Mar 10, 2017 | Nuestro equipo de cerca
Hoy os presentamos a una integrante más de nuestro equipo, ella es Julia y esta es su historia.
En este artículo Julia nos habla de su pasado y de su presente, repasamos con ella el camino que le ha traído hasta ser una de nuestras psicólogas.
¿Qué querías ser de pequeña?

Julia Romero de pequeña
Siempre he dicho que quería ser psicóloga, es algo que he tenido claro desde pequeña. Mi gran influencia ha sido mi madre, ella trabajaba con niños con necesidades educativas especiales. Ella no era psicóloga, era maestra de educación especial y logopeda, pero siempre ejercía de apoyo, psicóloga y ayuda a quien lo necesitaba. Recuerdo con especial cariño a un niño Down con el que estuvo varios años y al que ella también cogió mucho cariño. Además, tuve una tía con este mismo síndrome y con la que aprendí que cada persona tiene un don especial, que solo hay que saber verlo. Era la artista de la familia.
¿Un recuerdo de tu infancia/adolescencia?
He tenido una infancia muy feliz, pero sin duda mis mejores recuerdos son del lugar donde veraneo desde pequeña. Aquellos veranos interminables donde todo era posible.
¿Por qué decidiste ser psicóloga?
Me gusta ayudar a la gente, estar en contacto con historias de superación y sobre todo, ver cómo alguien puede crecer y superar retos que previamente ni imaginaba. Ser testigo de ello es un privilegio.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Creo en las personas y en sus posibilidades, esa es mi gran religión dentro de mi profesión. Pienso que no hay límites externos si no internos capaces de no hacerte alcanzar tus objetivos.
¿El mayor reto al que te has enfrentado en tu profesión?

Julia Romero en Non Stop People
La primera vez que me enfrenté a una paciente, me temblaba hasta el apellido. Pero cuando salí de la primera sesión viví esa maravillosa sensación que me confirmaba que no me había equivocado al elegir mi profesión. Aún no sabía si le iba a poder ayudar como yo deseaba, pero solo pensar el reto que tenía por delante me hizo sonreír para un par de días. Esa misma sensación la experimento cada vez que me enfrento a un nuevo caso, a una nueva historia.
¿Una canción y una emoción?
«Las cosas pequeñitas», Nolasco. «Si me gusta disfrutar por la noche y por el día no es que sea superman, es que me gusta la vida, me gusta saborear las cosas más pequeñitas, las cosas más chiquititas..», es el estribillo de mi canción preferida y creo que resume mi emoción preferida. Ilusión y ganas de vivir, de disfrutar de todo y con todos.
Alguien a quien admiras y se merecería una entrevista.
Tengo varios referentes profesionales y dos personales. De ellos elijo a la persona que más me ha enseñado en esta vida, quién ha sabido luchar, reinventarse y volver a sonreír después de vivir la peor de las situaciones. Tesón, cariño, amor, humildad, profesionalidad, corazón… la lista de adjetivos preciosos no termina para definir al que es el amor de mi vida, mi padre.
Tu lugar favorito en el mundo.
Mi playa, mi terraza, pero rodeada de los míos. Ellos son los que hacen de aquel lugar un sitio mágico y paradisíaco.
¿Qué otras pasiones tienes?
Bailar flamenco, ir de feria en feria con mis primas y amigas, reír, ver la novela de después de comer con mi padre, viajar a Cádiz, estar en la playa tostándome al sol, hacer running, comer jamón y por supuesto, ¡los carnavales!
Un material que te guste mucho para trabajar y que recomendarías.
La primera, la imaginación. Y segundo, marionetas, ya que te dan la oportunidad de representar lo aprendido y reforzar el conocimiento que estás trabajando. Ahí mezclas cuentos y lo que se te ocurra.
Para terminar, una frase que tengas presente en el día a día:
«No dejes para mañana lo que puedas reír hoy»

Foto: BP
Nov 22, 2016 | Inteligencia Emocional, Psicología
Adiós, miedo
El lenguaje es el vehículo a través del cual expresamos nuestra realidad y le damos sentido a nuestro mundo. Pero, ¿cómo hablamos de los problemas a los que nos enfrentamos? Es una tarea difícil, y más aún, cuando se trata de situaciones en las que el sufrimiento puede bloquearnos y no dejarnos expresar lo que sentimos. Y es que la forma en la que pensamos y hablamos de nuestros problemas influye tanto que puede contribuir a alimentarlo o, por el contrario, ayudarnos a ver otras perspectivas.
