. Ellos siguen sin terminar de entenderlo. Se ven obligados a construir sus pensamientos: la poca información que recogen de su entorno la mezclan con su imaginación, y forman sus propias teorías o se dan sus respuestas. Podemos entender que no siempre son la mejor opción para ellos. Por eso es importante ayudarles a encontrar respuestas acertadas en su mundo de fantasía. Para no alimentar que esas razones que ellos mismos construyen y se dan, sean más dañinas que la propia realidad.

¿Qué nos hace dar rodeos y no pronunciar delante de ellos la palabra “muerte”? Pues en la mayoría de las ocasiones, es nuestra propia angustia o inquietud. Evitamos incluso llamarlo por su nombre, utilizando expresiones como las anteriormente citadas. Pensamos que mantenerles un poco alejados de esta realidad, les va a ayudar a crecer sin desasosiego. Es algo tan traumático para nosotros que pensamos que cuanto menos se hable de ella, menos sufrimiento les causaremos. Sin embargo como ya hemos adelantado, producimos el efecto contrario.

Algo básico en la comunicación del fallecimiento de un ser querido son estos cuatro conceptos clave:

  1. La muerte es universal, hasta las hormiguitas que hay en el campo se mueren.
  2. Es irreversible, una vez que un ser vivo haya fallecido no puede volver a vivir.
  3. Si nos morimos el cuerpo lo hace con nosotros. Todas las funciones vitales que hacen que podamos comer, respirar, escuchar… dejan de funcionar.
  4. Y el cuarto, siempre tiene una explicación: enfermedad, accidente, edad…

Estos cuatro conceptos claves que se relacionan con la muerte van a ser entendidos, aprendidos y asumidos por el niño variando en función del momento evolutivo en el que se encuentre.
Para hacérselo más comprensible al niño y ayudarle a integrar esta vivencia, es de vital importancia que sus padres o los mayores de su alrededor, se lo hagamos más fácil. Hablarles con naturalidad y sin esconder lo que ello provoca en nosotros. Enseñándoles que llorar es una respuesta normal al pensar que su abuelito no va a volver y por tanto, no hay que esconderse para hacerlo ni sentirse mal por ello. Si les transmitimos seguridad llevando a la normalidad lo que se siente en estas situaciones, le damos un espacio para que pregunten sus inquietudes y dudas. Además, si les mostramos que su día a día va a sufrir el menor cambio posible, que va a poder seguir yendo a su cole o visitar a su abuela, ellos sienten menor vértigo. Su mundo no se desmorona tanto como en un primer momento han creído.

En el caso de nuestro pequeño Dani, con sus siete añitos seguramente que ya entienda el carácter irreversible y definitivo de la palabra muerte. Es decir, que su abuelito ya no volverá a comer con él a la salida del cole. En este caso, Dani ha reaccionado de una manera sosegada, pero a su edad no es raro cuando ante este tipo de situaciones los niños se vuelven algo agresivos, demasiado alegres o incluso juegan a buscar a las personas desaparecidas. Son afrontamientos que dentro de unos límites temporales y cualitativos, forman parte de un proceso normal de aceptación. Pueden evitar mostrarse todo lo tristes que están, o negar que sienten pena. Por ello es importantísimo que se sientan apoyados emocionalmente por sus familiares y personas de confianza. Si lloramos con ellos y no nos escondemos, hablamos de la persona que ya no está con naturalidad manteniéndole en el día a día.

“Mami… ¿Dónde está el abuelo? ¿Por qué no vamos hoy a su casa para comer con él?”, preguntó Dani. “Cariño, no podemos ir con el abuelo porque sabes que se murió hace dos días”, le contesta su madre. “Y entonces, si no le veo ¿me voy a olvidar de él?” contesta Dani con gesto de preocupación. “No hijo, siempre que quieras le vamos a recordar y hablamos de él ¿Qué te parece si me cuentas uno de los chistes que él te enseñó?” le dice. “¡Vale! ¿Cuál prefieres?”. Y así Dani pasó todo el camino a casa, triste porque no vería a su abuelo, pero tranquilo porque su mami le había enseñado una manera de no olvidarle. Después de que ya no podría jugar más con su abuelo a las canicas, era lo que más le preocupaba.

 

Julia Romero Bernal, psicóloga en Ampsico

 

 

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