¿Eres infeliz?

¿Eres infeliz?

Aprende a preguntarte si eres feliz

Todos, absolutamente todos, nos encontramos en una continua lucha por encontrar la felicidad.

Curiosamente nadie se pregunta si es feliz, y cuando lo hace suele ser al final de un ciclo, al final de una relación por ejemplo. Cuando me refiero a una relación puede parecer que solo tienen cabida las relaciones de pareja pero no. También tienen cabida las relaciones laborales, familiares, con amigos, etc.

Después de varios años sometido al constante estrés que suponen determinados trabajos, después de varios años respondiendo infatigablemente a las necesidades y demandas del entorno laboral, decides tomar conciencia de que lo que haces no te gusta. ¿Nunca te gustó? Si, seguro que lo hizo, pero el desgaste psíquico al que nos someten determinadas circunstancias solo dejan libre el camino del cambio, y lo peor, llega un momento en que el desgaste es tan grande, tan brutal, que solo ves un camino, el de la huida. El de alejarse, el de no mirar atrás. Y justo entonces, segundos antes de tomar la decisión de irte, de abandonar, de pasar página… llega la pregunta ¿soy feliz? Claro, la respuesta es no.

Lo mismo se puede decir de otros ámbitos, el día a día te desgasta y entras en la inercia de moverte al compás que lo has hecho en los últimos años hasta que la última gota llena el vaso y entonces la pregunta: ¿soy feliz? Y la respuesta: NO.

En estos casos quizá el momento elegido para hacerse la pregunta no sea el más apropiado. Ese tipo de preguntas existenciales en las que uno se lo juega todo a la respuesta deberían ir acompañadas de sosiego y calma. Lo peor de esta situación es la facilidad para generalizar que tenemos en esas circunstancias porque en un segundo ya no es que no seamos felices en ese momento sino que acabamos viendo que nuestra infelicidad ha marcado los últimos años de nuestra vida.

La decisión que tomemos en ese momento, gobernados por la ansiedad, no será, con toda seguridad, la que más nos beneficie a largo plazo: “jamás tomes decisiones estando enojado ni hagas promesas estando pletórico”. La razón es obvia, seguramente en ambos casos los resultados serán catastróficos.

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Creo que la pregunta es mejor hacérsela en el día a día, eso nos ayudaría a tomar conciencia de lo que tenemos o lo que nos falta al margen de agotamientos psíquicos. Es como adelantarse al cataclismo e intentar paliar, viéndolo venir, el resultado final. Claro, eso no quiere decir que nada sea inmutable sino que seguramente hacerse la pregunta al final del camino, agotado física y psíquicamente determina la respuesta. Si nos adelantamos quizá, solo quizá, el desgaste sea menor y podamos ver rayos de luz que nos permitan modificar el rumbo trazado evitando llegar al momento final en condiciones de desventaja.

Cuando agotados psíquicamente por las circunstancias que nos rodean decidimos cambiar de rumbo no debemos olvidar que la medida se toma en condiciones complicadas y muchas veces erróneas. Nos hemos acostumbrado a ver películas en las que el protagonista, tras una relación tormentosa con su jefe, decide abandonar su empresa y con sus últimos ahorros monta un pequeño negocio que prospera rápidamente y que le lleva a ser un hombre rico en pocos meses. Esto casi nunca ocurre y los cambios vitales drásticos, salvo que vayan acompañados de un apoyo económico, familiar o de cualquier otro tipo que amortigüen la caída, suelen acabar mal.

En este orden de cosas es donde definitivamente toma importancia la capacidad de cada uno para encontrar la válvula de escape que le permita soltar presión cada cierto tiempo. Aquí es donde aparece la importante capacidad para detectar las emociones, no solo en uno mismo sino también en los demás. Ambas capacidades son importantes. Cuando detectas tus emociones llegas a conocerlas y cuando las conoces puedes limitar aquellas que no te agradan y fomentar las que son beneficiosas.

Las emociones negativas, miedo, ira, tristeza, ansiedad nos merman, nos agotan, modifican nuestros organismos hormonalmente, producen aumentos de tensión arterial, enfermedades coronarias, trastornos graves, disminución de las defensas. Cuando uno esta inmerso en estas emociones como consecuencia de un constante desgaste emocional del orden que sea… ¿Como se supone que va a ver felicidad en ningún sitio? Este demostrado que las emociones negativas bloquea nuestra capacidad de razonar.