Un recurso poderoso para crear nuevos enfoques a los problemas contra los que luchamos son las cartas terapéuticas, ya que nos ayudan a desarrollar un nuevo lenguaje .
A lo largo de los años, en Ampsico hemos podido leer cartas terapéuticas muy poderosas que han ayudado a parejas a ir más allá de los conflictos que les separaban o a adolescentes a superar situaciones de bullying. De entre ellas hemos seleccionado una muy especial. Y es que nos gustaría compartir la fuerza y energía que contiene esta carta con la esperanza de que pueda aportar luz a otras personas que se viven atrapadas por el miedo.
Esta carta es para ti:
Despedida al miedo
Hola, miedo
Hoy quiero despedirme de ti, después de haber convivido contigo durante más de 25 años de mi vida.
La convivencia contigo ha sido horrible.
He temblado, he sentido taquicardias, he llorado y lo peor de todo es que me he sentido anulada como persona.
Digo había porque ya no lo estoy.
Jamás en mi vida había imaginado que una persona podía sufrir tanto y sentir tanto pánico,
Te odié.
Pensé que nunca me enfrentaría a esta situación y podría gritar:»soy libre”.
Eres un cobarde, solo los cobardes se aprovechan de una persona maltratándola pagando los complejos que te invaden.
Eres un egocéntrico, lleno de complejos que jamás pudiste subsanar.
Querías acabar conmigo pero no contabas que yo tenía mis armas y estas armas son mis hijos y las ganas de salir adelante sin mirar atrás.
Ahora ya te he vencido te he cortado las raíces y caes al suelo sin poder ponerte de pie.
Nunca más vas a poder hacerme daño porque eres mi pasado y de mi pasado solo saco la experiencia para vivir mi presente.
Cierro un capitulo que me ha ocupado el 70 por ciento de mi vida, y jamás volverás a tener la oportunidad de que vuelva a sentirte.
Hasta nunca, miedo.
Por último nos gustaría recordarte que estamos a tu disposición si tienes dudas, preguntas o deseas compartir tú experiencia.


Jun 26, 2016 | Nuestro equipo de cerca, Psicología
En esta sección de nuestro blog seguimos conociendo un poco más sobre las personas que formamos Ampsico.
Este mes hemos entrevistado a nuestra compañera Mercedes Blas que nos ha hablado sobre algunos aspectos de su vida y su profesión. Aquí os dejamos sus palabras.
¿Qué querías ser de pequeña?
Aunque no suene muy original, me encantaban los animales, en especial los perros, y siempre decía que de mayor iba a ser veterinaria, hasta que me enteré de que los veterinarios no sólo jugaban con los perros sino que también tenían que operarles… entonces decidí que eso era mejor dejárselo a otros.
¿Un recuerdo de tu infancia/adolescencia?
Es difícil quedarme con un solo recuerdo porque se me agolpan muchos a la vez: las tardes de parque de atracciones con mi familia, las míticas hamburguesas de los viernes con mis tíos y mi prima, los mil momentos cómplices con mis amigas…y los muchos que me dejo por el camino pero que forman parte de lo que soy.
¿Por qué decidiste ser psicóloga?
Siempre me ha gustado escuchar a los demás, me metía en todos los charcos intentando resolver las rencillas en clase…pero el punto de inflexión que me hizo querer enfocar mi vida hacía la psicología fue la visita a un familiar que estaba ingresado en un centro psiquiátrico. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que hacer algo para ayudar a personas, que como las que me fui encontrando allí, estaban pasando por momentos delicados.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Sin ninguna duda, poder ayudar a las personas que lo necesiten y que, contigo como guía, su calidad de vida mejore. Que un niño con el que has trabajado durante un tiempo, te vea y se acerque corriendo a ti con una sonrisa para abrazarte tampoco tiene precio. Son esas pequeñas cosas las que hacen de este trabajo algo muy grande.
¿El mayor reto al que te has enfrentado en tu profesión?
