Nuestro equipo de cerca:  Julia Romero

Nuestro equipo de cerca: Julia Romero

Hoy os presentamos a una integrante más de nuestro equipo, ella es Julia y esta es su historia.

En este artículo Julia nos habla de su pasado y de su presente, repasamos con ella el camino que le ha traído hasta ser una de nuestras psicólogas.

¿Qué querías ser de pequeña?

Julia Romero

Julia Romero de pequeña

Siempre he dicho que quería ser psicóloga, es algo que he tenido claro desde pequeña. Mi gran influencia ha sido mi madre, ella trabajaba con niños con necesidades educativas especiales. Ella no era psicóloga, era maestra de educación especial y logopeda, pero siempre ejercía de apoyo, psicóloga y ayuda a quien lo necesitaba. Recuerdo con especial cariño a un niño Down con el que estuvo varios años y al que ella también cogió mucho cariño. Además, tuve una tía con este mismo síndrome y con la que aprendí que cada persona tiene un don especial, que solo hay que saber verlo. Era la artista de la familia.

¿Un recuerdo de tu infancia/adolescencia?

He tenido una infancia muy feliz, pero sin duda mis mejores recuerdos son del lugar donde veraneo desde pequeña. Aquellos veranos interminables donde todo era posible.

¿Por qué decidiste ser psicóloga?

Me gusta ayudar a la gente, estar en contacto con historias de superación y sobre todo, ver cómo alguien puede crecer y superar retos que previamente ni imaginaba. Ser testigo de ello es un privilegio.

¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?

Creo en las personas y en sus posibilidades, esa es mi gran religión dentro de mi profesión. Pienso que no hay límites externos si no internos capaces de no hacerte alcanzar tus objetivos.

¿El mayor reto al que te has enfrentado en tu profesión?

Julia Romero en Non Stop People

Julia Romero en Non Stop People

La primera vez que me enfrenté a una paciente, me temblaba hasta el apellido. Pero cuando salí de la primera sesión viví esa maravillosa sensación que me confirmaba que no me había equivocado al elegir mi profesión. Aún no sabía si le iba a poder ayudar como yo deseaba, pero solo pensar el reto que tenía por delante me hizo sonreír para un par de días. Esa misma sensación la experimento cada vez que me enfrento a un nuevo caso, a una nueva historia.

¿Una canción y una emoción?

«Las cosas pequeñitas», Nolasco. «Si me gusta disfrutar por la noche y por el día no es que sea superman, es que me gusta la vida, me gusta saborear las cosas más pequeñitas, las cosas más chiquititas..», es el estribillo de mi canción preferida y creo que resume mi emoción preferida. Ilusión y ganas de vivir, de disfrutar de todo y con todos.

Alguien a quien admiras y se merecería una entrevista.

Tengo varios referentes profesionales y dos personales. De ellos elijo a la persona que más me ha enseñado en esta vida, quién ha sabido luchar, reinventarse y volver a sonreír después de vivir la peor de las situaciones. Tesón, cariño, amor, humildad, profesionalidad, corazón… la lista de adjetivos preciosos no termina para definir al que es el amor de mi vida, mi padre.

Tu lugar favorito en el mundo.

Mi playa, mi terraza, pero rodeada de los míos. Ellos son los que hacen de aquel lugar un sitio mágico y paradisíaco.

¿Qué otras pasiones tienes?

Bailar flamenco, ir de feria en feria con mis primas y amigas, reír, ver la novela de después de comer con mi padre, viajar a Cádiz, estar en la playa tostándome al sol, hacer running, comer jamón y por supuesto, ¡los carnavales!

Un material que te guste mucho para trabajar y que recomendarías.

La primera, la imaginación. Y segundo, marionetas, ya que te dan la oportunidad de representar lo aprendido y reforzar el conocimiento que estás trabajando. Ahí mezclas cuentos y lo que se te ocurra.

Para terminar, una frase que tengas presente en el día a día:

«No dejes para mañana lo que puedas reír hoy»

Foto: BP

Foto: BP

 

 

Campamento de verano con inteligencia emocional

Campamento de verano con inteligencia emocional

Un campamento de verano es una opción inteligente si es con inteligencia emocional

Llegadas estas fechas en las que el calor aprieta y a nuestros hijos les van a dar las vacaciones, nos planteamos “qué vamos a hacer con los niños”.

El campamento de verano es una de las opciones más elegidas, aunque siempre nos queda dejarlos con los abuelos, tíos o demás familiares.