La felicidad es quizá un estado que no observamos a diario, que no sentimos a diario porque lo tenemos idealizado. Creemos que es algo más de lo que tenemos. ¿Que tal si cambiamos la pregunta? ¿Que tal si la pregunta pasa a ser si eres infeliz? ¿Eres infeliz? La mayoría diréis que no… ergo… SOIS FELICES. Sois felices y ¡no lo sabíais!

Antes de esperar al final de un ciclo para haceros la pregunta ¿SOY FELIZ? es recomendable que os la hagáis a diario y de modo inverso (¿SOY INFELIZ?) y que identifiquéis aquellas cosas que hayan bloqueado o intentado bloquear vuestra capacidad para ser felices durante ese día. Ese es el momento de cambiar cosas, de poner en funcionamiento habilidades sociales si el problema está en las relaciones personales, por ejemplo.

Young beautiful woman raising hands with beautiful view at meadoDe este modo quizá acabéis queriendo un cambio vital pero las condiciones en las que llegareis a ese momento no serán las mismas. Si te ayudas en el día a día a identificar y neutralizar lo malo y fomentar lo bueno que hay en ti, el camino será más cómodo. Quizá la meta es la misma… el cambio… pero seguro que no es lo mismo llegar a esa meta tranquilo, sosegado, feliz y optimista que agotado, triste, con miedo y ansiedad y sin ganas de nada.

La dificultad de esta sugerencia está en desarrollar esa capacidad para preguntarte a diario si eres infeliz. No es nada fácil que nos interesemos en nuestros propios estados emocionales, requiere una atención plena en lo que sentimos en cada momento y eso sólo se puede conseguir mejorando nuestra inteligencia emocional pero… ¿se puede mejorar la inteligencia emocional de cada uno? Por supuesto, pero requiere que un profesional en ese campo te ayude a desarrollarla. No es un proceso difícil, de hecho puede ser muy divertido y ameno. El único requisito es, simplemente, que tú quieras que tu bienestar vital, tu calidad de vida, en definitiva tu felicidad, mejoren… ¿te apetece?

 

 

 

 

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¿Los problemas vienen o los creamos?

¿Los problemas vienen o los creamos?

Cómo aprender a resolverlos.

Los seres humanos poseemos una formidable capacidad de complicarlos la vida. Podemos llegar a manifestar tormentosos, retorcidos y persistentes problemas que en ocasiones se convierten en patologías, tales como fobias, trastornos de pánico, obsesiones, manías, anorexia, bulimia, depresión, crisis de pareja, y muchos otros.

Un aspecto fundamental para el conocimiento de los problemas humanos, para saber cómo se construyen y de qué manera pueden ser resueltos, es saber que lo que construye un problema y lo mantienen es precisamente lo que las personas intentan hacer para resolverlo. Una tentativa de solución que no funciona, si es reiterada, no solo no lo resuelve, sino que lo complica, hasta llegar a construir un verdadero círculo vicioso.

Sabemos que la realidad cambia según el punto de vista de quien la mira. Esto conduce a reacciones diversas dependiendo de las diferentes visiones que se pueden hacer de la misma realidad. Diremos que cada persona crea su propia realidad sobre la base de lo que hace, guiada por la visión de su realidad con la cual interactúa. Ya afirmaba Oscar Wilde “no existe una realidad verdadera, sino tantas realidades como se puedan inventar”.

Lo plantearemos de forma algo más clarificadoracon una historia:

En un día de mucho calor, un padre y su hijo emprenden un viaje, con un asno, para visitar a unos parientes que viven en una ciudad lejana a su comarca.

El padre va montado sobre el asno y el hijo camina a su lado. Cuando pasan delante de un grupo de personas, el padre escucha que éstos dicen:

  • Miren eso, ¡que padre tan cruel!, va sobre el asno y su hijo debe andar en un día tan caluroso.

Entonces el padre baja del asno, hace subir al hijo y continúan así el camino. Pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha que dicen

  • Pero miren el pobre viejo camina, en un día tan caluroso, y el joven va muy cómodo sobre el asno: ¡qué clase de educación es esa!

El padre entonces piensa que lo mejor es que los dos vayan sobre el asno, y así continúan el camino. Poco después pasan por otro grupo de personas y escuchan a estos decir:

  • ¡Observar qué crueldad!, esos dos no tienen ni un poco de misericordia con ese pobre animal que debe cargar con tanto peso en un día tan caluroso.