Cada nuevo paciente, cada nuevo taller supone un reto para mí. Pero uno de los más complicados a los que me he enfrentado es la dificultad de poder conectar con la persona que tienes delante, cuando se construyen barreras muy rígidas que son difíciles de romper, tanto en esa persona como en su entorno
¿Una canción y una emoción?
Como buena romántica que soy, una de mis canciones favoritas es “All of me” de John Legend. Me pone la piel de gallina desde que suenan los primeros acordes. En cuanto a la elección de una emoción mi favorita es el amor, una emoción que al experimentarla engloba otras muchas: alegría, ilusión, orgullo, satisfacción…
Alguien a quien admiras y se merecería una entrevista.
El hecho de que cada persona sea única, hace que todos tengamos una historia que contar, una lección de la que los demás podemos aprender… desde el científico más prestigioso hasta la persona más humilde.
Tu lugar favorito en el mundo.
No tengo un lugar favorito. Hay lugares muy distintos que se me han quedado muy grabados, desde Las Pirámides de Egipto hasta un banco del barrio. Lo que hace grande un lugar es la compañía con la que lo disfrutas.
¿Qué otras pasiones tienes?
Me encanta leer, disfrutar de los míos, los días de sol y playa…
¿Puedes recordar lo último que aprendiste impartiendo un taller o dando una sesión? (Del paciente, niño, etc.)
Algo que admiro mucho de los más pequeños desde que trabajo con ellos es la capacidad que tienen para hacer frente a los conflictos que surgen y la inocencia y claridad con la que exponen lo que sienten y cómo son capaces de ponerse en el lugar del otro. Es una lección de la que deberíamos tomar nota muchos adultos.
Un material que te guste mucho para trabajar y que recomendarías.
Me gusta mucho el cuento “El monstruo de colores” para trabajar las emociones con los niños. Asocia las emociones básicas con colores, y eso hace que ellos las reconozcan muy bien. Otro de los materiales que hemos introducido este año en nuestros talleres es el Emocionómetro, un termómetro emocional con el que trabajamos al comienzo de cada sesión y que ayuda a los niños a identificar como se sienten en ese momento concreto.
Para terminar, una frase que tengas presente en el día a día.
“Disfruta de los pequeños detalles” y “Arrepiéntete de lo que hagas y no de lo que podría haber sido si lo hubieras hecho” son dos lemas que intento tener muy presentes en mi día a día. A la hora de conseguir tus sueños creo que es fundamental ser valiente y lanzarse a por ello, viviendo al máximo cada pequeño avance que te lleve hasta la meta.
Abr 20, 2016 | Aprendizaje, formación, Problem Solving, Psicología, Solución de Problemas
Cómo aprender a resolverlos.
Los seres humanos poseemos una formidable capacidad de complicarlos la vida. Podemos llegar a manifestar tormentosos, retorcidos y persistentes problemas que en ocasiones se convierten en patologías, tales como fobias, trastornos de pánico, obsesiones, manías, anorexia, bulimia, depresión, crisis de pareja, y muchos otros.
Un aspecto fundamental para el conocimiento de los problemas humanos, para saber cómo se construyen y de qué manera pueden ser resueltos, es saber que lo que construye un problema y lo mantienen es precisamente lo que las personas intentan hacer para resolverlo. Una tentativa de solución que no funciona, si es reiterada, no solo no lo resuelve, sino que lo complica, hasta llegar a construir un verdadero círculo vicioso.
Sabemos que la realidad cambia según el punto de vista de quien la mira. Esto conduce a reacciones diversas dependiendo de las diferentes visiones que se pueden hacer de la misma realidad. Diremos que cada persona crea su propia realidad sobre la base de lo que hace, guiada por la visión de su realidad con la cual interactúa. Ya afirmaba Oscar Wilde “no existe una realidad verdadera, sino tantas realidades como se puedan inventar”.
Lo plantearemos de forma algo más clarificadoracon una historia:
“En un día de mucho calor, un padre y su hijo emprenden un viaje, con un asno, para visitar a unos parientes que viven en una ciudad lejana a su comarca.