Campamento de verano con inteligencia emocional

La mejor opción al elegir un campamento de verano es hacerlo junto a nuestro hijo. Debemos buscar que se adapte a sus necesidades y gustos.

A nuestro alrededor tenemos diversos campamentos, desde los que nos oferta el colegio, la empresa, el ayuntamiento,…

Pero también podemos elegir alguno que esté más adaptado a los gustos y aficiones de nuestro hijo. Por ejemplo, un campamento de verano para montar a caballo, practicar el tenis, jugar al fútbol, mejorar el inglés, etcétera.

Aún así, lo que debemos tener en cuenta, invariablemente y como nexo de unión común, son los beneficios psicológicos que puedan tener con cualquiera de ellos.

Los que vivimos en las grandes urbes hemos ido sustituyendo los espacios abiertos por grandes bloques de edificios, asfalto y coches donde los niños tienen cada vez menos espacio para jugar y desarrollarse libremente.

Nuestros hijos pasan cada vez más tiempo de ocio jugando con aparatos electrónicos (WII, Playstation, Nintendo DS) que no incrementan su imaginación ni les permiten un buen desarrollo emocional ni social. Inscribir a nuestro hijo en un campamento de verano es una buena solución para el desarrollo personal y emocional de nuestro hijo. Con ello tendrán una experiencia muy gratificante que seguramente será recordada toda su vida.

EL campamento de verano es un verdadero espacio de crecimiento y desarrollo emocional. Desarrollan la independencia, el sentido de la responsabilidad y la autonomía, el niño se habitúa a estar sin sus padres y a interactuar con sus compañeros y monitores. La idea es la socialización en un espacio diferente al habitual, donde se encontrarán con dificultades que tendrán que aprender a resolver por sí mismos o pedir ayuda a compañeros y monitores para enfrentarse a ello. Un espacio más para el desarrollo emocional de los más pequeños.

Niños aprendiendo en campamento de verano

Entre otros beneficios, la convivencia en grupo les permitirá aprender a gestionar su tiempo, a comprender qué es el trabajo en equipo, desarrollar valores como la solidaridad, la empatía con el otro, la escucha o la tolerancia a lo diferente.

Además de aprender a hacerse cargo de sus propias emociones y de las de los demás y a cómo ser capaces de resolverlas. Autoconocerse, aprender a esperar, a hacerse cargo de lo que le dan y reciben de sus compañeros. En definitiva, a jugar a “ser” de otra manera a cómo se comportan en casa.

Por otro lado, existen diversos tipos de campamentos, aunque los podríamos diferenciar entre los que se hacen durante la jornada hasta el mediodía dentro de nuestra población, denominados campamentos urbanos y los que se desarrollan en un entorno de naturaleza durante una semana o más tiempo, que en ocasiones se les denomina “colonias”.

Los objetivos comunes que suelen tener todos ellos, entre otros, son el fomentar en los participantes actitudes positivas para su crecimiento personal, desarrollando la imaginación y la creatividad, infundiendo entusiasmo y colaboración en distintas tareas, potenciando la socialización, el compañerismo y la convivencia. Los campamentos más específicos tienen algunas actividades más enfocadas al objetivo como montar a caballo, practicar inglés, fútbol, tenis… reforzando así el aprendizaje de dicha actividad.

En los campamentos que se realizan en un entorno de naturaleza, además se accede a unos beneficios añadidos ya que se hacen actividades y excursiones donde los niños podrán ejercer valores como el respeto por la naturaleza, la toma de conciencia de la responsabilidad que tenemos en su cuidado, haciéndose responsables de tomar una actitud activa.

Ver y experimentar otro tipo de texturas que no se encuentran en la gran ciudad. Es bueno observar los distintos animales y cómo interactúan. También ver la vegetación y cómo varía de un sitio a otro. Por otro lado, maravillarse de la variedad de paisajes que ofrece, frente al monótono paisaje urbano.

Aprender a ser más tolerantes y convivir con personas que no son de su entorno habitual. Además, hacer amigos, compartir y adquirir nuevos conocimientos, divertirse aprendiendo a conocer sus propias emociones y las de los otros. También aprender así a compartir con otros estas experiencias.

Saber y conocer cuales son las emociones que se experimentan y el beneficio que aportan el aprender a regularlas ayudados por amigos y compañeros. En definitiva aprender qué es la Inteligencia Emocional.