Entonces el padre se baja del asno, y hace bajar también a su hijo, y continúan caminando junto al asno. Pasan pues por enfrente de otro grupo de personas, que dicen:

  • ¡Qué imbéciles esos dos!, en un día tan caluroso caminan a pesar de que tienen un asno sobre el cual podrían montar…”

Con esto deberíamos constatar que no existe un conocimiento realmente verdadero de las cosas, solamente puede existir un conocimiento idóneo en cada caso, que nos permita manejar la realidad con la que vivimos. Que permita adaptarnos a lo que percibimos y cuyo desarrollo se presenta mediante un conocimiento que nos enseña a gobernar nuestra realidad del modo más operativo posible.

Ya el conocido filósofo Locke, afirmaba que en realidad consideramos “insensatos a quienes partiendo de premisas equivocadas y usando una lógica correcta y convincente, llegan a conclusiones erróneas”.

Lo que es sorprendente para muchos es que lo que guía a las personas a repetir lapráctica de soluciones disfuncionales no es una “propensión genética” a la patología (salvo excepciones aún así discutibles), sino el aplicar, de manera rígida, soluciones que anteriormente habían funcionado en problemas del mismo tipo. El problema radica en aplicar tentativas de solución aparentemente adecuadas y sobre todo en insistir en su aplicación incluso después de comprobar el fracaso.7705522496_b480053aec_z

Para entenderlo mejor, narraremos una antigua fábula griega:

Había una mula que todas las mañanas llevaba una carga de leña desde la granja en el valle hasta la cabaña en la montaña, pasando siempre por el mismo sendero a través del bosque, subiendo por la mañana y regresando al anochecer. Una noche, durante una tormenta, un rayo derribó un árbol que obstruyó el sendero. A la mañana siguiente, la mula caminando en su habitual camino, tropezó con el árbol que le impedía el camino. La mula pensó: “el árbol no debe estar aquí, está en un lugar equivocado” y continuó hasta golpear su cabeza contra el árbol, imaginando que éste se desplazaría, ya que ese no era su sitio. Como el árbol no se movió, la mula pensó “quizás no he dado un golpe suficientemente fuerte”, pero el árbol seguía sin moverse. La mula insistió repetidamente…”. Dejamos intuir al lector el trágico final en está fábula.

La vida está llena de eventos problemáticos para cualquiera; la diferencia está en “cómo” cada uno de nosotros afrontamos nuestras realidades, ya que esto conducirá a poner una solución que puede llevar no solo a la no-solución del problema, sino incluso, a su complicación.

En otros términos, errar es humano pero es la incapacidad de modificar los propios errores lo que vuelve las situaciones en irresolubles. Esta resistencia a cambiar las estrategias en la solución a nuestros problemas, se basa en experiencias anteriores con resultados favorables al afrontar problemas del mismo tipo. Pero como dice Oscar Wilde “con la mejor de nuestras intenciones, en ocasiones llegamos a los peores de los efectos”. Cuando creamos una idea de una experiencia vivida como eficaz, tenemos grandes dificultades para cambiar una convicción propia. Así pues, cuando las personas insistimos en poner soluciones que no nos llevan a la solución con una determinada realidad, lo que mantiene el problema es precisamente lo que hacemos, sin éxito, para resolverlos.

Para crear un cambio y construir una realidad más funcional, no tomaremos en consideración el modo en que el problema se ha formado en el pasado, sino cómo éste se mantiene en el presente. Lo que debemos interrumpir, cuando queremos cambiar una realidad, es su persistencia; sobre su formación ocurrida en el pasado, no tenemos ningún poder de intervención.

En realidad no existe ninguna conexión “causal lineal” entre cómo un problema se crea y cómo éste persiste y cómo puede ser cambiado y resuelto. En cambio, si existe una “causalidad circular” entre cómo un problema persiste y lo que las personas hacen para resolverlo sin éxito. Cuando se pretende provocar cambios, lo importante es concentrarse en las tentativas de solución disfuncionales, ya que cambiando o bloqueando éstas, se interrumpe el círculo vicioso que alimenta la persistencia del problema.

En ocasiones nos oponemos al cambio y nos resistimos en un equilibrio que no nos gusta y es incluso disfuncional, pero no podemos evitar hacerlo. Deberemos crear experiencias emotivas diferentes y concretas que pongan a la persona en condiciones de sentir algo distinto con relación a la realidad que debe cambiar, para abrir de este modo la puerta a reacciones diferentes, ya sea de tipo emotivo o comportamental.