El padre va montado sobre el asno y el hijo camina a su lado. Cuando pasan delante de un grupo de personas, el padre escucha que éstos dicen:
Entonces el padre baja del asno, hace subir al hijo y continúan así el camino. Pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha que dicen
El padre entonces piensa que lo mejor es que los dos vayan sobre el asno, y así continúan el camino. Poco después pasan por otro grupo de personas y escuchan a estos decir:
Entonces el padre se baja del asno, y hace bajar también a su hijo, y continúan caminando junto al asno. Pasan pues por enfrente de otro grupo de personas, que dicen:
Con esto deberíamos constatar que no existe un conocimiento realmente verdadero de las cosas, solamente puede existir un conocimiento idóneo en cada caso, que nos permita manejar la realidad con la que vivimos. Que permita adaptarnos a lo que percibimos y cuyo desarrollo se presenta mediante un conocimiento que nos enseña a gobernar nuestra realidad del modo más operativo posible.
Ya el conocido filósofo Locke, afirmaba que en realidad consideramos “insensatos a quienes partiendo de premisas equivocadas y usando una lógica correcta y convincente, llegan a conclusiones erróneas”.
Lo que es sorprendente para muchos es que lo que guía a las personas a repetir lapráctica de soluciones disfuncionales no es una “propensión genética” a la patología (salvo excepciones aún así discutibles), sino el aplicar, de manera rígida, soluciones que anteriormente habían funcionado en problemas del mismo tipo. El problema radica en aplicar tentativas de solución aparentemente adecuadas y sobre todo en insistir en su aplicación incluso después de comprobar el fracaso.
Para entenderlo mejor, narraremos una antigua fábula griega:
“Había una mula que todas las mañanas llevaba una carga de leña desde la granja en el valle hasta la cabaña en la montaña, pasando siempre por el mismo sendero a través del bosque, subiendo por la mañana y regresando al anochecer. Una noche, durante una tormenta, un rayo derribó un árbol que obstruyó el sendero. A la mañana siguiente, la mula caminando en su habitual camino, tropezó con el árbol que le impedía el camino. La mula pensó: “el árbol no debe estar aquí, está en un lugar equivocado” y continuó hasta golpear su cabeza contra el árbol, imaginando que éste se desplazaría, ya que ese no era su sitio. Como el árbol no se movió, la mula pensó “quizás no he dado un golpe suficientemente fuerte”, pero el árbol seguía sin moverse. La mula insistió repetidamente…”. Dejamos intuir al lector el trágico final en está fábula.
La vida está llena de eventos problemáticos para cualquiera; la diferencia está en “cómo” cada uno de nosotros afrontamos nuestras realidades, ya que esto conducirá a poner una solución que puede llevar no solo a la no-solución del problema, sino incluso, a su complicación.
En otros términos, errar es humano pero es la incapacidad de modificar los propios errores lo que vuelve las situaciones en irresolubles. Esta resistencia a cambiar las estrategias en la solución a nuestros problemas, se basa en experiencias anteriores con resultados favorables al afrontar problemas del mismo tipo. Pero como dice Oscar Wilde “con la mejor de nuestras intenciones, en ocasiones llegamos a los peores de los efectos”. Cuando creamos una idea de una experiencia vivida como eficaz, tenemos grandes dificultades para cambiar una convicción propia. Así pues, cuando las personas insistimos en poner soluciones que no nos llevan a la solución con una determinada realidad, lo que mantiene el problema es precisamente lo que hacemos, sin éxito, para resolverlos.
Para crear un cambio y construir una realidad más funcional, no tomaremos en consideración el modo en que el problema se ha formado en el pasado, sino cómo éste se mantiene en el presente. Lo que debemos interrumpir, cuando queremos cambiar una realidad, es su persistencia; sobre su formación ocurrida en el pasado, no tenemos ningún poder de intervención.
En realidad no existe ninguna conexión “causal lineal” entre cómo un problema se crea y cómo éste persiste y cómo puede ser cambiado y resuelto. En cambio, si existe una “causalidad circular” entre cómo un problema persiste y lo que las personas hacen para resolverlo sin éxito. Cuando se pretende provocar cambios, lo importante es concentrarse en las tentativas de solución disfuncionales, ya que cambiando o bloqueando éstas, se interrumpe el círculo vicioso que alimenta la persistencia del problema.
En ocasiones nos oponemos al cambio y nos resistimos en un equilibrio que no nos gusta y es incluso disfuncional, pero no podemos evitar hacerlo. Deberemos crear experiencias emotivas diferentes y concretas que pongan a la persona en condiciones de sentir algo distinto con relación a la realidad que debe cambiar, para abrir de este modo la puerta a reacciones diferentes, ya sea de tipo emotivo o comportamental.