Para que nuestros hijos sean más inteligentes emocionalmente, han de superar experiencias que compartirán en entornos fuera de los habituales. Así,  sacarán beneficio de las experiencias sociales.

“El auto-conocimiento, auto-conciencia, la sensibilidad social, la empatía y la capacidad de comunicarse con éxito con los demás. Se corresponde con el corazón.”

Stephen Covey

 

 

 

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

¡No quiero tener un nuevo hermanito!

En el momento que otro bebé aparece, la vida de los más pequeños de la casa sufre un cambio drástico. La atención de sus padres se divide, los mimos se reducen y hasta puede que tenga que compartir sus propios juguetes. Todo ello con un claro culpable: el nuevo hermanito.

¡Oh no, no digas eso! Este niño necesita un cariño especial, Merche. No olvides que
hasta hace un año era el rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer todo
para él; hoy nada. Es muy duro, mujer.

El príncipe destronado, Miguel Delibes, 1974

Desde el nacimiento relacionarse significa compartir, coincidir en el espacio físico y coexistir en la esfera de los intereses y las emociones. Desde que nacemos nos relacionamos con nuestros padres, familia y las personas más cercanas a nuestro contexto inmediato. El desarrollo de todo ser humano se realiza bajo la protección paternal, éstos son los encargados de proporcionar el terreno más apropiado para que éste aprenda, ejercite y desarrolle su área social en distintos contextos sociales cada vez más amplios y complejos (familia, colegio, juegos, fiestas de cumpleaños, etc…). Cada uno de ellos tienen características singulares, que hacen que el niño actúe de distinta forma dependiendo de si está con sus padres, con sus hermanos o con sus compañeros de clase.

La familia es el entorno donde además de sentimientos positivos como protección, cui
dado o preocupación también florecen la rivalidad, la envidia y los celos.
Cuando se dan éstos últimos entre los hermanos empiezan las peleas por tener el trozo más grande de tarta, un sitio concreto en el sofá para ver la televisión, tener juguetes… es decir, una lucha continua por ganar el espacio físico o emocional. De algo nos suena todo esto, ¿verdad? Si no somos padres, seguro que algún recuerdo de nuestra infancia se corresponde con esto. No solo con hermanos, también con primos, vecinos o amigos. Cualquier persona que interrumpiese en nuestra rutina familiar.

En su vida, el niño se enfrenta a muchas situaciones estresantes que suponen alteraciones en el ambiente y requieren un periodo de adaptación como: primer día en la guardería/cole, traslado de domicilio o de cole, fallecimiento de un familiar, ausencias prolongadas de los padres, ingreso en el hospital y el nacimiento de un hermano. La llegada de un nuevo hermano es un acontecimiento de bastante estrés para el niño, puesto que todo su esquema familiar, se descompone y se vuelve a componer de una manera distinta. Seguramente los padres no se dan cuenta porque ellos lo viven con ilusión pero, el hermano mayor lo vive con ansiedad, desánimo e incluso sensación de abandono. Los celos son la respuesta normal a la nueva llegada de un hermanito o en su lado opuesto, empieza siéndolo hasta que deja de ser un comportamiento evolutivo para ser patológico. Visto desde la perspectiva de un niño, los celos son el resultado de sentir que le desplazan o que pierde un poder de la noche a la mañana y con un claro “culpable”. Es lo que se conoce como el “síndrome del destronamiento”. Si nos metemos en sus cabecitas seguro que podemos escuchar cosas del tipo: “hasta hoy, yo era el rey de esta casa. Todas las atenciones me las llevaba yo, todos los juguetes eran míos y cada mimo de mis padres eran para mí”. Como cualquier persona que pierde poder, el niño intenta recuperarlo pero con los medio con los que puede contar un niño de su edad.

Es decir, llamando la atención con los recursos que tiene a su alcance: llanto exagerado, conductas regresivas, agresión, introversión…

Pero, ¿hay algo de positivo en todo esto? Quizás para los primeros momentos del hermano mayor esta sea una posibilidad casi inexistente pero, tal y como nos indica el autor Perinat, “a ser hermano se aprende y este aprendizaje es una pieza básica de la socialización (Perinat, 1988)”. La relación fraterna es una contribución directa al desarrollo emocional, cognitivo y social del niño (Boer, Westenberg, McHale, Updegraff y Stocker, 1997). El hermano mayor es el primer contacto con iguales que tiene el niño pequeño; es lo más próximo y parecido a sí mismo que tiene desde su nacimiento hasta que accede a la escuela infantil. A su vez, el hermano mayor tiene todo un campo para experimentar, aprender y consolidar relaciones con otros que implican desde conductas de cooperación hasta de rivalidad. La relación entre hermanos es compleja, diversa, rica en matices y a veces contradictoria. En definitiva, se puede decir que tener un hermano significa tener un compañero de juego, un modelo de imitación, una fuente de conflicto, un vinculo afectivo y un compañero de múltiples experiencias significativas (Arranz y Olabarrieta, 1998).