El famoso cibernético Heinz von Foerster, afirmaba “si quieres ver, aprende a obrar”. La idea es que para obrar de un modo diferente sea necesario antes aprender a ver el mundo de un modo diferente. Con esto aprenderemos antes a obrar de forma diferente para poder entender de forma diferente y así cambiar nuestra propia percepción de la realidad.

Para la superación de un problema se requiere primero la ruptura del sistema circular entre el sujeto y su realidad, el cual mantiene la situación problemática. Una vez conseguido esto, hay que redefinir y modificar las visiones del mundo que hasta ahora han obligado a la persona a crear respuestas que hacen mantener el problema. A esta fase, le sigue la redefinición y consiguiente modificación de las visiones del mundo que han obligado a la persona a crear respuestas disfuncionales.

Los seres humanos nos relacionamos con la realidad, y a partir de ahí cada uno de nosotros la relaciona con nosotros mismos, con los otros o con el mundo. Mediante este proceso construimos la realidad que nosotros mismos sufrimos o manejamos. Este es el secreto…

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 “Yo he hecho esto” dice mi memoria. “Yo no puedo haber hecho esto” dice mi orgullo, y se mantiene inamovible. Al final la memoria se rinde.

FRIEDRICH NIETZSCHE. Como se filosofa a martillazos

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El manejo de la tristeza

El manejo de la tristeza

La tristeza es una de las emociones  básicas más “molestas”,junto al enfado, no por ello menos necesaria. Es una de las que denominadas negativas que, al igual que las positivas, cumple una función adaptativa y necesaria para el equilibrio psíquico y emocional. De hecho gracias a un buen manejo de la tristeza y expresión de esta emoción, nos ayuda a superar diversos momentos difíciles en nuestra atareada vida.

Con ella sentimos pena, soledad, pesimismo ante la pérdida de algo importante o cuando nos han decepcionado. La función de la tristeza es la de pedir ayuda, nos permite la reflexión y nos motiva hacia una nueva reintegración personal. Sin embargo, en la sociedad actual la tristeza no está bien vista y desgraciadamente suele suprimirse con graves consecuencias.

     Desde la infasad-snot-nosed-kid-1429734ncia nos enseñan a reprimir la tristeza, a ocultar nuestras lágrimas y     en su lugar mostrar nuestra mejor sonrisa.De este modo los niños y niñas               crecen aprendiendo a ocultar la tristeza. Una parte muy importante de la educación        emocional consiste en educar a nuestros pequeños para una adecuada gestión de las      emociones negativas, permitiendo que cumplan su función y puedan así desaparecer.

 A continuación presentamos una serie de “recetas” o “trucos” para ayudar a nuestros pequeños (y no tan  pequeños) a manejar mejor esta emoción no positiva:

 No te burles de su tristeza, ni dejes que otros se burlen de ella: es muy normal que cuando un niño/a llora, le tachemos de llorica o llorón y se hagan burlas.

La terapia del abrazo: ayudan no sólo a sentirnos bien, sino también a reducir la tensióImagen1n y a aumentar  la autoestima. El contacto físico del abrazo llena de energía tanto al que abraza como al que recibe el abrazo.

 Hacer una lista de las cosas buenas que tiene. Le ayudará a ver todo lo bueno que tiene a su alrededor. A veces nos olvidamos de las cosas buenas de la vida. ¡Pero hay muchas! Escribe las tuyas (p.ej. Mi amigo Alberto…)

¡Habla!¡ Expresa! ¡Te escucho! tomate tu tiempo…

El papel de familiares cercanos, amigos o compañeros es fundamental. Es necesario que comprenda que no debe tener miedo a contar cómo se siente y a comentar a los demás cómo le pueden ayudar. Deja que te explique porque está triste, ayúdale a reflexionar gracias a la tristeza y a ir más allá. No se trata solo de llorar, sino de descansar y reflexionar. Además Permite su tiempo de duelo ante grandes pérdidas o acontecimientos adversos, ese proceso es necesario para el consiguiente reajuste.

  Es importante tener en cuenta esto y educarles para que sean capaces de sentir todas sus emociones y expresarlas, de vivirlas y aprender de ellas para llegar a ser felices.

 

 

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La autoestima como aliada

La autoestima como aliada

Muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas, hemos reflexionado o prestado un mayor o menor grado de atención a nuestra autoestima, es decir, a la valoración, el afecto y la aceptación que sentimos por nosotros mismos y que los demás también nos hacen sentir.

