El equilibirio entre cuidar y sobreproteger
Sin duda uno de los principales errores que podemos cometer con los niños es protegerles en exceso. La sobreprotección consiste en proteger o cuidar en exceso a nuestros hijos. Este comportamiento parental puede iniciarse ya en los primeros meses de vida y mantenerse durante el resto del ciclo vital.
En los tiempos actuales el mundo en el que deben integrarse nuestros menores no es un ámbito fácil y complaciente, desde luego, pero los mayores responsables de ellos lo hacemos imposible cuando, con nuestra forma de quererles, les anulamos.
Proteger a los hijos es necesario, pero sobreprotegerlos es dañino. Obsesionarse por los hijos puede cubrir una multitud de necesidades de los padres, pero perjudica a los hijos. No debemos confundir sobreproteger con mimar o querer. El mimar en exceso y meterles “en una burbuja” protectora les quitará la posibilidad de que ellos generen sus propios recursos, sus propias habilidades y sus propias defensas. Cuando crezcan y realmente tengan que salir de “esa burbuja” ¿Qué harán? No estarán preparados para vivir otra realidad llena de obstáculos y adversidades. Evitar a toda costa que nuestros hijos reciban cualquier daño o cometan cualquier error es a largo plazo una solución disfuncional. Sobreponerse a esas equivocaciones forma parte del aprendizaje y del crecimiento como personas.
Debemos estar a su lado, por supuesto que sí, pero para ayudarles, no para aislarles ni asfixiarles. Los niños tienen que vivir sus pequeñas “crisis” y serán éstas las que les permitan generar sus propios recursos y sus propias “salidas”. Por ejemplo, un bebé no se queda traumatizado porque el padre no acuda cada vez que llora.
La seguridad del menor no es algo que le venga de repente sino que se va configurando a través de nuestras conductas y actitudes como padres/madres y educadores. Viene condicionado, por tanto, por la visión que éste percibe de su entorno más cercano y que transmitimos mediante la comunicación y nuestra relación con los demás “Que ganen confianza en ellos mismos es ganar en su felicidad”
Una causa de esta sobreprotección puede deberse al miedo de los padres a lo desconocido, a no saber cómo actuar y a “tratar a mi hijo como se merece”. “Prefiero que no haga esto a ver si…”, “mejor que no vaya por si…”, “esto no le ha pasado nunca me temo que…” El condicional se apodera de nuestras vidas y nos impide avanzar y aprender cosas nuevas.
El criar a nuestros hijos no es fácil y no podemos tener experiencia previa de todos los ámbitos y esferas de la vida, pero si hay un principio universal que nos ayudará en cualquier situación: el sentido común.
En el ámbito familiar el niño parte de la base de un aprendizaje por observación y modelado en el que los progenitores se convierten en el ejemplo más cercano a seguir. Si no transmitimos confianza en nosotros mismos y firmeza ¿cómo pretendemos transmitir seguridad en nuestros hijos?
Hay personas que parecen haber nacido con mucho sentido común, y otras con muy poco, pero afortunadamente el ser humano puede aprender a desarrollarlo. Este sentido común requiere de:
- Una buena capacidad de observación
- Buena disposición para aprender
- Mucha calma
Por el contrario, la inseguridad y la desconfianza serán unos pilares fundamentales que hay que ir superando si queremos confiar en nosotros mismos.
Sobreproteger a un hijo es lo contrario de respetarlo, es suponer que por sí mismo no es capaz de casi nada, que todo hay que hacérselo, de esta forma ellos responderán a lo vivido y supondrán que no son capaces de hacer nada por sí solos. Es importante para conseguir que crezcan seguros, confiar en ellos. Lo agradecerán más que tanta protección.
Algunos de los signos que presentas los hijos sobreprotegidos son:
- Sentimientos de inutilidad y dependencia.
- Falta de iniciativa propia, creatividad, seguridad y autoestima.
- Desinterés por conocer sus talentos y habilidades.
- Indiferencia por las necesidades del resto de las personas.
- Insatisfacción por sus propios logros.
- Cierto nivel de egocentrismo y necesidad de atención.
- Conductas poco sanas para conseguir sus deseos personales, como la manipulación.
Los niños protegidos, pero no sobreprotegidos, asumen más responsabilidades y desarrollan mejor sus capacidades, tienen más herramientas para desarrollar estrategias para resolver problemas, tienen una visión más positiva de la vida y sufren menos miedos que aquellos que no han tenido la oportunidad de resolverlos por sí mismos. Estarán acostumbrados a que mamá o papá los defienda o les resuelva sus problemas.
La autoconfianza, la autoestima y el autoconcepto bien merecen un artículo a parte, siendo tan importante durante todas las etapas de nuestra vida. La desconfianza en nosotros mismos nos crea frustración e insatisfacción permanente, nos ofrece una visión de la vida tan sesgada como errónea, y nos impide alcanzar la seguridad y el equilibrio que son tan importantes tanto para los adultos como para nuestros pequeños.
El día a día, con sus diversas situaciones, constituye la principal fuente de aprendizaje del menor. Podemos facilitarles el camino, podemos incluso, de vez en cuando, correr con ellos, pero nunca debemos hacer la carrera en su lugar.
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