¿Cómo identificar si un niño muestra respuestas celotípicas? Aquí enumeramos las conductas más características:

  • Llanto y rabietas: es la forma más típica de presionar a los padres y llamar su atención para obtener su deseo. Es una de las estrategias más eficaces con las que cuenta el niño.
  • Retraimiento: introversión, reducción de la autoestima, juegos solitarios y evita salir de casa tanto como hacía antes.
  • Búsqueda de atención: interrupciones, se muestra alborotado o incordia cuando se está atendiendo al menor. Pueden ser de mayor intensidad en cuanto que los padres no le dan la atención que el niño necesita.
  • Alteración en el ritmo del sueño y alimentación: pesadillas e inapetencia son dos síntomas claros del estado depresivo en el que se sumerge el niño. Insomnio, terrores nocturnos.
  • Desobediencia: tiene la doble finalidad de fastidiar a los padres y obtener su atención aunque sea a través de la reprimenda y el grito. El niño encuentra gratificante la atención que recibe su desobediencia y la utiliza en su beneficio.
  • Conductas de fastidio hacia el hermano: paso previo a las conductas agresivas. Comportamientos menos llamativos que las agresiones físicas violentas, pero se producen con mayor constancia.
  • Agresividad: siempre con la finalidad de llamar la atención de los padres.
  • Conductas de evolutivamente inapropiadas: enuresis o habla infantil, conductas ya superadas por el niño. Suponen las más llamativas son volver a utilizar el chupete, deseo de dormir en la cuna, solicitar a la madre que le dé de comer, que le coja en brazos o mostrar mayor apego. Son un proceso de imitación al menor, porque interpreta erróneamente que así logrará la tención y el cariño de la madre.
  • Obediencia y colaboración: el niño cree que comportándose como sus padres esperan de él, obtendrá toda la atención que busca. Pero existe la probabilidad de que esta conducta sea saludable y es significativa de una clara madurez e independencia con la que el niño vive la presencia del hermano.

Ahora que podemos identificar cuando nuestro hijo está celoso, nos queda el último paso: saber cómo actuar. Es importante empezar a “preparar el terreno con tiempo”. Es decir, durante el embarazo ir introduciendo poco a poco el cambio. Hablar del nuevo miembro de la familia que está en la barriga de mamá y dejar que lo sienta. En el caso que se necesite cambiar cosas como la habitación, es aconsejable que se haga con prontitud.

De esta manera, el hermano mayor no asocia la nueva ubicación con el nacimiento del bebé. Por otra parte, cuando el niño vea su hermano por primera vez, es aconsejable que el recién nacido no esté en brazos de la madre. Evitar este “shock visual” al menos en el primer contacto con la nueva realidad.

Y por último, a partir de este momento es más importante la calidad que la cantidad de tiempo que se pasa con el hijo mayor. Hay que buscar momentos en los que no haya interrupciones para que la relación sea productiva. Ambos padres deben involucrarse. Tienen que enseñarles a convivir, compartir, esperar su turno. Pueden utilizar juegos que supongan interacción en el sentido de cooperación, respeto y tolerancia. Aunque es difícil, hay que hacer caso omiso de los comportamientos inadecuados provocados por los celos. Los padres han de saber que cuando el niño advierta de su indiferencia, incrementará la intensidad y frecuencia de sus quejas. Es el momento de ser paciente y esperar que poco a poco vaya cediendo en su actitud.

En Ampsico te proponemos una idea para ayudarte si estás en esta situación. Facilita a tu hijo la tarea de entender que la familia crece, pero con materiales adecuados a su edad. Crea junto al resto de la familia (mamá, papá y si hubiera más hermanos) un árbol genealógico donde aparezca el hueco para el nuevo miembro. Lo ideal sería acompañarlo con fotos de cada persona y el nombre. Dejar al niño que sea él quien diseñe, coloree y decore la obra. Luego, colocar en un lugar de la casa donde se pueda ver a diario y hablar de ella en varias ocasiones. Por ejemplo, que el autor del árbol se lo muestre a las visitas que vengan a la casa y lo presente hablando de todos los miembros. Sin darse cuenta, comienza a construir su nueva realidad.

