El papel del psicólogo en la sociedad actual está siendo progresivamente más conocido y valorado. Su desempeño cada vez se aplica a más campos, desde el sanitario hasta el escolar, pasando por el sector empresarial o el de la mejora de rendimiento en el área deportiva, por exponer tan sólo algunos ejemplos representativos. Pero, cabe preguntarse a título individual: ¿Cuándo debo acudir al psicólogo? ¿De qué manera va a poder ayudarme a solucionar el problema que se ha presentado en mi vida? ¿Merece la pena invertir mi tiempo y mi dinero? ¿Voy a tener que contarle a un desconocido aspectos personales que quizá no estoy acostumbrado a expresar a nadie? Creemos útil el dedicar unas palabras para tratar de responder estas cuestiones.
Primer paso: tomar la decisión de ir al psicólogo
El dar el paso inicial de dirigirse a la consulta de un psicólogo suele generar dudas en muchas personas. Así como todos vemos normal el acudir al médico de cabecera ante un dolor de estómago o al dentista ante un dolor de muelas, aún no estamos totalmente concienciados que ante un problema que afecta a nuestras emociones o cuando por algún motivo ha aparecido una circunstancia vital que somos incapaces de solucionar por nosotros mismos, la opción más aconsejable es acudir a un psicólogo.
Es común encontrarse a alguien que se niega a ir al psicólogo aduciendo que “no está loco”. Es una equivocación que cometen algunas personas. Es evidente que no hace falta “estar loco” para acudir a este especialista y, de hecho se estima que más del 80% de las personas que acuden a una consulta psicológica privada lo hacen por problemas de ansiedad o depresión. Dichos problemas distan mucho en su sintomatología de lo que vulgarmente denominamos como “estar loco”. La ansiedad y la depresión son mucho más comunes de lo que podamos llegar a creer; ambas se suelen presentar como una respuesta extrema que da nuestro cuerpo y nuestra mente ante un hecho que somos incapaces de gestionar porque no tenemos las herramientas adecuadas. Pero lo que es importante saber es que se les puede dar una solución si se actúa de la manera adecuada.
Acudir a un psicólogo por tanto, no implica reconocer que hemos perdido nuestras capacidades mentales. Recurrir a un psicólogo significa que en un momento determinado necesitamos que un profesional nos ayude a solventar alguna circunstancia vital que nos está incapacitando para realizar una vida normalizada. Implica que toda persona desea tener una vida más satisfactoria, más plena y quiere darse la oportunidad de lograrla. Debemos tratar de superar ese miedo a sentirnos estigmatizados por acudir a un psicólogo. Muchas personas no se deciden a darse esa oportunidad por este miedo y muchas otras que si acuden lo ocultan de cara a sus amistades o familiares por el mismo motivo. Dejar pasar el tiempo, en contra de lo que se suele decir, no va a arreglar nuestro problema; sino que puede que suceda todo lo contrario, esta dificultad se va a ir arraigando en nosotros y generándonos cada vez más inconvenientes.
¿Pedir ayuda implica falta de autonomía?
El acudir a un psicólogo no significa reconocer que no tenemos autonomía sobre nuestra vida o que somos incapaces de gobernarla; conlleva primeramente, una concienciación de que
estamos inmersos en un problema y posteriormente, el tener la valentía y la fuerza de voluntad para tratar de solventarlo. Es un paso que por él mismo indica un deseo de cambio.
Existen personas que pueden llegar a exigirse por encima de sus límites y sus posibilidades reales. Para ellos acudir a un psicólogo puede llegar a despertar sentimientos de vergüenza o humillación por no poder superar solos lo que les está sucediendo. Es importante decirles que los recursos individuales de afrontamiento son variables entre las diferentes personas e incluso en una misma persona en diferentes momentos. Todos tenemos un límite acerca de lo que podemos soportar por nosotros mismos.
¿Qué debo contarle al psicólogo?
Otro aspecto que puede intranquilizar a aquel que acude por primera vez a consulta, es el hecho de tener que comunicar problemas íntimos a un desconocido. Exponer inseguridades, complejos, frustraciones o debilidades que quizá llevamos años ocultando es un duro trance que muchos no están dispuestos a pasar y que va haciendo que retrasemos más y más el solicitar una cita. Esta demora solo va ir agravando nuestro problema, añadiendo sufrimiento innecesario y dificultando su resolución.
