Oct 4, 2016 | Inteligencia Emocional, Problem Solving, Sin categoría
Los seres humanos poseemos una formidable capacidad de complicarlos la vida. Podemos llegar a manifestar tormentosas, retorcidas y persistentes patologías, tales como fobias, trastornos de pánico, obsesiones, manías, anorexia, bulimia, depresión, crisis de pareja, y muchos otros.
Un aspecto fundamental para el conocimiento de los problemas humanos, para saber cómo se construyen y de qué manera se pueden resolver, es saber que lo que construye un problema y lo mantienen es precisamente lo que las personas intentan hacer para resolverlo. Una tentativa de solución que no funciona, si es reiterada, no solo no lo resuelve, sino que lo complica, hasta llegar a construir un verdadero círculo vicioso.
Sabemos que la realidad cambia según el punto de vista de quien la mira: esto conduce a reacciones diversas sobre la base de diferentes atribuciones que se pueden hacer de la misma realidad. Diremos que cada persona crea su propia realidad sobre la base de lo que hace, guiada por la perspectiva que asume en la percepción de la realidad con la cual interactúa. Ya afirmaba Oscar Wilde “no existe una realidad verdadera, sino tantas realidades como se puedan inventar”.
Con esto deberíamos constatar que no existe un conocimiento realmente verdadero de las cosas, solamente puede existir un conocimiento idóneo, o bien un conocimiento instrumental que nos permita administrar la realidad con la cual interactuamos. Que permita adaptarnos eficazmente a lo que percibimos y cuyo desarrollo se presenta mediante un conocimiento operativo que nos enseña a gobernar la realidad del modo más funcional posible.
Lo plantearemos de forma algo más clarificadora con una historia:
“En un día de mucho calor, un padre y su hijo emprenden un viaje, con un asno, para visitar a unos parientes que viven en una ciudad lejana a su comarca.
El padre va montado sobre el asno y el hijo camina a su lado. Cuando pasan delante de un grupo de personas, el padre escucha que éstos dicen:
– Miren eso, ¡que padre tan cruel!, va sobre el asno y su hijo debe andar en un día tan caluroso.
Entonces el padre baja del asno, hace subir al hijo y continúan así el camino. Pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha que dicen
– Pero miren el pobre viejo camina, en un día tan caluroso, y el joven va muy cómodo sobre el asno: ¡qué clase de educación es esa!
El padre entonces piensa que lo mejor es que los dos vayan sobre el asno, y así continúan el camino. Poco después pasan por otro grupo de personas y escuchan a estos decir:
– ¡Observar qué crueldad!, esos dos no tienen ni un poco de misericordia con ese pobre animal que debe cargar con tanto peso en un día tan caluroso.
Entonces el padre se baja del asno, y hace bajar también a su hijo, y continúan caminando junto al asno. Pasan pues por enfrente de otro grupo de personas, que dicen:
– ¡Qué imbéciles esos dos!, en un día tan caluroso caminan a pesar de que tienen un asno sobre el cual podrían montar…”
Ya el conocido filósofo Locke, afirmaba que en realidad consideramos “insensatos a quienes partiendo de premisas equivocadas y usando una lógica correcta y convincente, llegan a conclusiones erróneas”. Diremos que cada persona crea su propia realidad sobre la base de lo que hace, guiada por la perspectiva que asume en la percepción de la realidad con la que interactúa.
Lo que es sorprendente para muchos es que lo que guía a las personas a reiterar la práctica de actitudes y comportamientos disfuncionales no es una “propensión genética” a la patología (salvo excepciones aún así discutibles), sino el aplicar, de manera rígida, soluciones que anteriormente habían funcionado en problemas del mismo tipo. El problema radica en aplicar tentativas de solución aparentemente adecuadas y sobre todo en insistir en su aplicación incluso después de comprobar el fracaso.
Para entenderlo mejor, narraremos una antigua fábula griega:
“Había una mula que todas las mañanas llevaba una carga de leña desde la granja en el valle hasta la cabaña en la montaña, pasando siempre por el mismo sendero a través del bosque, subiendo por la mañana y regresando al anochecer. Una noche, durante una tormenta, un rayo derribó un árbol que obstruyó el sendero. A la mañana siguiente, la mula caminando en su habitual camino, tropezó con el árbol que le impedía el camino. La mula pensó: “el árbol no debe estar aquí, está en un lugar equivocado” y continuó hasta golpear su cabeza contra el árbol, imaginando que éste se desplazaría, ya que ese no era su sitio. Como el árbol no se movió, la mula pensó “quizás no he dado un golpe suficientemente fuerte”, pero el árbol seguía sin moverse. La mula insistió repetidamente…”. Dejamos intuir al lector el trágico final en está fábula.