Pero, ¿qué es la autoestima? Hace referencia al conjunto de percepciones, imágenes, pensamientos, juicios y afectos que tenemos las personas acerca de nosotras mismas. Se va conformando sobre todo durante nuestra infancia, principalmente a partir de la imagen que nos devuelven las figuras significativas, aunque también es el resultado del proceso de socialización, en el cual la familia y la escuela tienen un papel esencial.

Una autoestima adecuada nos proporciona un trato digno y basado en el respeto hacia nosotros mismos, y además nos facilita la búsqueda activa de actitudes que fomenten nuestro bienestar. Podemos enumerar una serie de características que constituyen una autoestima positiva ,las denominadas siete “aes”:

  1. Aprecio y Afecto: Demostrarnos cariño, comprensión, y en definitiva, sentirnos bien manteniendo hacia nosotros una actitud positiva.
  2. Aceptación: Aprender a aceptarnos tal y como somos, lo cual no quiere decir que no podamos cambiar, y por consiguiente, tener siempre abierta la posibilidad de mejorar ciertos aspectos con los que no nos encontramos del todo cómodos.
  3. Atención y Autoconsciencia: Prestar atención a nuestras cualidades, necesidades, deseos, así como también a nuestros defectos y limitaciones. También es importante observar el modo en que nos vemos a nosotros mismos.
  4. Apertura y Afirmación: Tomar una actitud abierta hacia los demás, reconociéndolos y afirmándolos; bajo esta premisa se encuentra la idea de que no podemos vivir de forma totalmente independiente de otras personas, estamos en constante interrelación con ellos.

En contraposición a lo anterior, quienes tienen una baja autoestima tienden a sentirse culpables con bastante frecuencia, creen que los hechos negativos que ocurren a su alrededor se deben a algo que ellos mismos han hecho mal (es decir, se atribuyen a sí mismos los fracasos y las experiencias negativas), y sin embargo, cuando tienen éxito o logran algo positivo, normalmente suelen buscar causas externas para explicarlo (por ejemplo, el azar, la suerte o la ayuda de otras personas).

Sin duda, la confianza que tenemos en nuestras capacidades y nuestros recursos para manejar las circunstancias y lograr nuestros propósitos se convierte en aspecto clave de la autoestima. Así, junto con una alta motivación y perseverancia (por citar sólo algunas cualidades), podremos contar con nuestra mejor aliada para ayudarnos en el proceso de crecimiento y desarrollo personal.

Aquí os indicamos algunas pautas para mejorar la autoestima:

  • Reconoce tus logros personales y tus éxitos, y felicítate por lo que has conseguido.
  • Acepta tus errores, y aprovéchalos como una oportunidad de aprendizaje, tratando de no aferrarte únicamente a tus limitaciones y defectos.
  • Modera tus exigencias y ajusta expectativas. Date permiso para fallar, regula tus autoimposiciones. A veces somos demasiado críticos con nosotros mismos, quizás sea el momento de valorar si los objetivos que a veces nos planteamos son poco realistas y tenemos entonces que readaptarlos o reformularlos.
  • Plantéate objetivos y metas. Busca el modo de alcanzarlos, elaborando un plan flexible y evaluando los avances que vayas consiguiendo y los obstáculos que se presenten, busca alternativas de solución.
  • Rodéate de un entorno que alimente tu autoestima, personas y ambientes con los que disfrutes y enriquezcan tu vida.

Para terminar, el siguiente fragmento, que corresponde a un poema de Virginia Satir, es una propuesta para reflexionar sobre aquellos aspectos que poseemos, y cómo éstos pueden facilitar nuestra aceptación y autoconocimiento.

(…) Soy dueña de mis fantasías,
mis sueños,
mis esperanzas,
mis temores.
Son míos mis triunfos y mis éxitos,
todos mis fracasos y errores.
Puesto que todo lo mío me pertenece,
puedo llegar a conocerme íntimamente.
Al hacerlo, puedo llegar a quererme
y sentir amistad hacia todas mis partes.
Puedo hacer factible
que todo lo que me concierne funcione
para mis mejores intereses.
Sé que tengo aspectos que me desconciertan
y otros que desconozco.
Pero mientras yo me estime y me quiera,
puedo buscar con valor y optimismo soluciones para las incógnitas
e ir descubriéndome cada vez más.

 

Begoña López

 

 

 

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