El psicólogo no nos va a obligar durante su trabajo a contarle nada que no queramos. La propia relación terapéutica va a ir generando un clima de confianza y seguridad que nos permita ir abriéndonos según creamos conveniente. La mejor manera de expresarnos en consulta es hablar tal cual somos y exponer naturalmente lo que nos está sucediendo. El especialista va a mostrase empático, va a saber escuchar y jamás va a juzgar a nadie ni por sus emociones ni por sus comportamientos. El terapeuta no es un fiscal ni un abogado; su trabajo está encaminado a comprender, analizar y a desarrollar un tratamiento adecuado. La consulta es un espacio destinado a trasmitir e intentar solventar nuestras dificultades de manera abierta y consensuada. Finalmente, es importante recalcar que hablamos de un profesional que se atiene a un código ético y deontológico dictado por el colegio oficial de psicólogos (COP, 1987), que le obliga a guardar secreto profesional y confidencialidad de toda aquella información trasmitida por sus pacientes. El respeto a la privacidad es primordial en su nuestra profesión.
¿Cuál es su labor?
El psicólogo es un profesional especializado, tiene una formación académica y una experiencia profesional que lo capacitan para desempeñar el trabajo que realiza. Dentro del mundo de la psicología existen diferentes corrientes con distintos modos de entender las causas y las motivaciones del comportamiento humano. Respetando todos los acercamientos teóricos existentes, su trabajo se centra en usar aquellas técnicas que han sido validadas por las investigaciones científicas. Mediante una serie de herramientas metodológicas, entre las que se incluye la entrevista y otras formas de recabar información, se clarifica y entiende cada problema, su origen y sobre todo las causas del mantenimiento. A partir de este momento se va a diseñar un tratamiento, siempre individualizado, donde van a figurar unos objetivos a alcanzar, consensuados con la persona demandante.
Desde el primer momento vamos a ser nosotros mismos en un trabajo del día a día y en ocasiones con la ayuda de nuestro entorno, los que vamos a obrar la mejora en nuestra propia vida. Y todo ello realizando un cambio adecuado en nuestro comportamiento, estilo de vida, pensamientos y emociones. Esto no implica que el causante del problema seamos nosotros mismos, pero sí que gracias a nuestro esfuerzo vamos a luchar por solventarlo. La labor del psicólogo va a consistir en proporcionarnos las herramientas y las estrategias adecuadas; en guiar y supervisar la evolución del paciente. Va a tratar de eliminar los posibles pensamientos erróneos para desarrollar otros más beneficiosos y funcionales. Es importante destacar que el especialista no tiene un libro con soluciones mágicas, ni que con un simple vistazo de cinco minutos es capaz de diagnosticar y solventar el problema de una persona. Por este motivo su atención debe ser profunda y específica.
Cabe destacar la diferencia entre psicólogo y psiquiatra, ya que a veces se pueden equivocar sus funciones. Ambos realizan un diagnóstico del paciente para aplicar un tratamiento adecuado y conseguir que su calidad de vida mejore. El psiquiatra por su parte, es un profesional formado en la medicina y que se basa en la acción de los fármacos para tratar de disminuir la sintomatología. El psicólogo se centra en un cambio del comportamiento, los pensamientos y las emociones.
¿Cuánto tiempo va a durar la terapia y cuánto me va a costar?
Ésta es una cuestión práctica que Ampsico cree necesaria responder ya que muchas personas se lo preguntan y nunca suele ser tratada debidamente.
En lo referente a la duración, se señala que no existe un número prefijado de sesiones. Como se ha descrito antes cada persona es diferente y presenta unos condicionantes distintos, lo que hará que según sea su evolución el tratamiento puede ser más o menos breve. Lo que sí es relevante destacar es que desde esta asociación se trabaja desde terapias orientadas a tratamientos delimitados en el tiempo. Una vez alcanzados los objetivos acordados entre psicólogo y paciente, la relación terapéutica habrá finalizado. Un tratamiento psicológico no debe extenderse durante un largo tiempo sin motivos justificados para ello.