La vida está llena de eventos problemáticos para cualquiera; la diferencia está en “cómo” cada uno de nosotros afrontamos nuestras realidades, ya que esto conducirá a aplicar tentativas de solución que pueden llevar no solo a la no-solución del problema, sino incluso, a su complicación.
En otros términos, errar es humano pero es la incapacidad de modificar los propios errores lo que vuelve las situaciones en irresolubles. Esta resistencia a cambiar las estrategias en la solución a nuestros problemas, se basa en las experiencias precedentes con resultados favorables al afrontar problemas de la misma tipología. Pero como dice Oscar Wilde “con la mejor de nuestras intenciones, en ocasiones llegamos a los peores de los efectos”. Cuando creamos una idea de una experiencia vivida como eficaz, tenemos grandes dificultades para cambiar una convicción propia. Así pues, cuando las personas insistimos en seguir aplicando estrategias de soluciones disfuncionales con una determinada realidad, lo que mantiene el problema es precisamente lo que hacemos, sin éxito, para resolverlos.
Para crear un cambio y construir una realidad más funcional, desde la perspectiva del problem solving y la terapia estratégica, no tomaremos en consideración el modo en que el problema se ha formado en el pasado, sino cómo éste se mantiene en el presente. Lo que debemos interrumpir, cuando queremos cambiar una realidad, es su persistencia; sobre su formación ocurrida en el pasado, no tenemos ningún poder de intervención. Recurrir a informaciones sobre el pasado de la persona, representa un medio para poder preparar las mejores estrategias de solución de los problemas.
En realidad no existe ninguna conexión “causal lineal” entre cómo un problema se crea y cómo éste persiste y cómo puede ser cambiado y resuelto. En cambio, si existe una “causalidad circular” entre cómo un problema persiste y lo que las personas hacen para resolverlo sin éxito. Cuando se pretende provocar cambios, lo importante es concentrarse en las tentativas de solución disfuncionales, ya que cambiando o bloqueando éstas, se interrumpe el círculo vicioso que alimenta la persistencia del problema. Una intervención llevará a la ruptura del equilibrio disfuncional creando otro equilibrio más funcional, basado en nuevas percepciones de la realidad, resolviendo el problema.
En relación a las resistencias al cambio y el equilibrio disfuncional, deberemos pues crear experiencias perceptivas concretas que pongan a la persona en condiciones de sentir algo distinto con relación a la realidad que debe cambiar, para abrir de este modo la puerta a reacciones diferentes, ya sea de tipo emotivo o comportamental. El famoso cibernético Heinz von Foerster, afirmaba “si quieres ver, aprende a obrar”. La idea es que para obrar de un modo diferente sea necesario antes aprender a ver el mundo de un modo diferente. Con esto aprenderemos antes a obrar de forma diferente para poder entender de forma diferente y así cambiar nuestra propia percepción de la realidad.
Para la superación de un problema se requiere primero la ruptura del sistema circular de retroacciones entre el sujeto y su realidad, el cual mantiene la situación problemática. A esta fase, le sigue la redefinición y consiguiente modificación de las representaciones del mundo que obligan a la persona a crear respuestas disfuncionales.
Los seres humanos nos relacionamos con la realidad, y a partir de ahí cada uno de nosotros la relaciona con nosotros mismos, con los otros o con el mundo. Mediante este proceso los sujetos construimos la realidad que nosotros mismos sufrimos o manejamos.
“Yo he hecho esto” dice mi memoria.
“Yo no puedo haber hecho esto” dice mi orgullo, y se mantiene inamovible.
Al final la memoria se rinde.