El famoso cibernético Heinz von Foerster, afirmaba “si quieres ver, aprende a obrar”. La idea es que para obrar de un modo diferente sea necesario antes aprender a ver el mundo de un modo diferente. Con esto aprenderemos antes a obrar de forma diferente para poder entender de forma diferente y así cambiar nuestra propia percepción de la realidad.
Para la superación de un problema se requiere primero la ruptura del sistema circular entre el sujeto y su realidad, el cual mantiene la situación problemática. Una vez conseguido esto, hay que redefinir y modificar las visiones del mundo que hasta ahora han obligado a la persona a crear respuestas que hacen mantener el problema. A esta fase, le sigue la redefinición y consiguiente modificación de las visiones del mundo que han obligado a la persona a crear respuestas disfuncionales.
Los seres humanos nos relacionamos con la realidad, y a partir de ahí cada uno de nosotros la relaciona con nosotros mismos, con los otros o con el mundo. Mediante este proceso construimos la realidad que nosotros mismos sufrimos o manejamos. Este es el secreto…

“Yo he hecho esto” dice mi memoria. “Yo no puedo haber hecho esto” dice mi orgullo, y se mantiene inamovible. Al final la memoria se rinde.
FRIEDRICH NIETZSCHE. Como se filosofa a martillazos


Mar 17, 2016 | Inteligencia Emocional, Psicología
La tristeza es una de las emociones básicas más “molestas”,junto al enfado, no por ello menos necesaria. Es una de las que denominadas negativas que, al igual que las positivas, cumple una función adaptativa y necesaria para el equilibrio psíquico y emocional. De hecho gracias a un buen manejo de la tristeza y expresión de esta emoción, nos ayuda a superar diversos momentos difíciles en nuestra atareada vida.
Con ella sentimos pena, soledad, pesimismo ante la pérdida de algo importante o cuando nos han decepcionado. La función de la tristeza es la de pedir ayuda, nos permite la reflexión y nos motiva hacia una nueva reintegración personal. Sin embargo, en la sociedad actual la tristeza no está bien vista y desgraciadamente suele suprimirse con graves consecuencias.
Desde la infa
ncia nos enseñan a reprimir la tristeza, a ocultar nuestras lágrimas y en su lugar mostrar nuestra mejor sonrisa.De este modo los niños y niñas crecen aprendiendo a ocultar la tristeza. Una parte muy importante de la educación emocional consiste en educar a nuestros pequeños para una adecuada gestión de las emociones negativas, permitiendo que cumplan su función y puedan así desaparecer.
A continuación presentamos una serie de “recetas” o “trucos” para ayudar a nuestros pequeños (y no tan pequeños) a manejar mejor esta emoción no positiva:
No te burles de su tristeza, ni dejes que otros se burlen de ella: es muy normal que cuando un niño/a llora, le tachemos de llorica o llorón y se hagan burlas.
La terapia del abrazo: ayudan no sólo a sentirnos bien, sino también a reducir la tensió
n y a aumentar la autoestima. El contacto físico del abrazo llena de energía tanto al que abraza como al que recibe el abrazo.
Hacer una lista de las cosas buenas que tiene. Le ayudará a ver todo lo bueno que tiene a su alrededor. A veces nos olvidamos de las cosas buenas de la vida. ¡Pero hay muchas! Escribe las tuyas (p.ej. Mi amigo Alberto…)
¡Habla!¡ Expresa! ¡Te escucho! tomate tu tiempo…
El papel de familiares cercanos, amigos o compañeros es fundamental. Es necesario que comprenda que no debe tener miedo a contar cómo se siente y a comentar a los demás cómo le pueden ayudar. Deja que te explique porque está triste, ayúdale a reflexionar gracias a la tristeza y a ir más allá. No se trata solo de llorar, sino de descansar y reflexionar. Además Permite su tiempo de duelo ante grandes pérdidas o acontecimientos adversos, ese proceso es necesario para el consiguiente reajuste.
Es importante tener en cuenta esto y educarles para que sean capaces de sentir todas sus emociones y expresarlas, de vivirlas y aprender de ellas para llegar a ser felices.


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