En cuanto al gasto monetario son varias los motivos por los que merece la pena invertir parte de nuestro dinero en acudir a un psicólogo. Cuando estamos inmersos en un bache del que somos incapaces de salir por no tener las herramientas personales necesarias o porque estamos usando las soluciones erróneas,solemos primeramente recurrir a las personas que nos rodean, pero éstas a veces son incapaces de ayudarnos, se frustran y pueden incluso acabar alejándose de nosotros o caer afectadas emocionalmente como lo estamos nosotros mismos. ¿No sería útil acudir a un profesional para evitar esto? Solemos gastar nuestro dinero en diversos placeres, en viajes, en disfrutar de nuestro ocio, en comprarnos ropa, etc. Y si nos gastamos nuestro dinero en ésto ¿por qué no invertirlo en nuestro bienestar personal, en ser felices, en mejorar como personas, en arreglar los problemas con nuestra pareja, etc.? ¿Acaso no nos lo merecemos?
¿Por qué acudir a un psicólogo y no a un amigo?
Podríamos pensar que un buen amigo o un familiar pueden ser capaces de ayudarnos a solucionar nuestros problemas. Tener buenos lazos personales es siempre beneficioso y puede ser una piedra de apoyo pero hay que tener en cuenta que un amigo y un psicólogo no cumplen la misma función. Una persona cercana no tiene ninguna formación ni experiencia para ayudarnos de manera eficaz llegado el caso. Podría acabar afectada emocionalmente por nuestra situación. Un amigo nos escucha, nos da sus mejores consejos de manera bienintencionada y nos apoya en determinados momentos. Sin embargo no cuenta con la formación suficiente ni va a poder trabajar de manera tan exhaustiva de cara a superar aquello que está condicionando nuestra vida de manera negativa.
Algunas razones para acudir al psicólogoNo existe un criterio definido acerca de cuándo se debe acudir a un psicólogo. Tampoco es adecuado compararse con otras personas a la hora de medir nuestros problemas. Lo que nos afecta y la intensidad en que lo hace no puede medirse con una balanza. Acontecimientos que a alguien pueden afectar en menor manera a nosotros pueden desestabilizarnos profundamente, y viceversa. No depende tanto de la situación o el problema al que nos enfrentemos como del grado de afectación que nos esté causando. Aquí se muestran tan sólo algunas de las razones por las que sería recomendable acudir a un psicólogo:
- Cuando la tristeza y la desilusión nos agobian. Cuando comenzamos a pensar que nuestras vidas carecen de sentido.
- Cuando pensamos que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
- Cuando todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos incomprendidos o desatendidos.
- Cuando ciertos miedos nos impiden desarrollar una vida normal, impidiéndonos salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, etc.
- Cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de las personas y las cosas que nos rodean.
- Cuando nos sentimos “con los nervios rotos” y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o llorando de manera incontrolable.
- Cuando desearíamos dejar de fumar o beber y somos incapaces de hacerlo.
- Cuando somos incapaces de afrontar correctamente una situación como hablar en público.
- Cuando volar en avión nos produce un malestar irrefrenable.
- Cuando deseamos tener una relación de pareja y no somos capaces de lograrlo.
- Cuando el estrés de la vida diaria empieza a producirnos insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares o sexuales.
- Cuando los problemas de comunicación dificultan nuestra relación nuestra pareja.
- Cuando he decidido alcanzar una vida más plena y feliz.
- Cuando he decidido desarrollar su potencialidad y su nivel de autoconocimiento.
- Cuando después de seguir un tratamiento farmacológico los resultados no son todo lo satisfactorios que deseaba.
- Cuando ha sucedido en nuestras vidas algún tipo de cambio que desafía nuestro funcionamiento anterior, como por ejemplo: la muerte de un ser querido, el nacimiento de un hijo, un despido laboral, la llegada de la jubilación, un cambio de residencia, etc.
- Cuando nuestros hijos presentan algún condicionante que les impide desarrollarse plenamente en el medio escolar, familiar y personal.
- Y en definitiva, cuando aparecen determinados indicios que indican que algo no está funcionando adecuadamente en nuestra vida y que somos incapaces de continuar con nuestro ritmo habitual.
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