Con un tratamiento adecuado de la situación por parte de los padres y de las personas del entorno más cercano, se logrará que el niño aprenda a tolerar, compartir y participar tanto con su hermano como con sus iguales. Es una gran oportunidad para que el niño comience su aprendizaje social, los celos son la primera prueba a la que se someten para aprender a relacionarse. Por eso, los celos se consideran un aspecto del proceso de socialización, al igual que se aprende a ser amigo o hijo, a ser hermano se aprende día a día. Y como en todo aprendizaje de un niño, se hace imprescindible la actuación adecuada de los padres y entorno más cercano.

Ortigosa Quiles, J.M. (2007). El niño Celoso. Ojos solares, tratamiento. Editorial Pirámides.

Tierno, B & Giménez Montserrat (2004). Cómo entender y ayudar a tus hijos. La educación y la enseñanza primaria de 6 a 8 años. ¡Juega conmigo! Aguilar, Santillana Familia. Madrid.

Julia Romero Bernal, psicóloga en Ampsico

 

 

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¿Tu hijo impone su ley en casa? Síndrome del Emperador

¿Tu hijo impone su ley en casa? Síndrome del Emperador

¿Tu hijo impone su ley en casa? ¿Evitas decirle “no” para evitar una explosión de ira que se traduce en llantos y rabietas insoportables? En definitiva, ¿Alguna vez has pensado “no puedo más con mi hijo”? Puede que en ese caso estés sufriendo lo que se conoce como el Síndrome del Emperador, también llamado del niño tirano o del niño rey. Estas son las distintas denominaciones de un fenómeno cada vez más común en el que los niños acaban dominando a sus padres, e incluso, en los casos más extremos, maltratándoles.

¿CÓMO SON ESTOS NIÑOS?

En palabras de Javier Urra, doctor en psicología y primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, el perfil del niño tirano se inicia a corta edad. Un niño tirano no es solamente un caprichoso o se caracteriza por ser hiperactivo. No es solamente un oposicionista, es un niño que, desde muy corta edad, siente placer y disfruta retorciendo la muñeca de su padre o de su madre para conseguir lo que él se propone. Es un niño que se caracteriza por un principio fundamental filosófico, que es primero yo y luego yo. Piensa que todo el mundo gira a su alrededor, no muestra empatía y no le importa ponerse histérico o gritar en la puerta de un gran almacén para conseguir sus objetivos. Este es un proceso que se va degenerando poco a poco con muy mal pronóstico si no se actúa adecuadamente.

A continuación enumeramos algunas características específicas de estos niños:

  1. Baja tolerancia a la incomodidad, especialmente si es causada por la frustración, el desengaño, el aburrimiento o la negación de lo que han pedido; entonces, expresan esta incomodidad en forma de rabietas, ataques de ira, insultos y/o violencia.
  2. Sentido exagerado de lo que les corresponde, esperan que las personas que están a su alrededor les proporcionen todo lo que piden y de forma inmediata.
  3. Presentan escasos recursos para la solución de problemas o afrontar experiencias negativas.
  4. Se sienten el centro del mundo y exigen atención de todo su entorno.
  5. Justifican sus conductas mediante factores externos culpando a los demás de lo que hacen, por lo que esperan que sean otros quienes les solucionen sus problemas.
  6. Muestran una baja empatía y les cuesta sentir culpa, no pueden o no quieren ver la manera en que sus conductas afectan a los demás.
  7. Discuten las normas y/o los castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc. Este comportamiento les compensa ya que ante el sentimiento de culpa inducido, los padres ceden y terminan saliéndose con la suya.
  8. Les cuesta adaptarse a las demandas de las situaciones extra familiares, especialmente en la escuela, porque no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a las figuras de autoridad.
  9. Se sienten tristes, enfadados y/o ansiosos, y suelen tener una autoestima baja.

POSIBLES CAUSAS DEL SÍNDROME DEL EMPERADOR

Los padres son los que deben ejercer su función. Así, padres demasiado protectores y permisivos con sus hijos que tienden a darles todos los caprichos porque creen que “así no sufren”, pueden estar propiciando un clima idóneo para un niño tirano.
Otro factor de riesgo importante dentro del entorno familiar es que exista una discrepancia educativa entre los progenitores. Aunque ello pudiera ocurrir, es fundamental que los padres intenten unificar sus criterios a la hora de educar a sus hijos manteniendo una actitud educativa firme que permita que no haya roturas en la imposición de normas.