FRIEDRICH NIETZSCHE. Como se filosofa a martillazos
Abr 26, 2015 | Psicología
El papel del psicólogo en la sociedad actual está siendo progresivamente más conocido y valorado. Su desempeño cada vez se aplica a más campos, desde el sanitario hasta el escolar, pasando por el sector empresarial o el de la mejora de rendimiento en el área deportiva, por exponer tan sólo algunos ejemplos representativos. Pero, cabe preguntarse a título individual: ¿Cuándo debo acudir al psicólogo? ¿De qué manera va a poder ayudarme a solucionar el problema que se ha presentado en mi vida? ¿Merece la pena invertir mi tiempo y mi dinero? ¿Voy a tener que contarle a un desconocido aspectos personales que quizá no estoy acostumbrado a expresar a nadie? Creemos útil el dedicar unas palabras para tratar de responder estas cuestiones.
Primer paso: tomar la decisión de ir al psicólogo
El dar el paso inicial de dirigirse a la consulta de un psicólogo suele generar dudas en muchas personas. Así como todos vemos normal el acudir al médico de cabecera ante un dolor de estómago o al dentista ante un dolor de muelas, aún no estamos totalmente concienciados que ante un problema que afecta a nuestras emociones o cuando por algún motivo ha aparecido una circunstancia vital que somos incapaces de solucionar por nosotros mismos, la opción más aconsejable es acudir a un psicólogo.
Es común encontrarse a alguien que se niega a ir al psicólogo aduciendo que “no está loco”. Es una equivocación que cometen algunas personas. Es evidente que no hace falta “estar loco” para acudir a este especialista y, de hecho se estima que más del 80% de las personas que acuden a una consulta psicológica privada lo hacen por problemas de ansiedad o depresión. Dichos problemas distan mucho en su sintomatología de lo que vulgarmente denominamos como “estar loco”. La ansiedad y la depresión son mucho más comunes de lo que podamos llegar a creer; ambas se suelen presentar como una respuesta extrema que da nuestro cuerpo y nuestra mente ante un hecho que somos incapaces de gestionar porque no tenemos las herramientas adecuadas. Pero lo que es importante saber es que se les puede dar una solución si se actúa de la manera adecuada.
Acudir a un psicólogo por tanto, no implica reconocer que hemos perdido nuestras capacidades mentales. Recurrir a un psicólogo significa que en un momento determinado necesitamos que un profesional nos ayude a solventar alguna circunstancia vital que nos está incapacitando para realizar una vida normalizada. Implica que toda persona desea tener una vida más satisfactoria, más plena y quiere darse la oportunidad de lograrla. Debemos tratar de superar ese miedo a sentirnos estigmatizados por acudir a un psicólogo. Muchas personas no se deciden a darse esa oportunidad por este miedo y muchas otras que si acuden lo ocultan de cara a sus amistades o familiares por el mismo motivo. Dejar pasar el tiempo, en contra de lo que se suele decir, no va a arreglar nuestro problema; sino que puede que suceda todo lo contrario, esta dificultad se va a ir arraigando en nosotros y generándonos cada vez más inconvenientes.
¿Pedir ayuda implica falta de autonomía?
El acudir a un psicólogo no significa reconocer que no tenemos autonomía sobre nuestra vida o que somos incapaces de gobernarla; conlleva primeramente, una concienciación de que
estamos inmersos en un problema y posteriormente, el tener la valentía y la fuerza de voluntad para tratar de solventarlo. Es un paso que por él mismo indica un deseo de cambio.
Existen personas que pueden llegar a exigirse por encima de sus límites y sus posibilidades reales. Para ellos acudir a un psicólogo puede llegar a despertar sentimientos de vergüenza o humillación por no poder superar solos lo que les está sucediendo. Es importante decirles que los recursos individuales de afrontamiento son variables entre las diferentes personas e incluso en una misma persona en diferentes momentos. Todos tenemos un límite acerca de lo que podemos soportar por nosotros mismos.
¿Qué debo contarle al psicólogo?
Otro aspecto que puede intranquilizar a aquel que acude por primera vez a consulta, es el hecho de tener que comunicar problemas íntimos a un desconocido. Exponer inseguridades, complejos, frustraciones o debilidades que quizá llevamos años ocultando es un duro trance que muchos no están dispuestos a pasar y que va haciendo que retrasemos más y más el solicitar una cita. Esta demora solo va ir agravando nuestro problema, añadiendo sufrimiento innecesario y dificultando su resolución.
El psicólogo no nos va a obligar durante su trabajo a contarle nada que no queramos. La propia relación terapéutica va a ir generando un clima de confianza y seguridad que nos permita ir abriéndonos según creamos conveniente. La mejor manera de expresarnos en consulta es hablar tal cual somos y exponer naturalmente lo que nos está sucediendo. El especialista va a mostrase empático, va a saber escuchar y jamás va a juzgar a nadie ni por sus emociones ni por sus comportamientos. El terapeuta no es un fiscal ni un abogado; su trabajo está encaminado a comprender, analizar y a desarrollar un tratamiento adecuado. La consulta es un espacio destinado a trasmitir e intentar solventar nuestras dificultades de manera abierta y consensuada. Finalmente, es importante recalcar que hablamos de un profesional que se atiene a un código ético y deontológico dictado por el colegio oficial de psicólogos (COP, 1987), que le obliga a guardar secreto profesional y confidencialidad de toda aquella información trasmitida por sus pacientes. El respeto a la privacidad es primordial en su nuestra profesión.
¿Cuál es su labor?
El psicólogo es un profesional especializado, tiene una formación académica y una experiencia profesional que lo capacitan para desempeñar el trabajo que realiza. Dentro del mundo de la psicología existen diferentes corrientes con distintos modos de entender las causas y las motivaciones del comportamiento humano. Respetando todos los acercamientos teóricos existentes, su trabajo se centra en usar aquellas técnicas que han sido validadas por las investigaciones científicas. Mediante una serie de herramientas metodológicas, entre las que se incluye la entrevista y otras formas de recabar información, se clarifica y entiende cada problema, su origen y sobre todo las causas del mantenimiento. A partir de este momento se va a diseñar un tratamiento, siempre individualizado, donde van a figurar unos objetivos a alcanzar, consensuados con la persona demandante.
Desde el primer momento vamos a ser nosotros mismos en un trabajo del día a día y en ocasiones con la ayuda de nuestro entorno, los que vamos a obrar la mejora en nuestra propia vida. Y todo ello realizando un cambio adecuado en nuestro comportamiento, estilo de vida, pensamientos y emociones. Esto no implica que el causante del problema seamos nosotros mismos, pero sí que gracias a nuestro esfuerzo vamos a luchar por solventarlo. La labor del psicólogo va a consistir en proporcionarnos las herramientas y las estrategias adecuadas; en guiar y supervisar la evolución del paciente. Va a tratar de eliminar los posibles pensamientos erróneos para desarrollar otros más beneficiosos y funcionales. Es importante destacar que el especialista no tiene un libro con soluciones mágicas, ni que con un simple vistazo de cinco minutos es capaz de diagnosticar y solventar el problema de una persona. Por este motivo su atención debe ser profunda y específica.
Cabe destacar la diferencia entre psicólogo y psiquiatra, ya que a veces se pueden equivocar sus funciones. Ambos realizan un diagnóstico del paciente para aplicar un tratamiento adecuado y conseguir que su calidad de vida mejore. El psiquiatra por su parte, es un profesional formado en la medicina y que se basa en la acción de los fármacos para tratar de disminuir la sintomatología. El psicólogo se centra en un cambio del comportamiento, los pensamientos y las emociones.
¿Cuánto tiempo va a durar la terapia y cuánto me va a costar?
Ésta es una cuestión práctica que Ampsico cree necesaria responder ya que muchas personas se lo preguntan y nunca suele ser tratada debidamente.
En lo referente a la duración, se señala que no existe un número prefijado de sesiones. Como se ha descrito antes cada persona es diferente y presenta unos condicionantes distintos, lo que hará que según sea su evolución el tratamiento puede ser más o menos breve. Lo que sí es relevante destacar es que desde esta asociación se trabaja desde terapias orientadas a tratamientos delimitados en el tiempo. Una vez alcanzados los objetivos acordados entre psicólogo y paciente, la relación terapéutica habrá finalizado. Un tratamiento psicológico no debe extenderse durante un largo tiempo sin motivos justificados para ello.