Por otro lado, la estructura familiar ha cambiado mucho, con divorcios y nuevas parejas frecuentes, hijos únicos, y el hecho de que cada vez tenemos hijos a una edad más tardía o los adoptamos. En estos contextos es fácil que un niño se convierta en un bien preciado cuyos deseos siempre hay que satisfacer, que no puede sufrir ni conocer disciplina alguna.

Otro aspecto a tener en cuenta es que hoy en día los niños viven en una sociedad consumista, individualista y donde prima el éxito fácil y rápido por encima de todo. Además, puede existir una predisposición genética de carácter que explicaría por qué dentro de una misma familia, y en las mismas condiciones, sólo se ve afectado un hijo.

SEÑALES DE ALERTA

Resulta complicado trazar la línea que separa un comportamiento normal del problemático o patológico y más cuando se trata de nuestros hijos a los que queremos por encima de todo. En algunos casos existe una tendencia a exculpar siempre a los hijos restándole importancia cuando aparecen conductas inapropiadas con un simple “son cosas de niños”. Esta actitud no ayuda a los niños y los padres deben estar atentos a pequeños que imponen de manera sistemática su voluntad o tienen rabietas en lugares públicos delante de toda la familia. Así mismo nos debemos fijar en el niño que siempre se sale con la suya, puesto que, muchas veces hacen girar a la familia siempre entorno a él. Debemos pensar que si se les deja hacer siempre lo que quieren acabaremos en las redes del chantaje emocional.

Es posible que al leer esto alguien piense que casi todos los niños pequeños tienen muchas rabietas. Y es cierto; todos tienen rabietas, pero hay que intentar que no se salgan con la suya. A partir del primer año de edad, en general, hay que marcar límites claros de forma que el menor sepa hasta dónde puede llegar.

Emperador 1ALGUNOS CONSEJOS PARA FRENAR AL NIÑO TIRANO

• Como ya hemos indicado anteriormente, es fundamental que ambos progenitores estén de acuerdo en cómo quieren educar a sus hijos, en cuál va a ser su modelo educativo y actuar ante los menores sin fisuras, porque si las hay, el niño se aprovechará enseguida de ellas.

• Los padres deben ser capaces de admitir que su hijo es un tirano y no buscarle atenuantes. Si no se reconoce que existe un problema será imposible llegar a una solución.

• El día a día del niño debe estar pautado. La rutina es también un aspecto clave en el crecimiento de los pequeños. Se deben establecer horas fijas para comer, para acostarse, para hacer los deberes, etc. También es adecuado establecer una serie de obligaciones en casa acordes a la edad del niño (hacer la cama, poner y quitar la mesa, etc.) de las que no se puede escabullir, así como normas claras sobre su tiempo de ocio.

• Nada de amenazas. Las amenazas transmiten inseguridad al niño y sólo logran aumentar su tendencia a la negación especialmente si nunca llegan a cumplirse.

• No se trata de prohibirlo todo después de haberle dejado hacerlo todo. Una vez dicho una cosa, no hay que retractarse, así que más vale pensar con calma antes de hablar y actuar.

• No hay que ponerse a la altura del niño: si grita, patalea y monta una escena, hay que respirar y contenerse. Nada de chillidos o tortazos, los padres son los adultos y los que deben mantener el control de la situación. Es mejor esperar a que se calme sin hacerle el más mínimo caso haciéndole ver que mientras siga comportándose así no conseguirá nada.

• No sirve de nada argumentar sin fin, el niño tirano no está acostumbrado a las palabras. En vez de discutir, simplemente se le recuerdan las normas que hemos fijado y su deber de respetarlas.

• Tampoco sirve pedirle que se ponga en tu lugar, precisamente un rasgo típico es una baja empatía.

• Los milagros no existen, educar es una carrera de fondo. Puede que no se aprecien resultados inmediatos, pero, según va creciendo, el niño logrará interiorizar nuestras enseñanzas.

Es importante decir que si los padres han llegado al punto límite con sus hijos tiranos, puede que no baste con seguir algunos de estos consejos, sino que deben pedir ayuda externa. Es mejor no llegar hasta ese punto límite por lo que estar atentos a esas posibles señales de alarma es fundamental para atajar el problema antes de que se llegue a una situación insostenible.

Julia Romero Bernal, psicóloga en Ampsico

 

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