En cuanto al gasto monetario son varias los motivos por los que merece la pena invertir parte de nuestro dinero en acudir a un psicólogo. Cuando estamos inmersos en un bache del que somos incapaces de salir por no tener las herramientas personales necesarias o porque estamos usando las soluciones erróneas,solemos primeramente recurrir a las personas que nos rodean, pero éstas a veces son incapaces de ayudarnos, se frustran y pueden incluso acabar alejándose de nosotros o caer afectadas emocionalmente como lo estamos nosotros mismos. ¿No sería útil acudir a un profesional para evitar esto? Solemos gastar nuestro dinero en diversos placeres, en viajes, en disfrutar de nuestro ocio, en comprarnos ropa, etc. Y si nos gastamos nuestro dinero en ésto ¿por qué no invertirlo en nuestro bienestar personal, en ser felices, en mejorar como personas, en arreglar los problemas con nuestra pareja, etc.? ¿Acaso no nos lo merecemos?
¿Por qué acudir a un psicólogo y no a un amigo?
Podríamos pensar que un buen amigo o un familiar pueden ser capaces de ayudarnos a solucionar nuestros problemas. Tener buenos lazos personales es siempre beneficioso y puede ser una piedra de apoyo pero hay que tener en cuenta que un amigo y un psicólogo no cumplen la misma función. Una persona cercana no tiene ninguna formación ni experiencia para ayudarnos de manera eficaz llegado el caso. Podría acabar afectada emocionalmente por nuestra situación. Un amigo nos escucha, nos da sus mejores consejos de manera bienintencionada y nos apoya en determinados momentos. Sin embargo no cuenta con la formación suficiente ni va a poder trabajar de manera tan exhaustiva de cara a superar aquello que está condicionando nuestra vida de manera negativa.
Algunas razones para acudir al psicólogoNo existe un criterio definido acerca de cuándo se debe acudir a un psicólogo. Tampoco es adecuado compararse con otras personas a la hora de medir nuestros problemas. Lo que nos afecta y la intensidad en que lo hace no puede medirse con una balanza. Acontecimientos que a alguien pueden afectar en menor manera a nosotros pueden desestabilizarnos profundamente, y viceversa. No depende tanto de la situación o el problema al que nos enfrentemos como del grado de afectación que nos esté causando. Aquí se muestran tan sólo algunas de las razones por las que sería recomendable acudir a un psicólogo:
- Cuando la tristeza y la desilusión nos agobian. Cuando comenzamos a pensar que nuestras vidas carecen de sentido.
- Cuando pensamos que todo nos sale mal y que las cosas no van a cambiar.
- Cuando todo a nuestro alrededor lo percibimos amenazante y nos sentimos incomprendidos o desatendidos.
- Cuando ciertos miedos nos impiden desarrollar una vida normal, impidiéndonos salir a la calle, relacionarnos con otras personas, permanecer en un sitio cerrado, etc.
- Cuando el temor o la inseguridad nos impiden desarrollar nuestras habilidades y disfrutar de las personas y las cosas que nos rodean.
- Cuando nos sentimos “con los nervios rotos” y casi cualquier situación hace que perdamos el control y sólo sepamos responder con agresividad o llorando de manera incontrolable.
- Cuando desearíamos dejar de fumar o beber y somos incapaces de hacerlo.
- Cuando somos incapaces de afrontar correctamente una situación como hablar en público.
- Cuando volar en avión nos produce un malestar irrefrenable.
- Cuando deseamos tener una relación de pareja y no somos capaces de lograrlo.
- Cuando el estrés de la vida diaria empieza a producirnos insomnio, problemas digestivos, cardiovasculares o sexuales.
- Cuando los problemas de comunicación dificultan nuestra relación nuestra pareja.
- Cuando he decidido alcanzar una vida más plena y feliz.
- Cuando he decidido desarrollar su potencialidad y su nivel de autoconocimiento.
- Cuando después de seguir un tratamiento farmacológico los resultados no son todo lo satisfactorios que deseaba.
- Cuando ha sucedido en nuestras vidas algún tipo de cambio que desafía nuestro funcionamiento anterior, como por ejemplo: la muerte de un ser querido, el nacimiento de un hijo, un despido laboral, la llegada de la jubilación, un cambio de residencia, etc.
- Cuando nuestros hijos presentan algún condicionante que les impide desarrollarse plenamente en el medio escolar, familiar y personal.
- Y en definitiva, cuando aparecen determinados indicios que indican que algo no está funcionando adecuadamente en nuestra vida y que somos incapaces de continuar con nuestro ritmo habitual.
Comentarios recientes